“Ni estamos unidos ni somos el cambio”. La frase la lanzó el lunes por la noche un dirigente cercano a Patricia Bullrich y es una admisión del nivel de degradación que tiene Juntos por el Cambio, la marca que en 2019 reemplazó a Cambiemos y que exhibe un nivel de desorden interno que se parece mucho a un fin de ciclo, cuando quedan menos de 20 días para la presentación de candidaturas nacionales.
“Hace tres meses que, por la pelea entre Horacio (Rodríguez Larreta) y Patricia (Bullrich), estamos en caída”, amplió la autopsia a cielo abierto Gerardo Morales, el principal impulsor, junto con Rodríguez Larreta, de que el gobernador Juan Schiaretti se convierta en un aliado del espacio opositor.
Con su movida, Morales logró que la UCR de Córdoba –la cual preside en última instancia como cabeza de los radicales de todo el país– emitiera un comunicado que rechaza de manera tajante su idea amplificadora. La contradicción llega a límites insondables: en Córdoba, se amenaza con desafiliar a los radicales que se pasaron a la coalición que encabeza el peronismo, pero a nivel nacional el presidente del partido anima una sociedad con quien lidera el espacio que aquí se queda con sus dirigentes.
Morales dejó entender que, mientras Juntos por el Cambio no para de caer en la consideración ciudadana, Javier Milei acrecienta su potencial de seguro competidor para la segunda vuelta. El libertario se frota las manos. En las últimas semanas, Milei casi no ha tenido apariciones públicas. Engorda a cuenta de la interna de Juntos por el Cambio. Un negocio redondo por donde se lo mire.
Schiaretti, en el centro de la escena
Termine como termine el affaire con Morales y con Rodríguez Larreta –del que también participan Elisa Carrió y Miguel Pichetto–, Schiaretti ya ganó. El gobernador se asomó a la escena nacional y terminó siendo protagonista. Para elevar su precio de mercado, el titular del Panal se apoya en un contexto que lo favorece y en el que siempre creyó: la depredación interna de Cambiemos.
Más allá de cómo concluya la jugada, el gobernador cordobés facturó en 48 horas lo que José Manuel de la Sota no logró en sus intentonas de posicionamiento nacional. Schiaretti es más conocido hoy que el viernes. Hay argentinos que se preguntan qué tiene el cordobés y por qué para una porción grande de Juntos por el Cambio es estratégico. Ese interrogante era una fantasía días atrás. La secuencia es lógica y simple: el interés genera conocimiento y sólo el conocimiento hace posible que una preferencia se convierta en voto positivo.
Juez se mostró ayer como víctima de sus socios nacionales. El incómodo candidato a gobernador debió viajar de urgencia a Buenos Aires a intentar salvar una postulación a la que dos de sus principales socios parecen dispuestos a sacrificar en nombre de una causa nacional mayor.
Es extraño: Juez pasó de tener el apoyo de todos los referentes nacionales a este presente de supervivencia que amenaza con vaciarlo de discurso para el tramo final de la campaña. ¿Cómo cuestionar lo hecho por quien tus socios quieren ahora de amigo? Ironías de la política: Juez inició este proceso de la mano de Larreta y distanciado de Macri, pero tal vez termine siendo el expresidente quien lo sostenga con su apoyo para llegar al 25 de junio.
La necesidad de Larreta y de Morales también es la necesidad de Bullrich y de Macri. Sólo que a la dupla de halcones este movimiento no le conviene. Si lo moderado se impone internamente, el juego de ellos dentro del espacio está terminado. Moderar el discurso es perder terreno. Bullrich se opone a Schiaretti como una forma de autopreservación. Se ve cerca de ser presidenta y está convencida de que esta movida , si se concreta, se transformará en algo parecido a un final de juego. “Vienen por mí”, se la escuchó decir durante el fin de semana.
Algo parecido piensa Macri sobre el futuro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ese bastión macrista es el eje central de la puja Larreta-Bullrich. El expresidente ve en la candidatura de Lousteau, socio de Larreta y de Morales, una amenaza concreta de extinción política en los términos con que se lo conoce ahora.
La jugada de Schiaretti tiene como combustible el crecimiento de Milei. Es ese factor y no otro es el principal motivo por el cual Larreta decidió sacrificar las chances electorales de Juez en Córdoba. El senador ya padeció un primer golpe cuando Rodrigo de Loredo optó por la candidatura capitalina y desarmó la promocionada “fórmula del fernet”. No esperaba otro sopapo extra y menos de Larreta, su promotor.
El riesgo de que Bullrich deje Juntos por el Cambio y se acople a Milei es concreto. Como nunca antes, el juego está abierto. La posibilidad de autodestrucción de Juntos por el Cambio ya está a la vista de quien quiera ver.
