Mientras la conmoción, el espanto y los interrogantes se extienden entre los habitantes de la localidad de La Cumbre, en el norte del Valle de Punilla, investigadores de la Justicia y de la Policía trabajan para esclarecer un caso que asoma por ahora como un gran enigma: la muerte de la psicóloga Sofía Kuljbicki.
La mujer de 39 años fue encontrada calcinada en la cama de su habitación el pasado sábado a la noche.
Para el seno de la pesquisa no se trató de un suicidio. Tampoco de un accidente domiciliario.
Sofía ni siquiera fumaba. Tampoco hacía frío como para haber encendido algún artefacto.
Para la pesquisa, la psicóloga fue víctima de un brutal crimen.
La sospecha es que la mujer fue asesinada por alguien a quien ella presuntamente conocía o bien alguien que la engañó y se ganó la confianza para que ella le permitiera el acceso a la casa.
No hay detenidos. Tampoco imputados. Sí hay sospechas.
La fiscal Paula Kelm, de la ciudad de Cosquín, es quien coordina la investigación judicial.
El cuerpo forense ya le informó que Sofía murió por intoxicación con monóxido de carbono, producto de la combustión que se produjo en la cama y la habitación.
El fuego, en principio, no se extendió al resto del chalé donde vivía.
En principio, el cuerpo no presentaba lesiones visibles.
De todos modos, se esperan resultados complementarios desde la morgue judicial.
La posibilidad de un robo está prácticamente descartada, ya que en la casa no había desorden ni faltaban elementos de valor. Además, no había aberturas dañadas. De todos modos, que no haya una puerta o ventana rota no es un punto que anule un hecho de robo.
Sin embargo, la escena del crimen en nada se asemeja a un típico episodio de inseguridad.
“Acá hubo un odio personal. Alguien cercano o con conocimiento llegó e hizo eso. No es tan poco común que un asesino prenda fuego... Lamentablemente hubo casos. Será necesario hacer una pesquisa clara y precisa y no perder pruebas”, razonó una fuente de la causa.
En el pueblo ya corre una versión y no frena: la mujer habría estado recibiendo amenazas de alguien cercano o que lo era de un paciente que ella atendía. Incluso, ya hay un nombre y hasta un apodo que se echó a correr por los bares, confiterías y esquinas de La Cumbre.
En ese sentido, el silencio es total en la fiscalía. De todos modos, se sabe que en la sede judicial se analizan esos supuestos mensajes.
Sofía era de Buenos Aires. Era de ascendencia rusa. Recibida en la Universidad de Buenos Aires, se había instalado en La Cumbre hacía al menos un año. Se orientaba por el psicoanálisis.
Soltera y sin hijos, vivía en aquella bella población serrana y atendía a un grupo de pacientes en una coqueta casona de calle Presidente Yrigoyen al 54, en el barrio El Potrerillo, una poblada zona de la periferia de La Cumbre.
“Estamos perplejos, absolutamente conmovidos. Esto ha sido una tragedia, aunque no sabemos qué pasó ni cómo fue. La verdad es que estamos preocupados”, le dijo a La Voz el intendente Rubén Justo Ovelar.
Peritajes y pesquisa abierta
¿Cómo se inició el fuego? Es otro de los puntos que, por ahora, no tienen respuestas en la fiscalía. Hay sospechas, mas no certezas.
Se ha pedido colaboración de peritos de la Dirección Bomberos y de la Policía Judicial de Córdoba.
Entre las averiguaciones de los pesquisas está la búsqueda de testigos y el rastreo de filmaciones de cámaras de seguridad.
El cuerpo de Sofía fue hallado el pasado sábado a las 21. Estaba vestido.
Fue su amigo Antony, quien se dio con el espeluznante hallazgo. Preocupado por la falta de noticias de su amiga, fue a verla y ver qué pasaba.
Desde el viernes anterior, Sofía no respondía los mensajes.
Al asomarse por una ventana, el hombre quedó paralizado: desde afuera se veía el espanto mismo de la habitación.
Llamativamente los bomberos no habrían sido alertados sobre el fuego.
A los pocos minutos, la zona quedó repleta de policías, médicos, peritos, funcionarios judiciales y curiosos. La casona fue encintada. La casa fue recorrida en busca de pruebas. El amigo de la psicóloga fue llevado a declarar.
La fiscal regresó con su equipo horas después. “Estamos trabajando. No puedo decir nada”, se excusó.
En el marco de las averiguaciones, los pesquisas analizan el círculo de relaciones de la mujer, las personas que conocía, las que había dejado de ver y también sus pacientes.
En el pueblo señalan que la mujer era muy reservada. Afirman que, si bien llevaba al menos un año viviendo allí, no se la conocía mucho.
Las versiones empezaron a correr y mucho en La Cumbre. En la pesquisa tomaron nota de una versión aportada por un allegado de la mujer. Quieren confirmarla o desecharla.
Es la que gira en torno a unos supuestos mensajes intimidantes que presuntamente profirió un allegado a un paciente de la psicóloga. Fue dicho: todo eso es investigado. Hay sospechas sobre un personaje criminal que supo ser noticia años atrás en la zona. De todos modos, son sólo conjeturas.
Mientras tanto, la conmoción y los interrogantes se potencian en La Cumbre.
“La vida son momentos...”, había alcanzado a escribir Sofía en sus redes.
Hoy, su caso es por ahora un enigma.
