Imposible de imaginar cómo se desplegará el escenario de acá a las elecciones primarias de agosto, hasta octubre, a fin de año. Córdoba, además, tendrá antes su propia elección. No sabemos aún la fuerza del golpe en la economía real que asestará la sequía. La moderación fiscal se terminó en marzo y de cara a la campaña, todos los agentes admiten que habrá más emisión.
Mucha, quizás. Las reservas del Central siguen mermando y muchos dudan de que Sergio Massa llegue a diciembre sin devaluar más allá del goteo diario.
Es un año muy complejo. Incertidumbre, inflación, inseguridad. “Hay una ‘triple i´ que a los argentinos nos está quitando el sueño, lo que la gente está viendo es un deterioro sin precedentes en su calidad de vida, es muy difícil vivir así y eso nos está volviendo locos”, advierte el especialista en consumo, Guillermo Oliveto.
El cuadro de situación es preocupante. Con una inflación literalmente corriendo a más del 100% anual y un horizonte tan incierto en el corto plazo, la sensación es de estar a punto del jaque mate. Los salarios en el 2022 cerraron con una variación del 90,4%, por debajo del 94,8% de la inflación general.
Pero no todos hacen la misma cuenta: los privados registrados perdieron algo menos (93,8%); los empleados públicos le ganaron levemente (99,4%), pero los informales perdieron como en la guerra, con una variación de apenas el 65% según el Índice de Salarios del Indec.
La conflictividad en la calle es cada vez más variada: ya no protestan sólo las organizaciones sociales. Salen a la calle los maestros, los médicos y los vecinos en reclamo de una seguridad porque se ha vuelto imposible hasta dormir en paz en tu casa.
“Los contratos, incluyendo los acuerdos salariales, se hacen cada vez más cortos porque nadie quiere perder; y eso hace que quede una inercia muy alta a futuro, porque la inflación entonces depende del pasado”, advierte el economista Isaías Marini, de la consultora Econviews.
Hay riesgo incluso de que se acelere esta inflación, en especial en el segundo semestre, dada la caída de ingresos fiscales y la emisión inexorable para suplir esos recursos. Incluso la suba de tasa al 113% efectivo anual garantiza más emisión para pagar las Leliqs.
Se busca evitar que se dispare el dólar, pero la montaña de pesos sigue creciendo sin saber si se cumplirá el objetivo de contener al dólar.
Empatar es negocio
“Correr a este nivel de inflación es una carrera perdida de entrada. Mi planteo para 2023 es que empatar es negocio, es un partido en altura, en algún punto la clase media y todos en general va a tener que elegir que sé mantiene, qué modifican y qué dejan; es un año de esos que no les gustan a los argentinos”, señala Oliveto, que acaba de presentar el libro Humanidad ampliada, donde analiza la reconfiguración social después del shock de la pandemia.
Oliveto bautizó como “burbuja de bienestar” el fenómeno al que se refirió el presidente Alberto Fernández cuando aseguró que las quejas que ahora escucha de la gente “son porque hay que esperar dos horas para ir a comer”.
“Había una enorme necesidad paliativa de sanar los dolores de la pandemia, el sufrimiento y la tristeza. Ayudaron los recitales, los restaurantes, el bar, irse de vacaciones… todos esos consumos efímeros de corto plazo buscando vivir el hoy, poner la cabeza y el espíritu en otro lado y correrse de un entorno muy tóxico”, explica.
Pero ahora hay un problema adicional, que pareciera que se destapó en marzo: se corrió el velo y caíamos en la cuenta de que el doble es el doble. Las cuotas escolares, fútbol, inglés, el calor, la amenaza narco. “Llegó el efecto cenicienta, se terminó la ilusión y la carroza se convirtió en calabaza”, agrega Oliveto.
Es probable entonces que estemos en un punto de inflexión y que, habida cuenta de la incertidumbre reinante, ese consumo escapista y de corto plazo al que asistimos en la pospandemia hoy también entre en revisión por dos sencillas razones: la plata no alcanza y es altamente posible que en breve alcance todavía para menos.
