Algunos dirán que están concentrados en la gestión. Otros afirmarán que están dedicados a controlar a quienes gestionan. No faltará quien simule estar proyectando la Córdoba del futuro. Ninguno dirá la verdad: las próximas tres semanas toda la dirigencia política –incluyendo a quienes aspiran a esa categoría desde un discurso anticasta– estará dedicada por entero a la rosca preelectoral.
Hay tiempo hasta el viernes 8 de agosto a las 9.30 de la mañana para inscribir alianzas electorales para las próximas elecciones legislativas del 26 de octubre. Luego, el 17 de agosto a las 24 deben estar presentadas las listas de candidatos.
Es poco tiempo el que queda para la conformación de un nuevo escenario, pero en Córdoba la forma final de ese rompecabezas todavía no está definida, porque faltan piezas clave. En estas tres semanas, todo puede cambiar.
La incógnita más importante de todas es si el exgobernador Juan Schiaretti encabezará la boleta del peronismo cordobés.
Todo el PJ considera que sí lo hará, pero todo indica que el exgobernador no se lo confirmó siquiera a su sucesor Martín Llaryora. Y es probable que su determinación sea un secreto de Estado hasta cerca del 17 de agosto. El problema es que esa decisión condiciona muchas de las definiciones que deben adoptar 10 días antes las otras fuerzas mayoritarias.
Llaryora y Schiaretti dan señales de no estar pensando sólo en Córdoba. La semana pasada hubo fuertes señales de la Región Centro; la sociedad política con el radicalismo y el socialismo santafesinos de Maximiliano Pullaro y Pablo Javkin es un hecho, y hay avanzadas gestiones con otros gobernadores. En primera instancia, para que sus diputados integren el bloque del medio.
En Córdoba, Schiaretti es hoy quien mejor mide en las encuestas como candidato individual, pero La Libertad Avanza es la fuerza que más chances tiene de ganar en octubre, sea quien sea su candidato. En torno de esas dos variables se define el escenario electoral, y por eso es tan relevante lo que defina Schiaretti como lo que resuelva el mileísmo.
Para La Libertad Avanza, ganar Córdoba por amplio margen es vital. No sólo porque aspira a quedarse al menos con cinco de los nueve diputados que se eligen, sino porque fue la provincia donde sacó el mayor porcentaje de votos de todo el país en el balotaje de 2023 y donde Milei sigue teniendo el mayor nivel de respaldo.
El camino hacia ese objetivo será definido por Karina Milei, quien deberá resolver si va con una lista de “puros” –como pretende el diputado Gabriel Bornoroni– o si conforma una alianza con un sector del PRO, la UCR y/o el juecismo.
Los libertarios tienen un candidato natural en Agustín Laje, el más intelectual de los mileístas en escena. El problema es que Laje no tiene ganas de ser diputado: prefiere concluir estudios en España y continuar su tarea de evangelización con el credo antiwoke de la extrema derecha internacional. Claro que todo cambiaría ante un expreso pedido presidencial.
Al diputado Bornoroni le pasa algo similar: sólo dejaría la banca en la Cámara Baja que ocupa desde hace 19 meses para candidatearse a otra banca en la misma Cámara Baja si Milei se lo pidiera (de paso, piensan en su entorno, sumaría una campaña publicitaria para consolidarse como candidato a gobernador en 2027).
En las últimas horas, el juecismo volvió a usar una frase similar: Juez no dejará el Senado para candidatearse a diputado, a no ser que se lo pida expresamente Milei si tiene que enfrentar a Schiaretti.
El Presidente lo dijo el martes en la misa libertaria que encabezó en Córdoba y su hermana Karina lo escribió en un mensaje el día después: piden lealtad total y verticalismo.
Nadie sabe bien en Córdoba quiénes terminarán integrando la lista, pero todos saben que eso se resolverá en Buenos Aires y que no habrá derecho al pataleo. A juzgar por el peso específico que el credo evangélico adquirió en La Libertad Avanza, se estima que la pastora Evelin Barroso –la única mujer en el elenco de Viva la Derecha Fest– estará en la lista. El resto va y viene.
De Loredo a la cabeza
La suerte de la intensa negociación que el diputado radical Rodrigo de Loredo mantiene con los libertarios para sellar una alianza electoral está doblemente condicionada: si se presenta Schiaretti, sus chances podrían subir; todavía más si Laje no es candidato.
Claro que esa negociación tiene otro condicionante mayúsculo: el radicalismo. Hay una interna partidaria para el 3 de agosto, judicializada pero todavía no caída, y un partido asediado por las fugas, las traiciones y la desconfianza generalizada. Un congreso partidario virtual habilitó al presidente de la UCR, Marcos Ferrer, a cerrar una alianza electoral siempre y cuando esta sea encabezada por un radical; es decir, por De Loredo.
Medio partido aceptó esa condición en un intento por empoderar a De Loredo en la negociación con los libertarios. La otra mitad lo hizo en la certeza de que los mileístas no le darán la cabeza de lista a un radical y apostando a que De Loredo deba liderar la alianza con un sector del PRO.
Pero hay otros radicales que consideran que todo lo decidido es inválido y también están quienes desconfían y piensan que –una vez aceptada una alianza con La Libertad Avanza– De Loredo terminará en el lugar de la lista que determine Karina Milei y que no habrá derecho al pataleo.
Mañana todas las partes deben concurrir a la Justicia. Hoy nada es más impredecible que lo que pueda suceder entre los radicales durante las próximas tres semanas.
La definición del PRO también está judicializada, mientras que la diáspora de exmacristas hace cola en La Libertad Avanza, busca una sociedad con la UCR o ya está incorporada al peronismo cordobés. Es el caso de Oscar Agost Carreño, quien pelea en la Justicia la presidencia del PRO, pero integra otra bancada y actúa como un llaryorista pleno. ¿Quién firmará una alianza en esas condiciones? ¿En nombre de quién?
¿Cuatro peronismos?
Más allá de la irresuelta postulación de Schiaretti, el peronismo también enfrenta la posibilidad de una inédita fragmentación. Natalia de la Sota sigue esperando una convocatoria de la conducción de su partido que no llega. Avanza en la conformación de una lista por fuera de Hacemos Unidos por Córdoba, pero no la lanza. Es otra de las decisiones condicionadas por la indefinición de Schiaretti.
El kirchnerismo, ahora bajo el sello Fuerza Patria Córdoba, tendrá lista propia y vive una definición convulsionada. El dominio de Gabriela Estévez y Pablo Carro está muy cuestionado, y es probable que haya una escisión y una cuarta lista vinculada a Juan Grabois y encabezada por Coti San Pedro.
La izquierda tendrá lista propia. Alfredo Keegan será candidato por Acción por el Cambio. Héctor Baldassi busca sello y es probable que lo encuentre. Aurelio García Elorrio ya largó la campaña. Agustín Spaccesi podría aparecer con una alternativa libertaria. Y varios espacios irrumpirán sorpresivamente: algunos por iniciativa propia; otros, mandados a dividir el voto del principal adversario. Son demasiadas cosas las que pueden cambiar en tres semanas.