El diagnóstico es compartido en el Centro Cívico y en la Municipalidad de Córdoba: el gobierno de Alberto Fernández está atravesando uno de sus peores momentos. Por ello, es tiempo de endurecer para sacar los mayores réditos posibles y hay que ir midiendo cuál es el límite sin que todo se desmadre.
El gobernador Juan Schiaretti seguirá siendo el encargado de llevar la voz cantante en el oficialismo provincial para ir marcando la relación con la Nación.
Schiaretti conoce al dedillo una regla básica de la política argentina: que los gobernadores tienen que aprovechar al máximo las situaciones de debilidad de los presidentes para intentar obtener lo más que se pueda.
Y si hasta acá el endurecimiento de postura ante el Frente de Todos le servía al gobernador para un posicionamiento político-electoral en la provincia más anti-K del país, ahora también puede acarrear algunos beneficios económicos para Córdoba.
Es la razón central de las reiteradas apariciones públicas desde el 1º de febrero para acá, con una entonación que va subiendo a medida que ve la desorientación de lo que tiene enfrente.
No peca de incoherencia ni mucho menos Schiaretti en sus planteos, que viene repitiendo desde hace largo rato y en distintos contextos. Pero sí hay un sentido de la oportunidad que va midiendo de manera permanente.
Es vieja, conocida y justificada la demanda cordobesa de mayor equidad en los subsidios y en su impacto en las tarifas de servicios públicos. Y ahora se expone en medio de un acuerdo con el FMI, que pende de los hilos de la interna oficialista nacional.
Hasta acá sabe que sólo le quedarán migajas, pero va por más. En los fondos y en el rédito político. Y, por eso, va calibrando cada paso.
Inclinando la tercera posición
De ahí que Schiaretti entró a la discusión declamando una posición intermedia entre Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta, a quienes sigue considerando como parte del problema. Pero en las últimas horas hizo sutiles giros discursivos como para no distanciarse tanto del jefe de Gobierno porteño y posible candidato presidencial opositor.
Fue al plantear que no le saquen nada de manera arbitraria a nadie y que no se olviden de que el bonaerense Axel Kicillof es tan beneficiado como el porteño.
Hay varias razones para inclinar levemente la tercera posición hacia el lado del dirigente de Juntos por el Cambio. Rodríguez Larreta es uno de los dirigentes mejor vistos en Córdoba y tiene una postura más conciliadora con Schiaretti que otros precandidatos presidenciales de ese espacio, como por ejemplo Patricia Bullrich.
El jefe de Hacemos por Córdoba sigue trabajando a destajo para un quiebre de esa coalición en la provincia, y por ahora le viene funcionando. En el PRO cordobés cada vez es más larga la fila de quienes se quieren ir para el lado de Schiaretti. Ya le regalaron una ley controvertida como la del juego online, con quiebre de bloque incluido en la Legislatura; ya partieron la bancada en el Concejo Deliberante de Córdoba, y están viendo cómo debilitar el tándem Luis Juez-Rodrigo de Loredo, que parece no representarlos.
Si Mauricio Macri se corre, el mejor interlocutor es Rodríguez Larreta.
Eso no quita que la pelea por los subsidios, por las tarifas y por las subvenciones que recibe el Amba sea legítima y justa.
Pero hay una enunciación que refuerza el sentido de equidad, que a veces no se refleja cuando se analiza cómo se comporta la gestión provincial con los subsidios.
Se plantea en esta discusión subsidiar la demanda y no la oferta, es decir, hacer un distingo a la hora de aportar fondos estatales en los ingresos de los beneficiarios, de modo tal que no se termine con un esquema “Hood Robin”, donde los pobres ponen para pagarles servicios a los ricos.
Eso que pasa con el transporte, con el agua y con la luz a nivel nacional bien podría analizarse en programas provinciales como el Boleto Educativo, donde se subsidia por igual a un estudiante que viene de una familia de millonarios ingresos como a otro que pertenece a los sectores de menos recursos de la sociedad.