“Algo de esa burbuja seguirá, no cambia el deseo. Creo que esas cosas se van a seguir sosteniendo, pero el problema es que cada vez vas a poder menos de lo que querés”, advierte Oliveto.
¿Recortar más, si hace por lo menos cinco que la economía se viene desinflando?, es la pregunta que sobrevuela. Sí, siempre se puede seguir recortando. Un salario testigo de empleado de comercio, categoría cajero A, está hoy en 135.580 pesos.
Si en un ejercicio imaginario pasara todo eso a bienes de la canasta básica, podría comprar, por ejemplo, 746 kilos de harina: 53% menos que en el 2018. Si se aplicara a aceite el recorte sería del 57% y a leche, el 28%.
Pareciera que el recorte en bienes básicos (alimentos, bebidas, limpieza) ya se hizo y no hay mucho margen más.
“Como ya no se puede prescindir de mucho más, desgraciadamente para sobrevivir hay que ajustar servicios”, dice el economista Damián Di Pace, de Focus Market. La consultora calculó en septiembre pasado una canasta de servicios de clase media (agua, luz, gas, telefonía, Internet, cable, escuela, seguros del auto, prepaga) en 139 mil pesos.
“Y ahora necesitas 320 mil pesos, es 79% más en seis meses”, agrega. Así, al resignar eso, se precariza la calidad de vida.
Y eso se está viendo. En las escuelas privadas cordobesas las autoridades advierten que este año el fenómeno es muy marcado: las familias siguen en el sistema, pero se mudan a colegios más baratos. En 2022, por segundo año consecutivo, se vendieron en el país más motos que autos 0km por la sencilla razón de que un laburante no llega a un cero que arranca en por lo menos cuatro millones de pesos y la financiación es carísima. El servicio doméstico, un baluarte clásico de la clase media profesional, cayó 8,5% desde 2918 a esta parte: nunca se recuperó de la pandemia y las familias se acomodaron a vivir. La venta de celulares en el 2022 cayó 4,2% en el año y los televisores crecieron apenas 20%. Nunca la Argentina había transitado un Mundial con tan baja euforia por cambiar las pantallas.
Las ventas en los supermercados crecieron 1,2% el año que terminó, y eso que captaron clientes que suelen ir a los almacenes de la mano de los programas oficiales con precios controlados, que no están en el comercio chico. El Banco de Córdoba, el único banco que hoy tiene una línea de crédito hipotecario, otorgó apenas 750 asistencias en el 2022.
Se calcula que el 20% del millón de hogares cordobeses hoy alquila, lo que se traduciría en una necesidad potencial de 200 mil viviendas. La industria toma nota de los bolsillos cada vez más apretados y pone en góndola de las grandes superficies paquetes cada vez más chicos: café de 125 gramos, azúcar de medio kilo, yerba de un cuarto, packs con un tercio de las galletas que venían tradicionalmente y hasta papel higiénico de a uno. Ni ocho, ni seis, ni cuatro: uno.
“El ajuste que no hace la macro, lo hacen las familias; el ajuste fiscal que no hace el Gobierno, lo hacen las familias”, subraya Di Pace.
¿Se puede buscar refugio?
¿Hay alguna manera de cubrirse frente a una inflación que cabalga al 6-7% al mes? La respuesta directa y sin vueltas a eso es no: ganarle no se puede y las estrategias que se diseñan en los hogares son para no perder tanto.
“Hay tres cosas que se pueden hacer: ahorrar en bienes, ahorrar en moneda dura o ahorrar en pesos ajustables por inflación”, conseja Marini, de Econviews.
Por bienes se refiere a lo que ya se sabe –electrodomésticos, neumáticos o cosas que tengan partes importadas, reservadas a quienes tienen cierto margen de ahorro- pero Marini recomienda sin vueltas la diaria: “Comprar comida no perecedera es una buena estrategia, en especial este año, en el que el 102,5% será un piso, dado que vamos a ver una aceleración en los próximos meses”.
El ahorro en moneda dura es, lisa y llanamente, dólares. “El blue está tranquilo, en términos históricos está caro, pero en el marco de la inestabilidad ante lo que pueda llegar a pasar está barato y seguramente será cuestión de tiempo de que reaccione, sobre todo por la volatilidad clásica de las elecciones y por la falta de oferta que causará la sequía”, sostiene.
