El economista Emanuel Álvarez Agis, exviceministro de Economía durante la gestión de Axel Kicillof, propuso una reforma tributaria que desató una tormenta política. Su idea, resumida en una frase provocadora (“Voy al cajero, pongo $ 1000 y salen $ 900”), apunta a reemplazar el Impuesto al Cheque por un “impuesto al efectivo”.
El objetivo, dice, es reducir la informalidad y redistribuir la carga impositiva sin aumentar la presión total.
El presidente Javier Milei reaccionó con virulencia: lo acusó de “robar” y lo calificó de “ladrón kirchnerista”.
Álvarez Agis explicó su planteo en varias entrevistas. El esquema tiene tres pasos: primero, eliminar el Impuesto al Cheque, que grava a quienes operan dentro del sistema bancario. “Ese tributo castiga a los formales”, argumentó.
Eliminarlo, sin embargo, generaría un agujero fiscal. Para compensarlo, propuso un nuevo gravamen sobre el uso del efectivo. “Cuando ponés un impuesto al efectivo, el consumidor elige pagar con medios electrónicos, y eso obliga al kiosquero a formalizarse. Si querés formalizarlo con la actual estructura tributaria, lo fundís”, sostuvo.
La tercera pata del plan sería una rebaja impositiva a las Pymes, para facilitar su transición a la formalidad sin riesgo de quiebra. Según Álvarez Agis, su propuesta no busca recaudar más, sino redistribuir la carga. “Si la Argentina cobra $ 30 cada 100, yo digo: bajale 5 al formal y subile 5 al informal”, explicó.
En su visión, el esquema castiga al uso del efectivo, incentiva los pagos digitales y empuja a la economía hacia la transparencia.
La reacción de Milei
El presidente Milei reaccionó en su cuenta de X con una catarata de mensajes. “El que fue viceministro de Kicillof propone de modo abierto robarte el 10% de tus ingresos. Eso es el kirchnerismo: un ladrón que usa la ley para legalizar el robo”, escribió.
Más tarde, redobló la crítica: “Después de que Álvarez el Chorro te quiera robar en la boca del cajero, no creía que podía superarse. Me equivoqué”.
El ataque generó revuelo en el ambiente económico. Álvarez Agis respondió que el Presidente “citó la mitad del planteo” y recordó que su propuesta es “eludible”: quien no quiera pagar el impuesto puede usar medios digitales. “No aumenta la presión tributaria; la redistribuye”, aclaró.
Pero el debate trascendió las redes. El economista Pablo Gerchunoff defendió el derecho a discutir ideas sin convertirlas en insultos: “Álvarez Agis hace una propuesta para bajar la informalidad. No se le contesta con ideología ni con agravios”.
Según él, la medida funcionaría como un “corralito financiero voluntario”, lógico en una economía donde los pagos electrónicos ya están extendidos, y complementado con una baja de impuestos. “Se le puede responder que eso no reduce la informalidad, pero hay que discutirlo”, apuntó.
Debate entre economistas
Otros economistas fueron más escépticos. Fernando Marull, por ejemplo, replicó que la economía informal opera en efectivo por necesidad, no por preferencia. “¿Fuiste alguna vez a un cajero el día 1? Ahí opera la economía informal. Son los impuestos, no el efectivo”, escribió en X en respuesta a Gerchunoff.
En su visión, el efectivo desaparecerá solo, empujado por la tecnología y las nuevas generaciones. “En unos años los pibes no van a usar más billetes; será vía cripto. Pero la presión impositiva va a seguir”, anticipó.
“El impuesto a los débitos y créditos (o impuesto al cheque) es el impuesto más absurdo que tiene la Argentina: penaliza a quien mueve su dinero en blanco y favorece la evasión”, agregó, por su parte, el economista Matías Kulfas y agregó: Totalmente a favor de eliminarlo, como propone Emmanuel Álvarez Agis".
“La idea de poner un impuesto al uso de efectivo tiene como objetivo alentar la formalización. ¿Qué piensan que pasaría si te dijeran que extraer 1000 pesos del cajero te diera solo 900? Obviamente habría menos uso de efectivo, más pagos electrónicos y mayor formalización de la economía. Ese es el punto", cerró.
Más allá de la controversia, la propuesta de Álvarez Agis pone sobre la mesa una tensión estructural de la economía argentina: el peso del sector informal y la dificultad para ensanchar la base tributaria sin asfixiar la actividad. Hoy, según datos oficiales, más del 40 % del empleo es informal.
En ese contexto, un impuesto que castigue al efectivo podría ser visto como una manera de inducir la formalización “por las buenas”, aprovechando el avance de los pagos digitales.
El problema, advierten los críticos, es el costo político y social de penalizar un medio de pago todavía masivo entre los sectores populares. También está el riesgo de que un tributo de este tipo se interprete como un castigo a la clase media en efectivo, en un país con larga memoria de corralitos y confiscaciones.






















