Una semana toca ortodoxia y buena letra para el FMI; la siguiente, algo de peronismo populista. O tuitea Cristina y entonces toca populismo peronista. Pero si Kristalina Giorgeva dice que la población argentina pide más gasto pero no se puede pagar, se asegura a cuatro voces que las metas serán cumplidas. O el blue araña los 350 pesos, el kirchnerismo se asusta, traga saliva y convalida el ajuste de tarifas; pero si el blue hilvana tres semanas de tranquilidad, volvemos –¿por qué no?– al populismo peronista. Es la historia de nunca acabar: la ciclotimia errática de esta Argentina que se maneja por sensaciones y encuestas, pero nunca jamás por un plan serio que supere, como mínimo, una gestión de gobierno.
Lo que acaba de hacer el ministro Sergio Massa es el cabal ejemplo de esto. Viajó a Estados Unidos para hablar en persona con los funcionarios del Fondo Monetario Internacional y del Tesoro norteamericano sobre la segunda revisión de las metas del acuerdo firmado con el FMI, llevó como cartas de presentación la posibilidad cierta de sumar reservas gracias al dólar soja y consiguió avales plenos. Es más, confirmó la intención de mantener el compromiso de cerrar el año con un déficit de 2,5 puntos del PIB (y no más) y aseguró que todo excedente recaudatorio (porque eso pasa cuando hay inflación) será volcado a achicar el déficit.
Sin embargo, y con la intención de contentar de algún modo a los gremios que preparaban su acto de lealtad peronista, Massa anticipó que en noviembre se sube el piso desde el cual se tributa el Impuesto a las Ganancias (menos plata para las provincias y para el Tesoro nacional), prometió un bono de refuerzo para quienes tienen ingreso cero y son los más afectados por la suba de los alimentos, y aseguró que habrá 30 cuotas con interés promocional para comprar televisores, celulares y aires acondicionados. Buena parte de esa diferencia la pondrá al Estado.
Está claro que toca esta semana hacer populismo, porque en ningún momento Massa explicó cómo se financiará lo que acaba de anunciar. Y suponemos que tiene bien claro que no cuenta con recursos genuinos y que sabe que, de tenerlos, debiera aplicarlos a reducir el rojo fiscal y no a seguir emitiendo. El populismo es sencillamente eso: prometer lo que no se tiene y lograr que te crean.
Máquina de subvencionar pobreza
La alcaldesa de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lo sintetizó hace unos días con claridad plena: “El Gobierno primero crea la pobreza, para luego crear dependencia del Estado. Eso es populismo fiscal: le quitan dinero a la gente para luego, como hacen los peronistas, repartirlo en subsidios”. Se refería al presidente de España, Pedro Sánchez.
Hace unas horas volvió a decir lo mismo y le puso nombre: máquina de subvención. Dijo que la Argentina fue uno de los países más ricos del mundo, pero que ahora “lleva décadas estancada, por políticas intervencionistas al servicio del poder político”.
La Argentina es una máquina de subvencionar pobreza, con el agravante de que nuestra dirigencia de cabotaje se jacta de que los pobres reciben ayuda del Estado “presente-que-te-cuida”. Pero claro que no cuentan la otra mitad del relato: tanto subsidio a tontas y a locas genera inflación, que es justamente la razón que el Gobierno esgrime a la hora de ayudar a los más necesitados, que son los más golpeados por los efectos de la ayuda que tanto publicita el Gobierno cuando reparte.
Una aclaración: el 60% del consumo energético se va en el 20% de los hogares de mayores ingresos. Hoy, el gran desmadre del déficit está ahí: no en la AUH ni en el Potenciar Trabajo, sino en las tarifas que el Estado les paga a los hogares que bien las podrían pagar.
Lo cierto es que la ambigüedad marca hoy el pulso de la política económica. Se hace trascender que se está a punto de anunciar un plan de estabilización y la pregunta obvia es por qué no lo anunciaron ya el año pasado, cuando la inflación terminó en el 51%, o por qué, más bien, en lugar de anunciarlo tanto, no lo implementan de una vez por todas, a ver si este año se frena antes del 100%. La respuesta es de cajón: nada es de fondo. Sólo son anuncios vacíos, sin demasiada sustancia. Porque, ya sabemos, esta semana tocó populismo.