A menos de dos horas de la Ciudad de Buenos Aires, entre el verde y el silencio del partido de Luján, se esconde Cortínez, un pequeño pueblo bonaerense que parece detenido en el tiempo. Con apenas 1500 habitantes y un ritmo apacible, se ha convertido en un refugio ideal para quienes buscan una escapada sin multitudes, donde la sencillez se transforma en encanto.
Fundado en 1888, Cortínez creció al compás del ferrocarril, como tantos pueblos del interior argentino. Hoy, conserva la tranquilidad y las costumbres de otra época: los vecinos se saludan por su nombre, los niños juegan en la plaza y el tiempo parece correr con otra lógica.
Caminar por Cortínez es una invitación a la pausa. Las calles de tierra bordeadas de árboles añosos, las casas bajas con galerías y rejas antiguas, y el sonido distante del tren componen una postal entrañable.
El boulevard central es el corazón del pueblo. Se trata de una avenida ancha y arbolada, ideal para caminar sin prisa, donde las casonas históricas lucen fachadas coloridas y jardines prolijos que evocan el esplendor de fines del siglo XIX.
Aunque no hay grandes atractivos turísticos, su autenticidad es lo que conquista. En Cortínez, el valor está en lo simple: en los encuentros en la vereda, en el olor a pan casero y en el silencio reparador del mediodía.
El sabor de lo casero: Don Obaika, la parada obligada
Si hay un motivo adicional para visitar Cortínez, es su gastronomía. En el centro del pueblo se encuentra Don Obaika, un restaurante que se volvió parada obligatoria para los viajeros del fin de semana.
Con paredes de ladrillo, vajilla antigua y un ambiente rústico que recuerda las viejas fondas bonaerenses, el lugar ofrece comida casera abundante y sin pretensiones. El menú fijo incluye picada y empanadas de entrada, luego pastas, carnes al horno y postres tradicionales, con el detalle encantador de poder repetir los platos.
Comer en Don Obaika no es solo almorzar: es revivir el ritual del campo, donde el tiempo se mide por la sobremesa y no por el reloj.
Cómo llegar a Cortínez
Cortínez está a 80 kilómetros de Buenos Aires, lo que la convierte en un destino perfecto para una escapada de un día. En auto, se puede llegar por la Ruta Nacional 7 o por la Autopista del Oeste, en poco menos de dos horas.
Para quienes prefieren el viaje lento, el pueblo cuenta con su propia estación ferroviaria, parte del ramal Sarmiento Moreno–Mercedes. Allí, el viejo andén conserva su encanto original, con bancos de madera, bicicletas apoyadas y viajeros que llegan buscando un respiro de la ciudad.
Visitar Cortínez es descubrir que todavía existen lugares donde el silencio es un lujo y la autenticidad, un valor. Su mezcla de historia, paisaje y comida casera lo convierte en una joya del turismo rural bonaerense.
Ya sea para un almuerzo bajo los árboles o una caminata al atardecer entre calles de tierra, este pueblo de Luján ofrece exactamente lo que promete: descanso, sabor y una pausa real del ruido urbano.
