Desde que Donald Trump asumió su segunda presidencia en Estados Unidos, Javier Milei viene acumulando gestos personales afectuosos del mandatario norteamericano. Pero también tropiezos graves de resonancia global por seguirlo o imitarlo sin medir las consecuencias.
Ocurrió en el Foro Económico Mundial de Davos, donde Milei pretendió reforzar las ideas de Trump contrarias a la ideología woke. Lo hizo con una pródiga torpeza, que provocó una reacción social negativa y lo obligó a explicar que nunca estuvo en su intención igualar la homosexualidad con la pedofilia.
Volvió a suceder cuando Trump dio un giro drástico a la política exterior norteamericana y tomó posición a favor de Rusia en la guerra que Vladimir Putin inició al invadir Ucrania. Un giro más que previsible, precedido por las opiniones que Trump hizo públicas durante la última campaña por la presidencia norteamericana.
Mientras esas definiciones de Trump se sucedían, Milei recibía en Argentina con honores y atuendo de camuflaje al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, y le prometía solidaridad eterna. Ahora, para alinearse con la política exterior de Trump, la diplomacia argentina votó a favor de Rusia en las Naciones Unidas.
El canciller Gerardo Werthein intentó justificar la voltereta diciendo que el voto fue a favor de un proceso de paz. Pero están frescos los archivos donde Milei señalaba a Zelenski como víctima de la agresión rusa; la misma agresión que debía cesar para volver a la única escena de paz admisible: la previa a la invasión de Putin.
¿Qué resta esperar ahora del presidente argentino? ¿Que gire hasta apropiarse de aquel discurso donde Alberto Fernández le ofrecía a Putin el territorio nacional como puerta de entrada a América latina?
Contra Ucrania
Los defensores políticos del Gobierno libertario intentan explicar por lo bajo que el giro de Milei contra Ucrania tiene como norte un alineamiento incondicional con Trump, porque desde esas viñas fecundas que camina a diario el magnate lloverán para Argentina beneficios económicos inmarcesibles; inversiones ubérrimas que dinamizarán la economía nacional; néctar y ambrosía que nos arrobarán con su aroma hasta llevarnos al corazón más fecundo del Olimpo.
Puede ser, ¿quién sabe? Por ahora, sólo una foto de sentado con Trump, con decorado a imitación del salón oval, y otra de pie con Kristalina Georgieva. Pulgares para arriba y pulsera de recuerdo de la cumbre política conservadora.
Aunque austero, el kit de souvenirs fue festejado por la delegación argentina porque el Presidente y su comitiva despegaron de Argentina huyendo de un escándalo generado (lo admitió Milei) por la propia incapacidad para detectar una estafa en la cual sigue (y seguirá por un tiempo) revuelto su prestigio de candidato arduo al premio Nobel de Economía. Milei y su triángulo de hierro al óxido salieron de Ezeiza con el angosto alivio de haber zafado por un voto de la conformación en el Senado de una comisión investigadora para el “Libragate”.
El voto decisivo fue de un radical orejano (aunque la crisis del radicalismo es tan vasta que hoy todos lo son), pero la ayuda más potente le llegó a la Casa Rosada desde los dominios de Cristina Kirchner. Para que se entienda esta aseveración, convendría hacer estas preguntas: ¿ya destituyó el Parlamento al presidente Milei? ¿Asumió el cargo la vicepresidenta Victoria Villarruel? ¿Al menos fue votado en el Congreso el inicio del proceso de juicio político contra el actual jefe del Estado? ¿La oposición consiguió la mayoría agravada de votos para que la cámara acusadora comience sus tareas? ¿Obtuvo cuanto menos el consenso transversal necesario para armar una comisión investigadora en el Senado, donde el peronismo es nítida mayoría y el oficialismo es débil de toda debilidad?
Si nada de esto consiguió la oposición, ¿para qué la presidenta del PJ nacional, Cristina Kirchner, mandó a sus legisladores a militar el maximalismo de una destitución inviable? ¿Otra vez se almorzó la cena? Bastó que la sociedad olfatease que merodeaba por detrás del pedido de juicio político un designio especulativo del kirchnerismo para que el desprestigio de la expresidenta le transfundiera a Milei una dosis de inmunidad. Algo que necesitaba con urgencia, después de haberse mellado él mismo su credibilidad en esos trasiegos todavía inexplicados con una banda de criptoestafadores.
Lugar común
¿Que Milei será investigado en Estados Unidos por el Libragate? Sí, ocurrirá. ¿Puede decir algo sobre eso Cristina Kirchner, cuyo nombre volvió a estar por estas horas en boca de la jueza neoyorquina Loretta Preska por la escandalosa causa YPF, una estafa que nos significó a todos los argentinos nada menos que una deuda de 16 mil millones de dólares? Preska accedió a revisar otra vez el expediente porque le advirtieron sobre la maniobra que pergeñaron los Kirchner con el Grupo Petersen, fundado por Enrique Eskenazi, socio de la familia desde los tiempos de la privatización del Banco de Santa Cruz, en la era mesozoica de la antigua hegemonía.
Para resumir el curso y los efectos de esa maniobra: por su afinidad con Néstor y Cristina, el Grupo Petersen consiguió -sin aportar un peso- un cuarto de las acciones de YPF cuando el kirchnerismo presionó a Repsol a que venda una parte de su paquete accionario a “capitales nacionales”. Cuando el kirchnerismo decidió estatizar de nuevo YPF, los privados afectados litigaron contra el país. No sólo los inversores derivados de Repsol. También el Grupo Petersen.
La jueza Preska ordenó indemnizar a todos. El Grupo Petersen entró a YPF sin aportar nada y salió del juicio (provocado por una decisión de Cristina Kirchner) con una porción de los 16 mil millones de dólares de la sentencia. ¿Con qué autoridad puede la expresidenta hablar de colusión de intereses públicos y privados?
Esta maniobra fue oportunamente denunciada en la Justicia federal argentina. El pedido de investigación recayó en un juez que nunca movió una foja. A estas horas, ese juez espera sentado el decreto anunciado ayer que lo ascenderá hasta la Corte Suprema. Su nombre es Ariel Lijo.
Lijo, ese lugar común donde se juntan a reclamar alivio los infortunios cruzados de Milei y de Cristina.