“Hace rato que ‘el Gringo’ dejó de ser peronista”, es la frase que escuchan de Cristina Kirchner los cordobeses que la visitan, en referencia a Juan Schiaretti.
La expresidenta está convencida de que será la próxima titular del PJ nacional, con o sin las internas programadas para el 17 de noviembre.
Cristina Kirchner cree que el gobernador bonaerense Axel Kicillof no la desafiará –como algunos esperan– con la candidatura del gobernador riojano Ricardo Quintela.
La exvicepresidenta de Alberto Fernández concurre todos los días al Instituto Patria, donde mantiene reuniones permanentes con peronistas de todo el país.
Los bonaerenses son mayoría entre los que están en la sala de espera para ingresar a la oficina que ocupa en la fundación política que inauguró en abril de 2016, a pocos meses de dejarle el poder a Mauricio Macri.
En las horas previas a que se defina si tendrá o no rival en la interna, CFK se mueve como si ya fuera la conductora del peronismo nacional, al que calificó hace pocos días de “partido torcido”.
“Al peronismo hay que enderezarlo entre todos, para que vuelva a ser una opción de poder a esta catástrofe”, es otra frase que usa particularmente en los últimos días.
No hace falta preguntarle a quién se refiere. Sus interlocutores tienen claro que su drástica definición apunta a la gestión libertaria del presidente Javier Milei.
La expresidenta nunca se interesó por presidir al partido. Su única preocupación fue siempre conducir al poderoso peronismo bonaerense, la columna vertebral de su poder electoral.
Ahora, en cambio, con cada peronista del interior que recibe, se interesa por la situación del partido en los distintos distritos del país.
Es lo que sucedió el lunes pasado, cuando recibió al legislador cordobés Federico Alesandri y al intendente de Leones, Fabián “Pipi” Francioni.
Se sabe el concepto que Cristina Kirchner tiene de Schiaretti. Sobre el gobernador Martín Llaryora habla poco. Aunque opina que “varios gobernadores peronistas” le hacen el juego a Milei.
El foco de su inquina son el tucumano Osvaldo Jaldo y el catamarqueño Raúl Jalil. A ambos, sin eufemismos, directamente los acusa de “traidores”.
También es crítica de la postura dialoguista que tienen otros mandatarios peronistas, como el salteño Gustavo Sáenz y el misionero Hugo Passalacqua.
Para la expresidenta, Llaryora está en un gris, entre los supuestos traidores y los dialoguistas. Sus escasas referencias a quien gobierna el segundo distrito electoral más grande del país denotan cierto desdén de la expresidenta hacia el nuevo mandatario cordobés.
Cristina está al tanto del plan de Schiaretti (y que apoya Llaryora) de construir un nuevo espacio político nacional: Hacemos.
Hay una única coincidencia entre Milei y ella: odian los grises. Por eso ambos alimentan la polarización política.
Cuando se convierta en presidenta del partido nacional, Cristina Kirchner hará una convocatoria amplia a todo el peronismo.
“El que quiera estar, bienvenido, incluso con críticas constructivas para debatir. El que está en otro espacio, no tiene lugar en el peronismo”, repitió en los últimos días la expresidenta. No dio nombres, tampoco hizo falta. Se sabía: hablaba de Schiaretti.
Ruido interno
Llaryora y Schiaretti ni se interesan por conocer lo que la expresidenta piensa de ellos. Tienen otros planes, alejados de la pulseada por la conducción del PJ nacional. Máxime si la sigue hegemonizando el kirchnerismo.
El gobernador piensa con obsesión en el 2027. Sabe que su reelección no será un paseo, como no lo fue el ajustado triunfo del año pasado. Aunque faltan tres años, un siglo para el cambiante escenario político cordobés.
Mientras tanto, Schiaretti trata de cosechar a nivel nacional lo que sembró el año pasado, cuando fue candidato presidencial.
Con esos objetivos, tanto para el gobernador como para su antecesor, cuanto más lejos de los K, mejor.
No obstante, en el oficialismo provincial hay algunos indicios que alertan a algunos peronistas. Llaryora no estaba tan convencido de asistir el jueves pasado al acto por el Día de la Lealtad Peronista que organizaron el intendente Daniel Passerini y la senadora Alejandra Vigo. Schiaretti pegó un anunciado faltazo.
Finalmente, el gobernador cerró el acto con un discurso bien peronista y cantando “la Marcha” bien fuerte, para envalentonar a la militancia peronista.
Hubo una ausencia. Natalia de la Sota no fue invitada. La diputada nacional es la dirigente oficialista que más viene reclamando por lo que considera una “desperonización” de las coaliciones gobernantes de la provincia y de la Capital.
La legisladora también marcó un límite en el bloque de diputados de oficialistas cordobeses: será opositora a los libertarios, siempre.
Esta postura parece que la alejó del oficialismo local, y del acto del jueves en el club Unión San Vicente. La hija del fallecido exgobernador José Manuel de la Sota fue sondeada tanto por los K como por operadores de Quintela para que juegue en la interna nacional.
La diputada no se meterá en la pelea nacional, pero parece dispuesta a jugar fuerte en la interna del oficialismo cordobés.
De la Sota está a favor de que haya una apertura a dirigentes de otros espacios. “Mi padre fundó esta estrategia”, se la escucha decir. Y reclama que el PJ sea la columna vertebral de la coalición gobernante.
Un matiz que no pocos peronistas pregonan en el cordobesismo.