“Se pueden hacer muchas especulaciones, pero hay algo que ‘el Gringo’ no hará jamás: romper una regla de oro del PJ provincial”, arrancó su razonamiento un exfuncionario schiarettista que se reúne a menudo con Juan Schiaretti, por estos días, el centro de especulaciones a nivel local y nacional, sobre su futuro político inmediato.
Tras un mes de enero de descanso, luego de ocho años de gestiones consecutivas, Schiaretti volvió a moverse haciendo política, mostrándose poco en público.
Como la mayoría de los dirigentes políticos y analistas, el exgobernador también se sorprendió con la irrupción del fenómeno Javier Milei, ya sentado en el sillón de Rivadavia, en la Casa Rosada.
“Fue como un ladrillazo en un espejo de aguas tranquilas”, dicen que suele graficar el exgobernador el estilo de ejercer el poder que aplica el presidente de la Nación, que se autodefine como “anarcocapitalista”.
Schiaretti nunca se alejó demasiado del escenario político cordobés y nacional. En eso se diferenció de su exsocio político, el fallecido exgobernador José Manuel de la Sota, quien cada vez que quedó en el llano, para no interferir con su sucesor, solía emprender un largo viaje por el exterior.
El exgobernador permaneció en Córdoba, pero con la consigna de no romper “la regla de oro” a que se refirió en estricto off uno de sus exfuncionarios: no interferir en las decisiones de su sucesor Martín Llaryora.
“El que gobierna, toma todas las decisiones de gestión y también conduce el espacio político”, pregona Schiaretti. Ahora lo lleva a cabo, alejado del poder.
Hay una pequeña corrección histórica. La regla del PJ cordobés, que siempre aplicaron De la Sota y Schiaretti, es que “quien gobierna, también conduce al partido (el peronismo)”.
En realidad, ahora el PJ ya no es el partido gobernante. El oficialismo es una coalición, a la que el gobernador Llaryora bautizó como el “partido cordobés”. Aunque el peronismo sigue siendo la columna vertebral.
Se trata de un evidente artilugio verbal para tomar distancia del PJ, con el objetivo de atraer a nuevo socios locales, como radicales, exmacristas y vecinalistas.
“Los periodistas se sorprendieron de que ‘el Gringo’ no fuera a Río Cuarto para participar de la campaña, pese a que tiene una alta imagen en esa ciudad. No lo hizo porque esa es una responsabilidad de Martín (Llaryora), como gobernador y líder político en Córdoba”, aclaran desde el entorno del exgobernador.
Schiaretti se asomó el fin de semana a la campaña riocuartense, con un spot publicitario de apoyo al candidato oficialista Guillermo de Rivas.
Ahí terminó su aporte. No irá al cierre de la campaña, ni tampoco aparecerá en el palco de los festejos, si el PJ retiene el poder en la capital alterna provincial.
Sus dirigentes más cercanos aseguran que Schiaretti mantiene un “contacto permanente” con Llaryora. No obstante, es estricto en su postura: sólo hace algunas sugerencias en privado, cuando el gobernador le pide opinión sobre algún tema.
Al menos fuentes schiarettistas cuentan que Llaryora habría sido receptivo de un consejo que le habría dado el exgobernador, durante el verano pasado. “No es momento de enfrentarte con el Presidente”.
En los hechos, el gobernador modificó su postura. Desde abril pasado se muestra dialoguista con la Casa Rosada. No se sabe si por convencimiento propio o por el consejo de su antecesor.
Armado de centro
Schiaretti tenía pensado reaparecer en el escenario político nacional, en marzo pasado, una vez que estuviera aprobada lo que fue la “ley ómnibus”.
Las peleas políticas en el Congreso, con el irascible presidente Milei, a la hora de negociar, y una oposición incómoda y dividida, estiraron la discusión de la norma. Ahora es mucho más acotada la Ley Bases, a la que le falta la última revisión de la Cámara de Diputados, que sería la semana próxima.
Las negociaciones en el Congreso fueron tan prolongadas que obligaron a Schiaretti a salir a mostrarse, sin la primera ley aprobada en este mandato libertario: en abril pasado, en una conferencia en una universidad en Nueva York, y dos semanas atrás, en una reunión con los diputados Miguel Ángel Pichetto y Florencio Randazzo.
En línea con el preconcepto de no interferir con su sucesor, Schiaretti mantiene reuniones (más privadas que públicas) con dirigentes locales y nacionales. Su objetivo político es construir algo que intentó el año pasado, con su candidatura presidencial: un espacio nacional moderado de centro, alejado de los extremos que hoy representan Milei y Cristina Fernández de Kirchner.
Con la sanción de Ley Bases, el exgobernador acelerará sus visitas a Capital Federal para reunirse con dirigentes con los cuales tiene contactos, desde hace tiempo: los radicales Facundo Manes, Martín Lousteau, Gerardo Morales; Horacio Rodríguez Larreta, y sobre todo, con gobernadores peronistas que buscan despegarse de Cristina Kirchner.
Schiaretti está convencido de que el plan económico de Milei tendrá éxito en el corto plazo en el combate contra la inflación. Pero tiene dudas a largo plazo, al considerar que no hay un programa productivo en marcha.
Sin decisión
Por estos días, el mayor interrogante que rodea al exgobernador es cuál será su rol el año que viene, cuando haya elecciones legislativas nacionales.
Por el momento, Schiaretti se concentrará en el armado del espacio nacional, sin dar pistas sobre si encabezará la boleta de candidatos a diputados nacionales del oficialismo provincial, como es el deseo del gobernador Llaryora.
“No esperen de él decisiones sorprendentes. Su mayor valor es la credibilidad. Es un dirigente confiable, es lo que dicen los sondeos de opinión. Y no es poco en este contexto de descreimiento”, aseguró otro schiarettista que estuvo en los últimos días con el exgobernador, que este miércoles cumplió 75 años.
La referencia pareció destinada a la versión que difundieron algunas fuentes llaryoristas, en el sentido que para alimentar sus chances nacionales, Schiaretti se postularía en Capital Federal, donde el año que viene se eligen diputados y senadores nacionales.
Legalmente estaría avalado para competir electoralemte, ya que el exgobernador es propietario de un departamento en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), desde hace un par de décadas.
“Son travesuras de algunos pícaros”, dicen que Schiaretti reaccionó en los últimos días, tratando de no darle entidad al rumor que surgió de dirigentes cercanos al gobernador Llaryora.
En privado, Schiaretti no se muestra entusiasmado de volver a ser diputado nacional. Aunque tampoco lo descarta, si fuera necesario que su presencia en el Congreso sirva para incrementar su aspiración de proyección nacional.
Será una decisión que el exgobernador tomará el año que viene. Por ahora, no hablará del tema electoral.
El propio gobernador Llaryora ha dicho de manera pública que su antecesor debe ser candidato presidencial, dentro de tres años.
Entre sus íntimos, Schiaretti es cauto. Está dispuesto a ser un referente nacional del armado del centro moderado, pero ahora no se ve como candidato presidencial, en el lejano 2027.
