La noticia de este diario se expandió por todo el país y provocó indignación. El 17 de mayo pasado –hace más de un mes–, se realizó un “bautismo” de paracaidistas que egresaban de su instrucción en el Tercer Cuerpo de Ejército, en Córdoba. Si bien todo rito iniciático en las fuerzas de seguridad está prohibido desde hace dos años –tras la muerte del teniente Matías Chirino, en Corrientes–, lo que generó sorpresa e indignación fue que esa “ceremonia” incluía arrojarles a los soldados cal viva a la cara y dentro de la boca.
Pasaron 48 horas desde la publicación de La Voz y ya se conocieron las respuestas de las autoridades del Ministerio de Defensa. La primera decisión fue suspender a 11 presuntos responsables del ritual iniciático, que provocó heridas de gravedad a siete efectivos y secuelas en los 35 que padecieron la práctica.
Desde la Justicia federal de Córdoba, habían recibido la denuncia la semana anterior y dispusieron la imputación de dos oficiales y del suboficial que arrojaba la cal mientras obligaba a los subordinados a gritar, ante una arenga suya. Les decía: “¡Paracaidista!”; y esperaba la respuesta: “¡Siempre!”, para lanzar un puñado de hidróxido de calcio, el agente químico que, al humedecerse, se activa (se apaga) y provoca quemaduras en los tejidos.
Vías aéreas, vista y tracto digestivo sufrieron las peores consecuencias, particularmente luego de que a las víctimas las llevaron al baño y las indujeron a lavarse y bañarse con agua, elemento que activa (potencia) el efecto de la cal.
El ministro de Defensa de la Nación, Luis Petri, anticipó que serán implacables con las sanciones y, si la investigación interna lo determina, no dudarán en dar de baja a quienes puedan ser declarados responsables de una práctica que está prohibida.
El ministro aclaró que harán una modificación a la normativa para que no queden dudas de que todo ritual iniciático está prohibido, aunque no se cometan excesos, como la ingesta de alcohol (en el caso de Chirino), o se les arroje sustancias dañinas para la salud, como en este episodio. Petri agregó que, para él, quienes arrojaron este agente químico a los soldados no cometieron un error, sino que actuaron con “intención”.
Los rituales iniciáticos están presentes en muchas culturas ancestrales para marcar “el paso” de la niñez a la adultez, como así también en algunas actividades del presente en las que se pretende marcar un cambio o una superación hacia otro estado. Los hay en los deportes (como el rugby) cuando se debuta en primera división; en la vida civil, con una despedida de soltero; al graduarse en una carrera, o bien en diferentes situaciones en las que se produce la “iniciación” o “el paso” hacia otra condición.
Muchos de estos ritos del presente tienen un componente sádico, en el que tal vez se desprende la idea de que ese “paso” requiere de un sacrificio. Hay algunos muy severos, y muchas veces las consecuencias son graves.
Pero en el caso de la vida militar, resulta preocupante que, pese a haberse prohibido toda práctica de iniciación, igual se la conserve como si se tratase de una tradición mal entendida. Difícil es pensar que quienes tienen a cargo aplicar este rito desconozcan que fue prohibido tras lo sucedido en Corrientes.
También es inquietante que se denunciaran prácticas de encubrimiento a cargo de un mayor (hoy imputado), para que no se divulgara este episodio fuera del regimiento.
La ley debe imponerse en todo su vigor, en todos lados por igual. Debe trasponer los claustros, los alambrados de los regimientos y los muros de instituciones que puedan considerar que “puertas adentro” pueden regirse según sus propias reglas.
