“Lo agarré con una Glock 4.5: lo exploté como a un sapo”. La presunta confesión de un imputado en una escucha por narcotráfico en Córdoba llevó a la detención de su primo en una causa que no tenía detenidos, por un crimen en barrio Ampliación Cabildo de la capital provincial, ocurrido hace casi un año.
La causa narco
La investigación federal por drogas tuvo impacto a fines de 2023, cuando el fiscal Maximiliano Hairabedian descubrió que la banda había montado un “aguantadero” con más de $ 150 millones en cocaína en el departamento de un exjuez federal de Córdoba, sin que él lo supiera.
La propiedad de Mario Eugenio Garzón, exmagistrado federal de San Francisco (jubilado), había sido alquilada de forma temporaria a varios inquilinos en el complejo cerrado Cardinales Nuevo Suquía, por lo que el exfuncionario quedó fuera de toda sospecha, según la Justicia. Un búnker delictivo muy conveniente para desviar cualquier sospecha de narcotráfico.
Hairabedian puso la lupa en el funcionamiento de la estructura que habría planificado, coordinado y organizado el transporte, la distribución y la comercialización ilegal de estupefacientes en las ciudades de Córdoba, Villa Carlos Paz, La Calera y otras aledañas.
En esa causa, fueron imputados los primos cordobeses Roque Mauricio González y Miguel Ángel González. En presunta complicidad con Héctor Daniel “Mono” López, habrían tramado el tráfico y la “bajada” de la droga desde Salta para su posterior distribución y venta en Córdoba.
El triunvirato habría adquirido drogas en Salta a Juan Alberto Ruiz Díaz; a su hermano Fabio Miguel Ruiz Díaz; a María Luz del Huerto Arévalo Luna, y a su novio, José María Gaona, un exgendarme actualmente detenido por narcotráfico. Tanto Arévalo como su pareja también habrían sido proveedores de estupefacientes de Salta.
Luego, los Ruiz Díaz habrían planificado el transporte y el almacenamiento de los estupefacientes valiéndose también de Matías Leonardo Baldiviezo, según la Justicia. Por orden de ellos, habría trasladado 15,4 kilos de cocaína desde Salta hasta Córdoba, para esconderla provisoriamente en el departamento de la torre Cardinales, de acuerdo a la sospecha.
De acuerdo con el plan, luego –y finalmente– debía entregar el cargamento a la banda de López y los hermanos González, presumiblemente en la casa de Miguel Ángel, en La Calera, o en otro sitio convenido. Para evitar cualquier contratiempo, Baldiviezo habría viajado desde Salta “custodiado” por Héctor Eduardo González, quien habría fungido como “puntero” en otro vehículo, según la Justicia.
Para que la “bajada” de la cocaína no despertara suspicacias y aseguraran la llegada, los González y “Mono” López se habrían valido de la colaboración de Carlos Alberto “Charly” Herrera. Este habría hecho acondicionar los vehículos en un taller de barrio Yapeyú, también en la capital provincial, para adaptarlos y camuflar así la droga que luego partiría desde el norte hasta Córdoba.
La tarde del 25 de noviembre pasado, Baldiviezo habría transportado en una Volkswagen Amarok la droga hasta cercanías del ingreso a Cardinales. El cargamento fue incautado por orden del juez Alejandro Sánchez Freytes.
Cuando allanaron la casa de Herrera, descubrieron que él y Miguel González habrían montado además un arsenal ilegal de armas.
Los González fueron acusados por presunta organización o financiamiento para la compra de estupefacientes (a Miguel Ángel, además, se le sumó el acopio de armas), pero no fueron detenidos.
El 29 de diciembre pasado, sí fue arrestado un presunto transportista de la organización que se encontraba prófugo. Fue capturado el viernes en la localidad de San José de la Dormida, en el norte cordobés.
Una confesión, un crimen y un detenido
En las escuchas por la causa de drogas, los investigadores de Gendarmería se percataron de un dato clave: la probabilidad de que uno de los imputados hubiera admitido un crimen en el marco de otra causa a cargo del fiscal provincial Tomás Casas.
Miguel González habría dicho que “un gil, chupado” le chocó su moto Honda. “Casi lo mato”, indicó, según la Justicia. Pero la parte más sustanciosa encendió las alarmas en Gendarmería: “Después lo agarré con una Glock 4.5: lo exploté como a un sapo”.
El crimen sucedió en barrio Ampliación Cabildo, de la ciudad de Córdoba, en abril de 2023. Carlos Toranzo fue asesinado de un disparo. En ese momento, no hubo detenidos. Sin embargo, la confesión derivó en que Hairabedian comunicara la novedad a Homicidios de la Policía de Córdoba y a la fiscalía de Casas.
El fiscal provincial solicitó la detención no de Miguel, sino de su primo Roque. No está claro aún por qué este último fue detenido si los dichos de Miguel en apariencia lo incriminarían principalmente a él. Al parecer, habría otros indicios o pruebas que comprometerían más a Roque o directamente a él y, por lo tanto, no a su primo. Al menos, por ahora.
Fuentes policiales indicaron a La Voz que, luego del crimen, dos sospechosos a bordo de una Yamaha Cripton abrieron fuego contra la casa de una vecina que reside al lado de la vivienda de Roque. Descerrajaron cinco disparos para intentar asesinarlo o amedrentarlo en venganza por el crimen de Toranzo. Nadie resultó lesionado.
Por estas horas, la causa por el asesinato continúa bajo secreto de sumario.
Un dato llamó la atención de los investigadores: cuando fueron a allanar la casa de González para detenerlo por el homicidio, encontraron un botín de joyas enterradas en el patio.
El hallazgo evoca ineludiblemente a la habitual operatoria disuasiva del famoso capo narco colombiano Pablo Escobar. Pero no sólo de él, sino hasta de, incluso, Barry Seal, el piloto estadounidense que trabajó para la CIA, traficó en paralelo cocaína para Escobar y fue informante de la DEA.
