En la misa, la Liturgia de la Palabra es uno de los momentos centrales de la celebración. En este punto, se leen los pasajes de la Biblia que permiten adentrarse en las enseñanzas de Jesucristo.
Compartimos los textos del martes 25 de febrero de 2025 publicados por el sitio web del Vaticano.
Liturgia del 25 de febrero de 2025: Primera lectura
Lectura del libro del Eclesiástico
Sirácida 2, 1-13
Hijo mío, si te propones servir al Señor, prepárate para la prueba; mantén firme el corazón y sé valiente; no te asustes en el momento de la adversidad. Pégate al Señor y nunca te desprendas de él, para que seas recompensado al fin de tus días. Acepta todo lo que te sobrevenga, y en los infortunios ten paciencia, pues el oro se purifica con el fuego y el hombre a quien Dios ama, en el crisol del sufrimiento.
Confíate al Señor y él cuidará de ti; espera en él y te allanará el camino. Los que temen al Señor, esperen en su misericordia; no se alejen de él y no caerán. Los que temen al Señor, confíen en él, porque no los dejará sin recompensa. Los que temen al Señor, esperen sus beneficios, su misericordia y la felicidad eterna.
Miren a sus antepasados y comprenderán. ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado? ¿Quién perseveró en su santo temor y fue abandonado? ¿Quién lo invocó y fue desatendido? El Señor es clemente y misericordioso; él perdona los pecados y salva en el tiempo de la tribulación.
Evangelio del día: 25 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.
25 DE FEBRERO, BEATA MARÍA LUDOVICA DE ÁNGELIS: por Buenos Aires y Mar del Plata
Según la página oficial del Vaticano, el Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. Hoy se recuerda a la Beata María Ludovica de Ángelis.
María Ludovica de Angelis nació el 24 de octubre de 1880 en San Gregorio, Italia, siendo la mayor de ocho hermanos. Creció en contacto con la naturaleza y la vida rural, lo que la formó como una persona sencilla, trabajadora y sensible. Desde joven sintió el llamado a la vida religiosa y encontró inspiración en Santa María Josefa Rossello, fundadora del Instituto de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia. En 1904 ingresó a esta congregación y tomó el nombre de Hermana María Ludovica. Tres años después, en 1907, fue enviada a Buenos Aires, donde comenzaría su labor en el Hospital de Niños.
A pesar de no contar con una educación formal avanzada ni con habilidades estratégicas, la Hermana Ludovica dedicó su vida al cuidado de los niños enfermos. Comenzó como cocinera, pero su compromiso y generosidad la llevaron a convertirse en la responsable de la comunidad. Con humildad y valentía, consiguió recursos para mejorar el hospital, creando nuevas salas, una capilla y hasta un hogar en Mar del Plata para la recuperación de los niños convalecientes. Su lema era claro: «Hacer el bien a todos, sin importar a quién», y con esa filosofía se convirtió en un símbolo de misericordia y amor incondicional.
Durante 54 años, la Hermana María Ludovica fue “guía, consuelo y madre para innumerables personas de todas las clases sociales”. Falleció el 25 de febrero de 1962, pero su legado sigue vivo. En reconocimiento a su incansable labor, el hospital donde trabajó pasó a llamarse «Hospital Superiora Ludovica», un testimonio del impacto profundo que dejó en la comunidad.