“La última opción es acceder a un plazo fijo en UVA”, dice. La suba de tasas reciente del Central (75 al 78% anual) implica 6,5% al mes.
“Más o menos está alineado con la inflación proyectada, puede quedar abajo algún mes; habrá que ver en el segundo semestre porque hay muchos factores que confluyen para una tasa más alta”.
Uno de los dos se bajó de la prepaga: “Él la necesita más que yo”
Ana recibe la llamada de este diario justo cuando estaba completando en un Excel todos los gastos del mes.
“Tengo todo lo que hemos pa1gado, ahora acabamos de hacer un esfuerzo con la cuota única del inmobiliario, todo esto es impuesto”, dice.
El gran recorte de este matrimonio pasó por la salud. Juan tenía Osde por su trabajo en Fadea y cuando se casaron, ella se sumó. Cuando él se jubiló, decidieron mantener la misma prepaga.
Ella ahora tiene 51 y él 73, pero en enero, cuando las dos afiliaciones a Osde treparon a 70 mil pesos, ella decidió darse de baja y que quedara sólo él con cobertura. Ahora pagan 44 mil. “Empezamos a reacomodarnos los gastos y yo justo me había hecho todo, un ITV completo de cincuentona y me dio todo bien, así que me quedé tranquila”, cuenta.
Ella trabaja en biodecodificación y explora los caminos de la medicina alternativa. “Si él se iba, con su edad, no podría estar otra vez en una prepaga”, reconoce. “Él la necesita más que yo”, sigue.
Ana atiende en su consultorio y eso se convierte en una caja de resonancia de los ajustes propios que atraviesa cada familia. “Me ha tocado atender a mujeres de clase media que piden pagar la consulta en dos veces”, confiesa.
“Pero puertas adentro, todo tiene que ver con lo económico, que antes se podía comprar esto, que le podías dar al nene esto, salir allá y ahora no”, describe.
Y da su propia mirada sobre la coyuntura: “Hay mucha desorientación en el manejo de dinero, la sociedad de consumo ha hecho que la gente crea que necesita cosas para tapar huecos, pero son otras las carencias”.
Sin vacaciones, alquilando y evaluando tener hijos
José y Micaela son la muestra perfecta del triángulo imposible de consumo que describe el especialista Guillermo Oliveto, cuando hace referencia a las tres grandes aspiraciones de la clase media que hoy están resignadas: cambiar el auto por un 0km, viajar al exterior, tener la casa propia. José es ingeniero, 35 años y ella se recibió de psicóloga en pandemia.
Se volvieron de Capital a Laguna Larga en el 2018 y el logro económico de los últimos cinco años ha sido poder cambiar el Estrada 2014 por un Ford Ka 2017. No llegaron al cero, no se fueron de vacaciones y siguen alquilando.
“La estamos peleando, no hemos tenido vacaciones y si de vez en cuando salimos a cenar, es todo un presupuesto”, dice José. Algo que disfrutaban era viajar hasta un shopping de Córdoba al cine cada tanto, pero desde antes de la cuarentena que no lo hacen. “En alquiler y servicios gastamos unos 60 mil pesos y sé que en Córdona un alquiler solo vale más que eso.... no sé cómo haríamos”, admite él.
“En cuanto a los hijos, lo pensamos, no sé qué calidad de vida le podríamos dar… la gente nos reta, dicen que si todos pensaran así nadie tendría hijos, pero nosotros lo evaluamos; no es que nos frene, pero lo pensamos”, admite. Él cambió de trabajo y se considera bien pago, pero toda la mejora por el momento está destinada a pagar el auto. Ahora se le acumuló una deuda de más de 60 mil pesos con la prepaga: paga 19 mil pesos el plan de Avaliant y hace tres meses que no puede pagar.
“Ahora estoy por empezar un curso de inglés, porque nunca va a dejar de estar en los planes irse del país. Lo más triste es que no se ve una mejora en el futuro, sobre todo para las generaciones que vienen”, reconoce.