“Se fue al doble, bol... Qué abuso que son. Hemos hecho los pozos ya, estamos pasando los ladrillos”. El elevado costo de vida en la Argentina por la inflación no escapa también al narcotráfico. La intervención judicial de dos líneas telefónicas dilucidó este hecho cuando un abanderado de un colegio nocturno de La Calera mantuvo un diálogo con un presunto cómplice sobre el precio del nailon que usualmente ciñen los invernaderos de marihuana por el que ellos terminaron detenidos.
En la comunicación, un sospechoso (25) le mencionó a su supuesto jefe (48) el incremento en el valor del plástico característico utilizado para ensamblar un invernadero. La alusión a un lugar para la siembra de cannabis sativa encontró su correlato cuando la Gendarmería Nacional allanó una casa de barrio Stoecklin, de La Calera (propiedad del hombre de más edad), y halló una plantación y una estructura realizada con troncos y nailon para el cultivo.
El joven (dijo que era albañil) está acusado de haber colaborado con el hombre en el montaje del “vivero” de marihuana para obtener réditos económicos de la venta. Durante el operativo realizado en abril de este año, se encontraron cuatro plantas de cannabis de unos dos metros y medio, y siete plantines debajo de un toldo precario instalado en el patio de la casa.
En el allanamiento ordenado por el juez federal N° 2, Alejandro Sánchez Freytes, a instancias del fiscal Carlos Casas Nóblega, los efectivos también detectaron en una propiedad de la madre del muchacho más joven 72 gramos de marihuana en 14 bolsas, 261 de cannabis, más de un kilo en proceso de secado y un picador de la sustancia (casi 450 gramos en total).
El abanderado
Pocos meses antes, tanto el mayor como el más joven (abanderado del colegio secundario nocturno al que asistía) habrían planificado la construcción del invernadero para el cultivo de 223 plantas, de hasta 2,40 metros de alto y 164 plantines en la casa de su madre del primero. El joven dijo que si bien cursaba sus estudios, la pandemia lo hizo desertar.
Ambos habrían ostentado distintos papeles en la mecánica delictiva. El fiscal le endilgó al muchacho responsabilidad en el armado de la estructura del invernadero, como también el cuidado y conservación de las plantas. El otro sospechoso, por su parte, habría sido en encargado de la venta de las plantas y la cocaína cocinada, según surge de las escuchas.
En ellas, el hombre de 48 años le indicó a su hija que hablara con su supuesto cómplice para que le entregara “de la bandejita, no el mezcladito” en clara alusión a material estupefaciente, de acuerdo con el planteo acusatorio. En el operativo, donde se constató el invernadero, se incautaron además una balanza de precisión y teléfonos celulares.
El muchacho también quedó sospechado por otra comunicación con una supuesta clienta, que le preguntó: “¿Vos tenías unas flores para vender?”. En el diálogo, el sospechoso le mencionó el precio de lo que aparentaba ser marihuana: “Te conseguí el kilo a 300 mil pesos, tiqui taca”.
En una casa del joven, ubicada a pocos metros de la del “jefe”, los efectivos encontraron bolsas con casi 200 gramos de cannabis. Sin embargo, hallaron una cantidad superior en otra propiedad cercana del “jefe” (donde estaba el “vivero”): casi dos kilos de marihuana, buena parte divididos en 360 sobres, 715 semillas de cannabis, sustancias que servirían para “estirar” la cocaína y un revolver calibre 32 (sin autorización).
En un diálogo, el acusado de 48 años recibió un reclamo por la calidad de la presunta droga que le comercializó: “Qué culi… ¿Por qué me has dado una mier… hijo de p…? Nunca me has vendido algo tan asqueroso”, a lo que el presunto dealer le respondió: “No tenés que ser tan laucha, culi…”.
“Pero la azul era rica. (…), ¿Imposible que te cruce para cambiar?”, le dijo el interlocutor. “Venite ya, tenés que comprar la de 1.000″, le contestó el acusado.
Procesamientos
El joven sospechoso negó su participación y se abstuvo de declarar, mientras que su “jefe” (dijo que era vendedor de velas y ropa, pero no se encontraron pruebas de esa actividad) se abstuvo sobre el hallazgo de drogas (sobre el arma dijo que la había heredado de su padre fallecido).
El juez Sánchez Freytes procesó a ambos y consideró que “existía entre ambos una relación de diferente jerarquía” resultando el más joven “empleado” del otro y realizando una tarea por encargo de este”.
“Más allá de la mano de obra que ofrece en el armado del invernadero -resaltó el magistrado- lo cierto es que su intervención y aporte al delito de cultivo de marihuana que se le endilga a ambos, aparece como aporte secundario y no determinante para que el “jefe” pudiera desarrollar la actividad de cultivo que emprendiera en su domicilio”.
Sobreseyó al de 48 años por el delito de tenencia de armas de uso civil (le achacó al fiscal no haber brindado las pruebas para arribar a un pronunciamiento sobre la probabilidad de intervención del acusado en el hecho), pero lo procesó como autor del delito de tenencia y cultivo de estupefacientes con fines de comercialización.
Le dictó la prisión preventiva por riesgo procesal (habría comprado un auto poco antes de su detención, por lo que contaría con dinero, posiblemente de origen ilícito) y por el intento de fuga cuando allanaron una de las dos casas que ocupaba.
Respecto al joven, lo procesó sin preventiva como autor de los delitos de cultivo de plantas de cannabis, guarda de semillas utilizables para producir estupefacientes y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y como partícipe secundario de cultivo de estupefacientes.
No obstante, el fiscal apeló el no dictado de la preventiva por la existencia de riesgo procesal, y la Sala B de la Cámara Federal ordenó su inmediata detención, ya que si bien no acumula antecedentes, de ser declarado culpable con pena efectiva, podría obstruir o evadir a la Justicia de mantenerse en libertad.
El camarista Abel Sánchez Torres justificó el arresto al valorar la cantidad de las plantas y semillas halladas, su valor de mercado y la construcción del invernadero para presuntamente maximizar la producción de la droga.
“Dichos extremos permiten inferir, sin hesitación alguna, el rol trascendente que dentro de la cadena de producción de material ilícito el encartado ocupaba y la posibilidad cierta y concreta de un cuadro de responsabilidades mayor dentro del tráfico de estupefacientes aun no dilucidado en la causa y la eventual existencia de vínculos suficientes para lograr, de alguna manera, interferir en el descubrimiento de la verdad real”, consideró.