En las últimas dos semanas, el gobernador Martín Llaryora se puso la campaña al hombro y se mostró como si fuera él mismo el candidato principal de Provincias Unidas en Córdoba. En cada acto, cerraba los discursos con una energía que parecía absorber la de todo su equipo, siempre después de las palabras del primer postulante en la lista, Juan Schiaretti.
Llaryora apostó fuerte en esta elección legislativa nacional de medio término. Pero, aunque puso todo en juego, su mirada sigue fija en un horizonte más lejano: su reelección en 2027.
La amplia derrota frente a los libertarios cayó como un balde de agua fría en el oficialismo. El aceitado –y muy costoso– aparato proselitista del Gobierno provincial se movió a pleno, pero terminó perdiendo ante un candidato prácticamente desconocido.
En realidad, todos saben que el verdadero contendiente, tanto en Córdoba como en el resto del país, era el presidente Javier Milei, cuya figura eclipsó a los postulantes libertarios.
Provincias Unidas tenía como objetivo llegar a los dos dígitos a nivel nacional. Quedó en siete. Llaryora y Schiaretti destacaron que el nuevo espacio se consolidó como tercer espacio, pero parece una misión imposible poner el próximo “presidente federal”, como ambos remarcaron en la campaña local y nacional.
Consuelo
En el búnker de Provincias Unidas, el desánimo fue evidente. Entre gestos de incredulidad y silencios prolongados, los llaryoristas encontraron apenas un consuelo: esta elección nacional no dejó a ningún opositor local encumbrado de cara al aún lejano 2027.
Antes de que se oficializaran las listas, en el Centro Cívico reinaba un temor: que Luis Juez encabezara la lista libertaria. Más tarde, la posibilidad se mantuvo abierta hasta último momento para el radical Rodrigo de Loredo. Finalmente, por decisión de Karina Milei, la opción violeta fue “pura”.
La derrota no sólo dejó en evidencia cierta vulnerabilidad del cordobesismo en las urnas. También abrió otro frente que Llaryora deberá atender con rapidez: el ascenso de Natalia de la Sota. Con un apellido cargado de historia y con un capital simbólico innegable dentro del PJ cordobés, la diputada logró retener su banca, pero la cosecha estuvo lejos de los 14 puntos con que se ilusionaron los delasotistas.
Cuando De la Sota oficializó su candidatura por fuera del oficialismo, desde el Centro Cívico se difundió que le habían ofrecido el segundo lugar en la lista y que ella lo había rechazado.
Una verdad a medias. Es cierto que, días antes de la confirmación de las candidaturas, el ministro de Gobierno, Manuel Calvo, intentó negociar con la diputada, pero para entonces ella ya tenía su decisión tomada. “No la cuidaron”, definió un peronista histórico.
Dirigentes operadores llaryoristas y schiarettistas se cruzan culpas por el desprendimiento del sector delasotista. Una piedra en el zapato que deberá resolver Llaryora, pensando en su reelección.


























