La leyenda cuenta que un auto de alta gama entró en la cochera de la Municipalidad de Córdoba, allá por los primeros meses de 2012. Se bajó un joven y sacó del baúl dos pesados bolsos. Cuando el personal municipal ofreció colaboración para acarrearlos hasta el ascensor que lleva directamente a las oficinas del intendente, el muchacho se negó, se aferró a la carga y caminó a paso firme.
Desde esa época, la política de Córdoba conoce a Federico Máscolo como “Míster Músculo”.
Los cordobeses lo habían conocido unas semanas antes, cuando el flamante intendente capitalino, Ramón Javier Mestre, llegó a una función en el teatro Luxor, de Villa Carlos Paz, en un Porsche que era manejado por su amigo Máscolo.
Pero su meteórica carrera de empresario de la construcción había empezado antes de que su amigo llegara al poder municipal.
Máscolo comenzó quedándose con obras públicas en municipios, como por ejemplo el de San Francisco.
Después saltó a la Provincia, durante las gestiones de José Manuel de la Sota y de Juan Schiaretti.
En sus fiestas de cumpleaños, había intendentes, ministros, secretarios y casi toda el área de Obras Públicas de la Provincia y las de unos cuantos municipios.
Ese cruce de signos políticos y de amistades le servía a cada uno para endilgarle al otro la relación con “Míster Músculo”, como si el dinero con el que –según todos los indicios– se enriquecía el cada vez menos joven empresario fuese de los funcionarios y no del conjunto de los contribuyentes.
Por esas andanzas de la vida, Máscolo se pasó de rosca, salpicado por escándalos y sospechas de todo tipo. Jugado y acostumbrado a tomar el líquido de la invisibilidad de quienes se relacionan con el poder, hasta decidió dar de baja sus empresas constructoras que casi no hicieron otra cosa que hacer negocios con el Estado, en un contexto de una fuerte disputa familiar y cuestiones al parecer más que turbias.
Fue ahí cuando, a partir de algunas denuncias a las que nadie llevaba el apunte, sobre estafas con venta de vehículos, la Justicia se preguntó cómo era que, pese a estar inactivo, crecía tanto el patrimonio del exempresario.
Propiedades inmuebles en distintos puntos del país y en el exterior, sociedades en paraísos fiscales, vehículos de todo tipo hicieron que en los Tribunales federales de la ciudad de Córdoba le sacaran el ingenioso apodo de la política de “Míster Músculo” y lo reemplazaran por la concreta acusación de testaferro y lavador de dinero.
Está detenido desde diciembre, y en las últimas horas se conocieron los operativos que dieron con una importante cantidad de vehículos de alta gama, efectivo y armas. Se siguen sumando elementos para esa fortuna tan difícil de cuantificar y amasada en poco más de 15 años.
De los autos secuestrados, surgen un extraño triángulo y un elemento más que sospechoso: iban mutando de propiedad entre Máscolo, Javier Katz y el dueño de una concesionaria bonaerense, relacionado con el narcotráfico.
Un modelo
Todo indica que Máscolo es sólo un ariete de esa fenomenal estructura de corrupción que suele ser la obra pública. Y que representa, además, el modelo que se instauró en el siglo 21 a nivel nacional y derramó a las provincias y municipios: ya no hay una coima para una obra con sobreprecio, sino que el funcionario directamente monta sus empresas para quedarse con una tajada bastante mayor.
En el medio, de aquel empleado bancario llamado Lázaro Báez en la Patagonia a este joven contratista del Estado cordobés.
De Báez ya supimos por cuenta y orden de quiénes operaba. La Justicia federal tiene el desafío de contarnos quién o quiénes están detrás del “Míster Músculo” cordobés.
