Una de las preocupaciones que atraviesa distintos ámbitos entre los cuales se destacan las escuelas, los espacios barriales o territoriales y hasta a la propia Policía es la cantidad de armas que se detectan en manos de chicos y adolescentes cordobeses.
Por citar algunos de los últimos casos, un chico de 13 años junto a otros dos de 16 y 17 fueron demorados el pasado jueves cuando intentaron evadir un control. Todo sucedió en barrio Los Olmos Sud, a metros del hospital de Villa El Libertador, en la intersección de la Colectora de la avenida Circunvalación y la calle Cacheuta.
Cuando el grupo de chicos vio que la patrulla se aproximaba, corrieron hacia un descampado. Grande fue la sorpresa de los policías cuando lograron alcanzarlos.
“Se logró el secuestro de un revólver calibre 22, marca Rasper y sin numeración visible, sin cartuchos. También se secuestró una réplica de arma de fuego, tipo pistola de metal, calibre 9 milímetros, Marca Duty, con el número de serie a la vista”, detallaron desde la Policía.
¿Qué hacían estos chicos a las 22 horas caminando con sus bolsillos pesados por las armas, por más que estas estuvieran descargadas o fueran réplicas? Esa es la pregunta que resuena puertas adentro de la Jefatura de la Policía, cada vez con mayor asiduidad.
Más lejos en el tiempo, el miércoles 29 de marzo los informes policiales contaron que un chico de 14, junto a otro adolescente de 17 y a un joven de 20, protagonizaron un robo a mano armada, montados en tres motocicletas, en la intersección de las calles Tristán Narvaja y Andalucía de barrio Urquiza.
Al ser detenidos, les secuestraron una pistola calibre 22 y una 9 milímetros en perfectas condiciones. También se quedaron con sus motos.
Aunque esto no fue todo. El pasado jueves a la tarde, la Policía detuvo al mismo chico de 14 años, junto a otro joven de 22, también por robo calificado. Ocurrió en la intersección de las calles Juan Romualdo Báez y Rotary Internacional del barrio Cañuelas. Los sospechosos fueron capturados luego de una larga persecución que fue apoyada por las cámaras de videovigilancia.
Habían robado una moto que luego dejaron tirada para escapar corriendo. Cuando se produjo el cotejo de antecedentes, volvieron a sonar las alarmas: otra vez el mismo chico de 14 años, armado, a bordo de una nueva motocicleta.
Fuentes policiales subrayan que las detenciones se llevan a cabo y que también se secuestran las armas en cada uno de los operativos donde hay resultados positivos tras los cacheos. Pero, por lo visto, esa acción no es suficiente y la problemática se replica.
Escuelas y territorios barriales, los dos universos donde más repica el drama de las armas
A comienzos de abril, la comunidad educativa del Ipem 196 Alicia Moreau de Justo, de barrio Los Gigantes, salió a la calle a denunciar que un niño de 13 años había llevado un arma de fabricación casera al colegio durante tres días.
El hecho no fue confirmado por las autoridades educativas, quienes emprendieron una investigación interna y abordaron el asunto para restituir los lazos institucionales, dijeron fuentes del Ministerio de Educación consultados en su momento.
Todavía sobrevuela el fantasma de aquel episodio entre los miembros de esa comunidad educativa de la zona norte de la ciudad de Córdoba.
Ese chico sería el alumno que, en 2022, atacó sexualmente a un estudiante con trastorno del espectro autista en otro colegio.
Días atrás, este menor fue sorprendido por la Policía: en un control callejero, le encontraron un arma de fuego.
Para conocer otro hecho como el mencionado no hay que retroceder demasiado en el tiempo.
En julio de 2022, otro estudiante apareció armado en el Ipet 357 José Campellone, de la zona suroeste de la ciudad de Córdoba.
Preocupación entre los docentes
De nuevo aparece la pregunta pero, ahora, en boca de docentes: “¿De dónde salen esas armas que pesan en los bolsillos de los niños?”
Algunos docentes se atreven a ensayar una respuesta: “Las escuelas están cada vez más habitadas por la violencia y el narcotráfico. Las peleas son cada vez más violentas. Hay que desarmar a los chicos antes que ocurra una tragedia”, coinciden.
En varios barrios, referentes sociales ponen de relieve la violencia que se vive, la agresividad más amenazante y la participación cada vez mayor de chicos. Eso sí, hablan con miedo y evitan dar sus nombres. Temen represalias.
A pocas cuadras del Centro de la ciudad, en barrio Bella Vista, allegados a un espacio deportivo que pidieron estricta reserva de su identidad dijeron que es común caminar entre “niños ‘calzados’”. Es decir: chicos que portan armas.
Las balaceras son frecuentes, aseguran también. Por fortuna, agregan, suelen tener “mala puntería”. O quizás usan los fogonazos para ahuyentar, no tanto para lastimar. Detrás de cada herido de bala, afirman, se provoca un revuelo.
“Si llega la ‘cana’ (por la Policía) se rompe el orden barrial. Eso es lo que se trata de evitar”, cuentan y advierten que hace algunos años, alrededor de 2005, en el barrio se realizó una campaña simbólica de “desarme” y muchos entregaron sus armas, aunque fueran de juguetes.
Pequeñas víctimas
A comienzos de abril, Antonella (6) fue gravemente herida en el abdomen durante una balacera, a tres cuadras del lugar donde cuatro meses antes habían asesinado a Franchesca (3), en otro enfrentamiento a balazos. La niña de 6, por fortuna, fue dada de alta.
Todo ocurrió en el barrio Parque República. En ambas circunstancias participaron adolescentes. Ahora, al volver al barrio, sus habitantes insisten con una misma idea: “es más fácil alquilar o comprar un arma que encontrar un trabajo y hasta que esto no cambie vamos a seguir lamentando hechos así”.
A la vez, cuestionan que cuando ocurren hechos dramáticos como los que se vivieron hace apenas un mes todas las miradas se posan en la zona y la violencia se aplaca. Sin embargo, dicen, al poco tiempo todo pasa y las amenazas vuelven a adueñarse de las calles.
“Aquí, además de tener muchas cosas bellas para mostrar, con gente trabajadora que todos los días se esfuerza para vivir, también funcionan pandillas y el delito del narcotráfico instala la violencia. Pero lo que realmente espanta es la cantidad de armas que tienen los chicos”, plantean.
Consideran, al igual que otros referentes territoriales, que es necesaria una política de desarme.
Si no, alertan, habrá más niños armados que nunca.
