“Se fue (el antiguo cardenal de Córdoba Raúl Francisco) Primatesta y hacía falta otro cardenal. Y en el mercado lo más decente que había era él”, dijo el papa Francisco señalando a Ángel Rossi. Las carcajadas estallaron de inmediato.
Fue la frase inicial. Y la que relajó una reunión que estaba convocada para “los amigos de Rossi”, que se amplió con la presencia de cuatro periodistas y del intendente de Córdoba y gobernador electo, Martín Llaryora, y del vicegobernador Manuel Calvo.
Ambos dijeron que quisieron acompañar a Rossi en este momento trascendental y, de paso, invitar al Papa a visitar Córdoba si algún día viene a Argentina.
Cuando las puertas de la sala donde fue citada la comitiva se abrieron, se desplegó la figura de un Francisco algo limitado físicamente a sus 86 años (“Esta rodilla…”, se quejó cuando pidió sentarse), pero dispuesto a hacer sentir bien a sus visitantes, aun a costa del propio Rossi, su amigo.
Esta madrugada, a las 10 de la mañana del Vaticano, el arzobispo de Córdoba iba a ser designado cardenal de la Iglesia Católica junto con otro cordobés, Víctor Manuel “Tucho” Fernández, y el bonaerense Luis Dri, además de otros 18 prelados de todo el mundo.
El papa Francisco se encargó de sostener una charla distendida, hablando por momentos en voz muy baja. Una media hora incluyendo la típica sesión de fotos, con una altísima concentración de chistes, algunos con algún toque de incorrección.
Rossi, quien fue su alumno en la formación sacerdotal en la década del ′70 en Córdoba, fue el blanco de varias chanzas. Y tampoco nos salvamos los cordobeses en general: el Pontífice imitó la tonada mediterránea cuando contó cómo le recomendaron a Rossi para seminarista.
Relató que un cura le dijo: “Ahí le traje al Baaaayín”, estirando la “a”, aludiendo al apodo que amigos de la juventud le pusieron a Rossi: Bayín. Y puso el énfasis en el modismo cordobés de anteponer el artículo al nombre. “Es que ustedes articulan todo”, dijo entre risas.
Luego se puso serio para afirmar: “Gracias por haber venido y por acompañar a monseñor Rossi en este momento, que no es honra para él, sino para Córdoba. Les mando una gracia de Dios para la ciudad y que sigan adelante”.
En otro tramo del encuentro, cuando un cura le alcanzó un mate, lo miró con sorpresa: “¿Todavía estás vivo? A este no lo pudieron matar los mercedarios”.
El Papa lucía sereno y distendido. Los visitantes se arremolinaban a su alrededor y las fotos se activaban ante cada gesto.
–¿Hay posibilidades de otro papa argentino? –preguntó alguien.
–Depende de cómo anden los valores en el mercado. Yo creo que después de una experiencia... van a pasar siglos.
Y otra vez carcajadas.
El encuentro del papa Francisco con el gobernador electo, Martín Llaryora
“¿Vos me querías dar algo?”, dijo de pronto Bergoglio mirando a Llaryora. El intendente se adelantó: había desplegado sobre una mesita una gran cantidad de presentes y tenía la misión de hacer bendecir una efigie de piedra del cura Brochero, cordobés y primer santo argentino.
“Le traemos una invitación especial para que, si elige y puede ir a la Argentina, vaya a Córdoba. Y soy el intendente de la ciudad, así que es un gusto. Además, traemos a nuestro curita Brochero, y estamos trabajando entre Villa Santa Rosa de Río Primero y Villa Cura Brochero para instalar el Camino del Peregrino. ¿Me lo puede bendecir?”, le preguntó Llaryora.
Francisco bendijo a Brochero, y se prestó a la larga sesión de fotos. Todos pasaron, incluidso Llaryora y el vicegobernador Calvo, quien dijo que llevaba el saludo del gobernador Juan Schiaretti.
“¡Qué bien que estuvo!”, dijo Llaryora a la salida. “Recibirnos a todos con gran cariño. Pudimos invitarlo a Argentina y especialmente a Córdoba”, agregó.
“También le comentamos lo del cura Brochero, a quien me lo bendijo. Estamos muy contentos, muy emocionados y, bueno… Francisco sorprende siempre por su humildad, por su cordialidad, por su sapiencia”, señaló el gobernador electo.
También Calvo se mostró emocionado. “Soy un hombre de mucha fe, pero la verdad es que las palabras que tuvo para con el futuro cardenal de Córdoba han sido más que halagos, han sido un halago en general y, bueno, eso habla de lo que es la persona de Ángel Rossi”, agregó.
Bergoglio manejó los tiempos sólo con gestos, de manera de no otorgar a los dos funcionarios cordobeses demasiado protagonismo. Llaryora y Calvo fueron “uno más” entre los 60 presentes en el encuentro, pero se fueron satisfechos por haber podido acompañar a Rossi y por haber entregado los presentes. Y con el Brochero de piedra en la valija.
El propio Rossi, quien conoce al Papa desde hace 47 años, se mostró reconfortado con su afecto y consideró que “todo estuvo muy bien, fue un lindo momento”.
