“¿Qué me une a José Manuel? Dos cosas: el convencimiento de que la política no es para cagones y que a este país le hacen falta ideas nuevas”. Así respondía el entonces candidato presidencial Sergio Massa el 11 de septiembre de 2015, ante la consulta por sus coincidencias políticas con el entonces gobernador José Manuel de la Sota, a quien acababa de derrotar en las Paso dentro del espacio UNA, que ambos habían creado.
Massa viajaba apurado desde la localidad de Sinsacate hacia el aeropuerto Córdoba para regresar a Capital Federal, luego de acompañar a De la Sota en el acto de inauguración de la escuela número 500 de las gestiones provinciales peronistas.
Con un término más soez, el entonces presidenciable hablaba del “coraje” que había que tener para encarar desafíos políticos.
Es probable que el ahora flamante ministro de Economía de la Nación no recuerde aquella definición ni aquel acto con De la Sota en Sinsacate, en el cual también estuvo Juan Schiaretti, en su condición de gobernador electo. Pero sus íntimos cuentan que en la madrugada del jueves de la semana pasada utilizó una frase similar para cerrar una arenga a su equipo, luego de comunicar que había aceptado el ofrecimiento del presidente Alberto Fernández de hacerse cargo del potro indomable que parece ser la economía nacional. “Ahora a trabajar, que esto no es para cagones”, lanzó.
El nuevo ministro de Economía tiene dos desafíos: en lo inmediato, “tranquilizar” las variables económicas, según el lenguaje del exministro Martín Guzmán. Y a mediano plazo, pensando en su anhelo personal nunca archivado, ser el primer ministro de Economía en convertirse en presidente de la Nación.
La historia no juega a favor de Massa. No hay antecedentes históricos de que un titular de Hacienda haya sido votado para convertirse en jefe del Estado.
En los últimos días, a Massa se lo comparó con Domingo Felipe Cavallo, el cordobés que intentó llegar a la presidencia luego de su paso por el Ministerio de Economía durante el mandato de Carlos Saúl Menem.
Son casos opuestos. Cavallo era un reconocido economista que se convirtió en político luego de su paso por el Palacio de Hacienda. Massa es un político que intentará fortalecer su chances de ser presidenciable desde la cartera más inestable del Gobierno nacional.
Futbolero como pocos, el exjefe de Gabinete de la Nación sabe que todo dependerá de los resultados. Si logra encaminar la crisis económica, su futuro político se agigantará. Si le va como a sus antecesores, será un político más que queda en el camino.
No obstante, si Massa asumió el compromiso de hacerse cargo de la economía en un contexto de crisis, es porque está convencido de que es el camino más directo para cumplir su sueño presidencial.
Las aspiraciones políticas de Massa son válidas, pero hoy son imposibles de calibrar. Hay que esperar la evolución del plan económico que puso en marcha.
Así de simple y así de complicado es el desafío que afronta el también exintendente de Tigre.
Interna oficialista
La foto del martes pasado con Cristina Kirchner fue un aval silencioso de la influyente vicepresidenta para el nuevo ministro.
No es poco, pero tampoco tanto. A Massa le hubiera gustado que la jefa política del Frente de Todos estuviera en la primera fila en el acto de su juramento, en el Museo del Bicentenario.
De todos modos, el fin de semana pasado, cuando ya era el confirmado ministro, Massa les anticipó a sus colaboradores lo que iba a ocurrir. “No tendré el respaldo público de Cristina, pero sí gestos que no tuvo Silvina (Batakis)”. Se refería a la foto que se produjo el martes pasado, 24 horas antes de asumir, en la oficina de la presidencia del Senado.
El paraguas de Cristina Kirchner es indispensable para Massa en estos primeros pasos. Aunque no tiene garantía de que será permanente. Otra vez la regla futbolera: dependerá de los resultados.
Más aún. Si le va bien en su gestión y se convierte en un socio fortalecido dentro del Frente de Todos, nadie le garantiza a Massa que el cristinismo duro no intente erosionarlo cuando en el oficialismo pierdan el temor de haberse asomado al precipicio de una profundización de la crisis económica.
Todo es posible en un país imprevisible. Y en una interna oficialista siempre en ebullición.
Massa y su equipo hoy piensan a corto plazo. Saben que no tendrán mañana en la política si la economía sigue esta marcha decadente.
El nuevo ministro tiene que enfrentar la preocupante realidad de la economía. Y también debe pelear contra la historia. Nadie cruzó en alfombra roja desde el Palacio de Hacienda a la vecina Casa Rosada.
