A sus 50 años, Sergio Massa ha cumplido con la mayoría de los requisitos para ser considerado un político argentino con viejas mañas. Ha hecho promesas a sus electores para luego ir en sentido contrario, ha brincado de un jardín a otro según donde iluminara mejor el sol, saltó de un partido que proponía jibarizar al Estado a otro que coloca el Estado como centro, y se ha valido del Estado para su crecimiento político personal y para acomodar a familiares y a seguidores.
La última pirueta de Sergio Massa
Su última pirueta lo muestra en el aire, tratando de caer lo mejor parado posible en esta tormenta que tiene a maltraer a la administración del presidente Alberto Fernández. Es el hombre de la semana. Ha conseguido instalar su nombre como el centro de las expectativas políticas y económicas hasta que se revele si esta vez, sí, va a dejar la presidencia de la Cámara de Diputados para ponerse el traje de nuevo hombre fuerte en el gabinete nacional.
Mientras se termina de decidir si Massa será superministro de Economía, jefe de Gabinete o el nuevo prestidigitador que pasará a mover los hilos que atan a Alberto Fernández, vale la pena recordar las promesas que el tigrense realizó en diversas oportunidades sobre que jamás volvería a darle la mano al kirchnerismo.
En 2013, cuando ya hacía cuatro años que había dejado de ser jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Fernández, expresó en un comunicado: “Yo no tengo nada que ver con La Cámpora, Guillermo Moreno y D´Elía, y me siento orgulloso de eso”.
En 2014, cuando habló en el congreso de Idea, en Mar del Plata, criticó a los K por creer “que sólo se puede gritar o agredir. Otros creemos que se puede proponer, plantear ideas, contar cuál es la Argentina que viene en materia de seguridad, de educación, de lucha contra el narcotráfico”.
En 2015, cuando ya se presentaba como precandidato presidencial para las elecciones que terminó ganando Mauricio Macri, Massa se proponía como la nueva esperanza blanca del peronismo y llamaba “a desafiar el poder, jubilar a la eternidad a los Insfrán y al kirchnerismo de Santa Cruz”.
Ese mismo año, le aconsejaba al por entonces precandidato presidencial peronista: “Si Daniel Scioli quiere hacer algo por su candidatura, lo que tiene que hacer es sacarse de encima al kirchnerismo”.
Y agregó, en una entrevista televisiva que dio 15 días antes de las elecciones de octubre: “Yo no quiero que el kirchnerismo siga. El 70 por ciento de la población argentina no quiere que siga el kirchnerismo. Yo no creo que la Argentina se merezca esta prepotencia, que este sectarismo sea el dominante en la política argentina”.
En la siguiente entrevista, elevó su afirmación y apuntó directamente contra la situación judicial de Cristina Fernández: “Yo con el kirchnerismo no voy ni a la esquina, porque van a las elecciones en busca de fueros. Lo único que tiene el kirchnerismo que explicar son campos, hoteles, aviones”.
La navaja sobre la que caminará
En este camino, Massa repitió el trayecto discursivo de su predecesor en la jefatura de Gabinete, Alberto Fernández, quien también desde el llano comenzó a atacar fuertemente a la presidenta.
Luego de todas sus declaraciones tajantes sobre la imposibilidad de reconciliarse con el kirchnerismo, Massa, quien empezó su carrera política como seguidor de Álvaro Alsogaray en la derechista Ucedé, terminó privilegiando sus intereses coyunturales sobre los principios antikirchneristas que había proclamado tantas veces antes.
Luego de haber coqueteado en 2018 con integrar una tercera opción superadora de la grieta política, el grupo Alternativa Federal, que sumó a figuras como el cordobés Juan Schiaretti, Michel Piccheto, Manuel Urtubey y Roberto Lavagna, Massa acabó traccionado al año siguiente por la jugada de Cristina Fernández, cuando eligió un candidato presidencial delegado: Alberto Fernández.
Hoy Massa parece dispuesto a caminar por el filo de esa navaja.
Está entre repetir la desventura sufrida por Alberto Fernández –quien pasó de crítico a elegido y, finalmente, a despreciado por Cristina Fernández– o dar un salto que, sueña, puede depositarlo en la presidencia si consigue tranquilizar el caos económico de la Argentina actual.
Apuesta a hacer valer sus mejores vínculos con el establishment económico, su mejor imagen internacional y sus contactos en el mundo de los medios de comunicación porteños, que lo presentan como una figura siempre expectante. El peronismo del interior, los intendentes del cfonurbano, los sindicalistas están buscando un líder para 2023, y Massa quiere ser el héroe que levante el dedo que les señale hacia dónde deberían caminar.
