“Nunca impulsamos las Paso en Córdoba y no somos nosotros los que cambiamos de posición. Son otros los que, por conveniencia, ahora las están reclamando. Son los mismos que en 2017 decían que había que eliminarlas”. Esto manifestó el diputado nacional Carlos Gutiérrez al marcar la posición del PJ cordobés sobre el debate abierto a nivel nacional por la eliminación de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias presidenciales.
La eliminación de las Paso aún no se debate en el Congreso, pero el diputado schiarettista apuntó a Juntos por el Cambio, en sintonía con la decisión del gobernador Juan Schiaretti de sentar posición.
La iniciativa es impulsada por algunos gobernadores peronistas que integran el Frente de Todos, liderado por Cristina Kirchner.
Las Paso fueron creadas por el kirchnerismo después de las elecciones legislativas de 2009, cuando el Frente para la Victoria fue derrotado por el extrapartidario Francisco de Narváez. Con las primarias, el expresidente Néstor Kirchner buscó entonces ponerle un muro de contención a una eventual dispersión del PJ.
Ahora, como las Paso pueden ser una herramienta de unidad para la oposición, una parte del peronismo quiere suprimirlas.
Fueron creadas por un interés electoral particular y, si son abolidas, será por el mismo motivo. ¿La institucionalidad? Bien, gracias.
Schiaretti salió a jugar fuerte a favor de la propuesta de suspender las primarias. También lo hizo el santafesino Omar Perotti, entre otros gobernadores.
Es cierto que el PJ local nunca impulsó las Paso en Córdoba. Pero también se vio beneficiado por ello: en los 24 años que cumplirá en el poder provincial, el peronismo se benefició con la perdurable división de la oposición. Jamás le daría una herramienta para unificarse. Puro pragmatismo político.
No obstante, la supresión de las Paso nacionales podría no ser innocua para el PJ cordobés.
El Frente de Todos cuenta con un número ajustado en Diputados para sancionar leyes y necesitará del schiarettismo para eliminar las Paso.
Si los schiarettistas votan con el kirchnerismo, el PJ provincial podría pagar un costo político. Los referentes opositores ya adelantaron los cuestionamientos en ese sentido.
El propio Schiaretti se cuidó mucho en los últimos tres años de no quedar pegado al Frente de Todos. De hecho, es el único gobernador peronista que casi siempre se paró en la vereda de enfrente.
El pronunciamiento de los schiarettistas genera inquietud en el entorno del intendente Martín Llaryora, el candidato a gobernador no oficializado del PJ.
Los llaryoristas muestran encuestas que indican que los cordobeses tienen otras preocupaciones más importantes que las Paso. “La gente está tan enojada por la situación económica que se pondrá contenta si le sacan la obligación de ir a votar en las internas de los partidos”, razonó un llaryorista puro.
Falta conocer cuál será la reacción de los cordobeses si eventualmente los tres diputados schiarettistas son vitales para concretar lo que impulsan los K, que no es otra cosa que cambiar las reglas de juego antes de las elecciones presidenciales.
En beneficio propio
Detrás de la decisión de Schiaretti de oponerse a las Paso, también hay un interés personal. El gobernador aspira a buscar una proyección nacional armando un nuevo espacio que incluye a radicales y a peronistas no kirchneristas.
Ese proyecto –aún incipiente– no tiene chances de prosperar si las principales coaliciones no se dividen.
Esa es la raíz del interés del gobernador de que desaparezcan las primarias. Sería un barajar y dar de nuevo, sobre todo para la oposición.
En ese río revuelto, Schiaretti espera pescar algo para su proyecto nacional, que aún no tiene músculo.
En este contexto, el gobernador encontró un freno inesperado para asomarse en el escenario nacional. La derrota electoral en Marcos Juárez, pero sobre todo los problemas en su gestión que lo obligaron a “reestructurar” su gabinete, no le dan espacio para mirar hacia fuera de Córdoba.
El PJ tiene habilidad y experiencia en tratar de transformar una situación problemática en un relanzamiento de gestión. José Manuel de la Sota fue un gran estratega en ese sentido.
El oficialismo creó un clima casi festivo el martes pasado, en el acto de asunción de cuatro nuevos ministros.
Los cambios fueron obligados, no para poner “a la organización del Gobierno provincial acorde con los tiempos que corren”, como argumentó el gobernador en su discurso.
El traumático caso de los bebés fallecidos en el hospital Neonatal eyectó del cargo al ministro de Salud, Diego Cardozo, cuya imputación en la causa judicial era sólo cuestión de tiempo. Sucedió el lunes pasado.
Esta semana, la “oxigenación” del gabinete se produjo para sacar del centro de la atención pública y política al hasta entonces ministro de Seguridad, Alfonso Mosquera, jaqueado por el caso de Blas Correas, el joven asesinado por policías.
Schiaretti busca saltar al escenario nacional. Pero en el último mes se le movió el piso en su territorio, que parecía firme.
