Javier Milei cambió de pronto el tema de conversación. Venía hablando de la agenda que propuso en el Foro de Davos tras el triunfo de Donald Trump: contra la ideología woke y la burocracia supraestatal de la globalización. De repente, apareció firmando un escrito técnico para refutar a los economistas que hablan de atraso cambiario y recomiendan revisar la política de microdevaluaciones que ejecuta el Gobierno nacional.
Entre esos economistas, opinó antes del fin de semana Domingo Cavallo. Milei abrió el lunes siguiente con una entrevista donde lo descalificó con un insulto; criticó la convertibilidad aplicada en la década de 1990 y dijo que Cavallo era el que insultaba entonces. Poco después, procedió al despido de la hija del exministro, que se desempeñaba como funcionaria nacional en la OEA.
No hace mucho, Milei elogiaba a Cavallo como economista y a la convertibilidad como un programa de estabilización exitoso. Teniendo en cuenta las propias opiniones de Milei sobre el imperativo de eficiencia y capacidad para la designación en cargos públicos, cabe presumir que la designación de Sonia Cavallo en el cargo que ocupaba no tenía relación con su parentesco con el exministro. En su mañana de furia contra Cavallo, Milei se desdijo a sí mismo antes que a Cavallo.
Pero sobre todo, con la potencia de enunciación que en un sistema presidencialista sólo es atributo del Poder Ejecutivo, puso a la sociedad a discutir si el dólar está barato. Milei cambió de agenda en un contexto confuso: una misión técnica del FMI pasó y vio los números de la economía argentina. Aunque tuvo consideraciones favorables al comportamiento fiscal y monetario, pospuso novedades sobre el pedido argentino de fondos frescos para fortalecer la política cambiaria. El ministro de Economía, Luis Caputo, salió ayer a decir que el acuerdo con el FMI estará listo para el primer cuatrimestre de este año y sólo falta acordar la letra fina.
El diablo está en los detalles. Cristina Kirchner también cambió de manera repentina su tema de conversación. Venía hablando sólo de su jubilación de privilegio y callando de modo minucioso el estallido del bloque del PJ en la votación parlamentaria sobre la suspensión de las Paso. Pero cuando vio una oportunidad en el área chica, cambió rápidamente de tema. Salió a criticar a Milei por lo que dijo de Cavallo y lo que hizo con la hija de Cavallo. No defendió a Cavallo, por cierto. Sólo usó la desmesura de Milei con Cavallo para fustigar a Milei. Con el tono arrabalero que le sienta siempre más genuino que la impostura de cátedra magistral, Cristina le dijo a Milei que lo ve “nervioso porque todavía no cerró los desembolsos con el FMI para mantener el dólar planchado”. La presidenta del PJ en diáspora vio la hendija discursiva que abrió el Gobierno y se fugó hacia adelante.
Cambio en el calendario
Hay un dato político central que explica estos giros de agenda compartidos por el Gobierno y la oposición: de confirmarse en el Senado la suspensión de las primarias obligatorias, cambian bastante los plazos de la contienda electoral.
Con las Paso en vigencia, la discusión sobre el armado de la oferta partidaria asomaría apenas concluido el primer cuatrimestre. Sin las Paso, esa discusión tiene una fecha límite más adelante y, mientras tanto, la agenda dominante tiende a centrarse en cuestiones de gestión, antes que electorales. Nada hay más crítico en esa agenda que la disminución de los precios, la estabilidad del dólar y el efecto de ambas variables sobre el ingreso real de las familias.
Milei cambia de agenda para disuadir cualquier expectativa de rebrote inflacionario, y Cristina, para agitar que ese equilibrio explote. Todo lo disruptivo y objetor que Milei es en torno de la agenda que él denomina como “batalla cultural” lo tiene de cauto y minucioso a la hora de corregir el dólar. El valor del dólar en la Argentina es un precio controlado con un cepo cambiario cuya fecha tentativa de salida se ubica en 2026. Funciona como un ancla para otros precios de la economía tanto como la política de (más que equilibrio) superávit fiscal y la decisión oficial de no emitir pesos para solventar al Estado.
Lejos de criticar frontalmente al Gobierno por su gradualismo cambiario, Cavallo opinó que la disciplina fiscal de Milei es la garantía de estabilidad económica. Morigeró incluso una declaración anterior, donde recomendaba salir del atraso cambiario en el primer trimestre en curso, para evitar que los mercados se anticipen a las elecciones de octubre con presiones devaluatorias. Otros economistas también le han reconocido a Milei los logros que enumeró en su lunes furioso: haber logrado zafar del laberinto armado por Sergio Massa con los pagos a importadores y recomponer la grave herencia del déficit cuasi fiscal sin recurrir a medidas expoliatorias en el sistema financiero.
El debate sobre la existencia de atraso cambiario continuará pese a la enjundia retaliativa de la Casa Rosada. Porque cualquier discusión teórica deberá esperar, tarde o temprano, el cotejo con la realidad. Para Cristina Kirchner y quienes apuestan al derrumbe de la estabilidad precaria alcanzada en los últimos meses, esa realidad debe ser medida por las oscilaciones del mercado financiero. Allí donde denuncian vaciamientos de reservas y maniobras de carry trade. Un puré supuestamente fabricado con dólares baratos y pesos caros.
Para otros observadores, sin tantos enconos contra el Gobierno, la discusión estará saldada según el resultado de la balanza comercial. Conviene observar -sugieren- cómo sigue la contabilidad de exportaciones e importaciones. Hasta dónde asoma el saldo de dólares que ingresen por soja y energía versus los que partan para solventar insumos.