En medio de la devastadora inundación que azotó Bahía Blanca, emergen historias de valentía como la de Nicolás Álvarez, un panadero del barrio, que junto a Lucas Bruna, un carpintero, se convirtieron en héroes al rescatar a casi 80 vecinos utilizando una moto de agua en las calles anegadas. Su accionar, calificado como de película, puso de manifiesto la solidaridad y el heroísmo anónimo en momentos críticos.
Nicolás, cuya panadería pertenece a su padre fallecido y fue completamente destruida por el temporal, no dudó cuando su vecino y amigo Lucas le pidió ayuda. A pesar de que su propia moto de agua no estaba disponible, consiguió la de un amigo y se lanzó al rescate en un barrio donde el agua alcanzaba los dos metros de altura.
“Bajamos en en una calle donde estaba el agua a la altura de 2 metros y bueno, salimos a ver qué qué iba a suceder”, relató Nicolás.
Juntos, Nicolás como el conductor y Lucas como su apoyo, se adentraron en un escenario dantesco de autos flotando, electrodomésticos y árboles, con una única misión: salvar vidas.
“Yo era el capitán y Lucas mi marinero”, dijo Nicolás entre risas. “Solo le pregunté si sabía nadar y si tenía miedo. Después, nada más. La verdad es que hicimos un equipo tremendo. Y si hoy tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría sin dudarlo”, sostuvo.
La ayuda de Nicolás y Lucas: el rescate de vecinos
Rescataron a más de 40 personas en aproximadamente ocho horas, aunque Nicolás mismo no llevó la cuenta exacta, concentrándose en que todo saliera bien.
Entre los rescatados se encontraban personas agarradas de árboles, mucha gente mayor e incluso una niña de 5 años a la que le deben la vida según su madre.
“La gente se acercaba como si fuéramos un Uber”, comentó Nicolás a La Nueva sobre la desesperación de los vecinos.

Uno de los momentos más impactantes fue el rescate en un geriátrico, donde encontraron enfermeras cuidando a ancianos sobre las mesas para mantenerlos secos, y lamentablemente también hallaron personas mayores fallecidas. Nicolás y sus amigos utilizaron una retroexcavadora para trasladar a los abuelos con vida a un lugar seguro.
A pesar del peligro y de haber presenciado escenas trágicas, Nicolás y Lucas actuaron con determinación y hasta con un toque de humor para no paralizarse.
“Lo tomamos casi como un juego porque no podíamos quebrarnos. Si lo hacíamos, no habríamos podido seguir”, explicó Lucas.
Nicolás, aunque golpeado físicamente y afectado por lo que vio, especialmente la cantidad de personas fallecidas, afirma que volvería a hacer lo mismo sin dudarlo. “Lo hice instintivamente con Lucas”, expresó.
La comunidad de Bahía Blanca reconoce la valentía de estos héroes anónimos. Mientras tanto, Nicolás, el panadero ahora sin panadería, espera que la vida continúe y que se reconstruya su negocio familiar, aunque hoy su mayor preocupación es la verdad sobre la magnitud de la tragedia y la situación de los desaparecidos.