No tienen ningún vínculo. Y en privado, dicen que se denuestan. Sin embargo, por estos días, al gobernador Juan Schiaretti y al presidente Alberto Fernández los une una preocupación: las protestas callejeras de los movimientos piqueteros, que todo indica aumentarán en los próximos meses.
Los cortes de calles generan mucho malhumor social, un dato que no es menor para ningún gobernante.
La realidad de los movimientos sociales es distinta en Córdoba y a nivel nacional. Pero hay algo que es común en los dos ámbitos: las organizaciones de izquierda son difíciles de controlar.
Para preocupación de los oficialismos, ahora se les pueden sumar los sectores que se referencian en Cristina Kirchner: los denominados cristinistas duros.
Tanto en el Centro Cívico como en la Casa Rosada admiten que hay dos factores que llevan a pronosticar que se puede incrementar la conflictividad callejera: la inflación imparable, especialmente en los alimentos. Hay un segundo elemento de análisis que es más político. El probable acuerdo con el FMI será resistido en las calles por las agrupaciones piqueteras de izquierda y las cristinistas.
Se podría escribir un libro sobre las diferencias entre el gobernador y el Presidente. Sin embargo, hay otro hilo común en la estrategia de contención social con los piqueteros. Ambas gestiones tienen un acuerdo político con el Movimiento Evita, la organización más convocante a nivel nacional y también en Córdoba.
Una influencia en la gestión que los líderes nacionales del “Evita”, Emilio Pérsico y Fernando “el Chino” Navarro, lograron construir en las calles, pero también al calor del poder de turno.
Los dos dirigentes sociales, con cargos en el Gobierno nacional, rompen un récord de pragmatismo político difícil de igualar: son schiarettistas en Córdoba y albertistas en el ámbito nacional.
Dos características que llevan a que Pérsico y “el Chino” Navarro encabecen la lista de los dirigentes que son más rechazados por la influyente vicepresidenta de la Nación.
Adelantado
Schiaretti fue un adelantado en acordar con los piqueteros. En su anterior mandato (2015-2019), logró sumar al Movimiento Evita a las filas del oficialismo provincial, con cargos para dirigentes sociales en la entonces Secretaría de Equidad que conducía Alejandra Vigo.
Por su parte, Alberto Fernández se respaldó en esta agrupación desde el primer momento de su gestión. Pérsico es el virtual viceministro de Desarrollo Social, antes con el massista Daniel Arroyo, y más ahora con el albertista Juan Zabaleta.
Es más, el Movimiento Evita, junto a la CGT nacional, los gobernadores peronistas más tradicionales y varios intendentes del conurbano, son la base de sustentación de un intento por consolidar una estructura propia del albertismo, que será más visible en los próximos meses.
También hay en Córdoba dirigentes como Carlos Caserio, futuro vicepresidente del Banco Nación, el villamariense Martín Gill y unos 50 intendentes del interior que trabajarán para construir el albertismo en el distrito más esquivo para el gobernante Frente de Todos.
Si finalmente se aprueba en el Congreso el acuerdo con el FMI, los albertistas esperan impulsar un relanzamiento de la gestión nacional.
Es una obviedad, pero Schiaretti no participará de esa movida política. Es más, el gobernador se mantendrá lejos de cualquier esquema con olor a kirchnerismo.
Los dirigentes locales del “Evita” tienen una postura clara. No sacarán los pies del plato de la agrupación nacional, pero en Córdoba ya eligieron: se mantendrán con el gobernador.
Esto generó ruido en la pasada campaña electoral. Carlos Caserio, entonces candidato a senador con respaldo del Gobierno nacional, cuestionó de manera pública al Movimiento Evita por jugar con Schiaretti, quien decidió competir en las urnas contra el Frente de Todos.
Puertas cerradas
En este contexto, en el Centro Cívico ven con inquietud que se hayan cerrado casi todas las puertas de los ministerios nacionales luego de las duras críticas del gobernador en contra de la Casa Rosada.
La cartera social provincial tenía un muy buen vínculo con la nacional, especialmente en tiempos de la gestión de Daniel Arroyo.
Ahora, el ministro de Desarrollo Social de Córdoba, el schiarettista Juan Carlos Massei, deberá apelar a la mediación de los dirigentes nacionales del “Evita” para conseguir los programas nacionales.
Esos dirigentes/funcionarios tienen mucha injerencia en el manejo de los planes destinados a los desocupados.
En un contexto de alta inflación, la conflictividad social puede escalar a la par de los precios de los alimentos. Una inquietud que hoy atraviesa al Presidente y al gobernador, paradas en veredas políticas opuestas pero ambos mirando con preocupación los reclamos callejeros, que generan malhumor social.
