Los desaciertos políticos del presidente Javier Milei desde febrero a esta parte ya habían hecho lo suyo para amagar con complicar -al menos marginalmente- el devenir económico de la Argentina. Pero ahora se complicó sobremanera el contexto mundial. Se desató una tormenta gigantesca, que de verdad amenaza el proceso de desinflación, el único y excluyente logro con el que pretende ser juzgado el Presidente en los comicios de octubre.
Un Congreso con mayorías afines es, al entender de la Libertad Avanza, el plafón necesario para impulsar las reformas de segunda generación que podrán hacer progresar en serio a la Argentina.
En febrero, los precios fueron levemente más altos que en enero, pero el dato de marzo acusará ya el impacto del recalentamiento de los dólares financieros. Es cierto que la suba fue leve, pero el Gobierno se jactaba de tenerlos plenamente bajo control. Y en abril se sufrirá el impacto de esta guerra comercial tan inesperada como insensata.
Nadie de verdad creía que Donald Trump fuera a hacer lo que decía en campaña. Menos, que los aranceles con los que amenazaba iban a ser de semejante magnitud. Pasó de cobrar 3%, en promedio ponderado, al 23%, con casos como el de Vietnam, al 46%, o China, al 34%.
Es cierto que su déficit comercial es gigantesco y es cierto que cobra mucho menos de los aranceles que el mundo le cobra al comprar sus exportaciones, pero eso le ha permitido crecer y mantener el liderazgo mundial durante al menos los últimos 100 años. Hay países que ya ofrecieron bajar a arancel cero (Vietnam y la misma Unión Europea) y la respuesta ha sido no.
Bien “a lo Guillermo Moreno”, Trump dice querer que se equilibre la balanza comercial con cada país. Hay algo más ahí que el reclamo de reciprocidad.
El punto es que las bolsas del mundo entraron en modo pánico por las expectativas de una fuerte recesión global, y porque Trump no parece estar dispuesto a revisar nada.
El riesgo país arañó los 900 puntos y, así, casi que duplica la mejor marca a la baja que se registró en enero. Eso nos aleja de poder emitir bonos: con el desembolso del FMI y con riesgo razonable, la Argentina podía pilotear tres años el pago de su deuda sin sobresaltos.

Temor por el acuerdo con el FMI
El desasosiego volvió, al igual que el Jesús en la boca respecto del FMI: ¿se mantendrán los términos conversados antes del derrumbe? ¿Debiera el Fondo ser todavía más concesivo con la Argentina ante el tembladeral? ¿O será más precavido y desembolsará menos de lo que se espera? Una cosa es Estados Unidos y su poder decisivo que tiene en el directorio, pero podría pasar que otros miembros, como Japón, Países Bajos y Alemania, no tan generosos con Argentina, ahora no sigan ciegamente a Estados Unidos y se planten en el no.
Mientras esas dudas se mantengan, la incertidumbre sobre el dólar seguirá en pie, principalmente porque sigue firme la idea de que está atrasado. Ya los mercados ponen en duda la promesa del ministro Luis Caputo de que no devaluará, cuando hasta hace dos meses le creían todo sin chistar.
Es un enorme riesgo tener un tipo de cambio semifijo, porque el mundo compensa la suba de aranceles devaluando su moneda, algo que no puede hacer Argentina sin afectar el sendero de desinflación, el corazón del programa mileísta.
El Senado desafió al Gobierno y le bajó los pliegos de los dos candidatos a la Corte Suprema de Justicia y cayeron en saco roto las bravuconadas que respondió por X la Casa Rosada. Hasta el látigo filoso de las redes pierde poder de fuego.
Todavía es pronto para saber el resultado final de todo esto, pero la reacción de los países afectados –que han subido la apuesta y aplicado aranceles similares- recrudeció la guerra comercial. ¿Es el fin de la globalización? Parece imposible creer eso, pero el discurso de Trump de “vivir con lo nuestro”, cerrar las fronteras y que todo se haga puertas adentro está en marcha, pese a que toda la literatura y la experiencia indica que eso no funciona.
Incluso si Trump diera marcha atrás con los aranceles, hay un daño que está hecho: en primer lugar, la disposición a tomar medidas tan intempestivas como dañinas. En segundo lugar, hay un costo institucional enorme, porque la pretensión de Trump es que la Reserva Federal baje las tasas. La FED es el corazón de la credibilidad de la política económica. ¿Cederá?
Es difícil calcular los efectos que tendrá esta gran crisis, pero lo seguro es que tendremos menor crecimiento mundial, con riesgo de recesión en Estados Unidos.
Eso es mala noticia para todos, porque las commodities irán para abajo. Los granos son el gran bastión de las reservas del Banco Central, algo así como el aire que respira. Vaca Muerta también se ha convertido en un proveedor de dólares y el petróleo también se puede ir en picada. Semejante vulnerabilidad exige maniobrar rápido y hacer sintonía fina con propios y extraños, algo complejo de lograr, porque no hay uno que se haya salvado de las críticas libertarias.
Si Trump está de verdad convencido de que el comercio global puede funcionar bien con balanzas bilaterales equilibradas y aranceles idénticos, estamos en problemas. Será como discutir de los ángulos del círculo o que la emisión no genera inflación.