Dice el senador José Mayans que el presidente Javier Milei está protagonizando un golpe de Estado porque el decreto de necesidad y urgencia con el que inauguró su gobierno es nulo pero está vigente. Dice Héctor Daer, cosecretario general de la CGT, que el Gobierno está ejecutando el sueño reaccionario de volver a un país de esclavos. Dice Juan Grabois, dirigente social y asesor del Vaticano, que las medidas de la nueva administración no son menos que una abolición lisa y llana del sistema democrático.
A Mayans, Daer y Grabois los une la pertenencia a un mismo espacio político. Se llama Unión por la Patria y la principal estructura orgánica que la integra es el Partido Justicialista (PJ). Desde el 22 de marzo de 2021 el presidente del PJ se llama Alberto Ángel Fernández.
Según imágenes que circularon en redes sociales se trataría del mismo Alberto Fernández que celebró la llegada del nuevo año en el hotel Four Seasons de Madrid, España. Reunido con sus afectos, disfrutó de una cena en un entorno festivo que incluyó antifaces, diademas de utilería y otras minucias de cotillón. El menú abrió la velada con trufas negras, continuó con angulas a las brasas y se internó luego en bifurcaciones no menos selectas que hurtaría tiempo mencionar.
(Como referencias breves, que sólo el vulgo reclama, será oportuno explicar que las trufas son hongos, muy apreciados por su sabor, que suelen crecer bajo tierra, al amparo umbrío de los robles, castaños o encinos de los bosques europeos. Las angulas son pequeñas crías de anguilas. “Un capricho a precio de oro”, previenen los sibaritas, que sólo los pescadores avezados suelen atrapar usando sus propias manos en las noches de luna llena, manipulando linternas en las rías de Galicia).
Las imágenes de Fernández en la cena de Noche Vieja –como la llaman los españoles– merecen alguna fiabilidad porque fueron reproducidas por el periodista y escritor argentino Martín Caparrós, que reside en la península ibérica.
Es casi imposible que Caparrós cometa un yerro al identificar a Fernández. Conoce su semblante en persona desde que lo acompañó en la iniciativa conocida como “Mesa contra el Hambre”, una convocatoria de emergencia alimentaria anunciada por el Estado argentino el 20 de diciembre de 2019.
Otra de las referencias políticas de Mayans, Daer y Grabois es Sergio Massa, el candidato presidencial que apoyaron en las últimas elecciones. Massa también tuvo una aparición reciente en la escena pública porque anunció que está escribiendo un libro en el que contará su experiencia como ministro de Economía. Ocupó la cartera desde mediados de 2022, cuando reemplazó a Silvina Batakis, hasta el 10 de diciembre de 2023.
La inflación de 2022 fue de 94,8 % (siendo ya entonces la inflación acumulada más alta desde 1990). El índice de precios interanual del último mes completo de gestión de Massa ascendió al 160,9 %. La estimación de la inflación del mes de diciembre pasado se acerca al 30% mensual. Se supone que Massa revelará en su libro el secreto de este éxito.
Porotos
Todo hace presumir que el presidente del Partido Justicialista y el conductor del Frente Renovador están ocupados en labores que distan mucho de las advertencias apocalípticas de los que ven como inminente el advenimiento de un estado de excepción. Cómo creerle a los Mayans, los Daer, los Grabois, si los conductores de su espacio político desmienten con sus actos lo que ellos profetizan en el desierto. Si todo fuese tan grave como dicen ya hubiesen avanzado destituyendo –ostensiblemente y sin honores– la desidia complaciente de su propia conducción.
En rigor de verdad, tampoco están solos en esa desventura. La Unión Cívica Radical acaba de renovar sus autoridades en medio de discursos alegóricos al fin de ciclo del kirchnerismo; a la crisis de una etapa histórica que los académicos Pablo Touzon y Federico Zapata han definido como la de un “oficialismo imposible” que siempre pareció sentirse más cómodo resistiendo que gobernando. La decisión estratégica que tomó el radicalismo ante esa encrucijada histórica fue puntear el padrón de afiliados y buscar al único de sus dirigentes que fue ministro de Cristina Kirchner para que conduzca el partido.
Sólo describiendo con la crudeza precedente el desconcierto colosal en el que navegan las fuerzas de oposición se puede entender la magnitud de la embestida del gobierno de Javier Milei. De todos los contenidos posibles que podía encontrar para el significante vacío que usó en la campaña, al hablar de una “casta” que empobreció al país, Milei eligió pulsar la cuerda que mejor suena al oído de las frustraciones argentinas: la casta, señala con furia premeditada el presidente, es eso que está en el Congreso; los diputados y senadores que se quejan porque tienen que trabajar en enero en un proyecto de emergencia de un volumen que parece pergeñado para enrostrar una obstrucción, antes que para conquistar el acuerdo de una vasta reforma normativa.
En el páramo de ese Congreso detonado por contradicciones, la única maniobra táctica perspicaz parece ser hasta el momento la que encumbró a Miguel Ángel Pichetto al frente de un bloque arco iris. “Estamos bien los 23″, parece haber escrito en un papelito el veterano sobreviviente. Entendió que la tarea de sumar bancas de a una, acaso sea más eficiente que gritar hecatombes.
Son porotos en las brasas, pero pueden incidir más que las trufas.
