En la misa, la Liturgia de la Palabra es uno de los momentos centrales de la celebración. En este punto, se leen los pasajes de la Biblia que permiten adentrarse en las enseñanzas de Jesucristo.
Compartimos los textos del lunes 10 de marzo de 2025 publicados por el sitio web del Vaticano.
Liturgia del 10 de marzo de 2025: Primera lectura
Lectura del libro del Levítico
Levitico 19, 1-2. 11-18
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo. No hurtarán. No mentirán ni engañarán a su prójimo. No jurarán en falso por mi nombre; eso sería profanar el nombre de su Dios. Yo soy el Señor.
No oprimas ni explotes a tu prójimo. No retengas hasta el día siguiente el salario del que trabaja para ti. No maldigas al sordo, ni pongas tropiezos ante el ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
No seas injusto en la sentencia, ni por favorecer al pobre ni por respeto al poderoso. Juzga con justicia a tu prójimo. No andes calumniando a los tuyos ni des testimonio contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor' “.
Evangelio del día: 10 de marzo de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’.
Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’.
Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna".
10 DE MARZO, SAN JUAN OGILVIE: sacerdote jesuita y mártir
Según la página oficial del Vaticano, el Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Hoy se recuerda a San Juan Ogilvie.
“Salvaría, si pudiera, mi vida, pero nunca perdiendo a Dios: al no poder conciliar las dos cosas, sacrificaría el bien menor para ganar el mayor”.
Juan Ogilvie, sacerdote jesuita, regresó a Escocia en 1613 de incógnito, como el capitán Watson, después de 22 años en diversos países europeos. Durante este tiempo, se había formado intelectualmente y trabajó como misionero jesuita.
A pesar del peligro que suponía vivir en una Escocia protestante, donde los católicos eran perseguidos, Ogilvie decidió regresar a su patria para llevar a cabo su labor en secreto. Como misionero clandestino, celebraba la misa en la oscuridad de la madrugada, visitaba enfermos y conversaba con aquellos que se sentían atraídos por el catolicismo, a pesar de la constante amenaza de persecución.
Su vida llegó a un trágico fin cuando fue traicionado y entregado al arzobispo anticatólico de Glasgow. Tras ser arrestado y sometido a un juicio lleno de torturas y humillaciones, Ogilvie se mantuvo firme en su fe.
Rechazó las ofertas para seducirlo de dejar su fe, incluyendo riquezas y la mano de la hija del arzobispo, y continuó defendiendo su creencia en la supremacía del Papa. Finalmente, fue condenado a muerte y ejecutado el 10 de marzo de 1615. A pesar de su martirio, Ogilvie murió defendiendo y en 1976 fue proclamado santo por el Papa Pablo VI.