Prácticamente desde que se “cerró” en 13 el número de acusados por el crimen de Valentino Blas Correas (17) y su encubrimiento, la mamá de la víctima, Soledad Laciar, no se ha cansado de repetir que ella seguirá hasta encontrar a todos los responsables. Añade que “hay más”, en especial en esferas más elevadas de la Policía y del poder provincial.
Ha transcurrido una buena parte del juicio oral y público y ahora se produjo un paréntesis de casi dos semanas que da lugar para reflexionar sobre la marcha del debate. No son pocos los que entienden que, por lo que se viene apreciando, todo parece centrarse en que los 13 acusados –dos de homicidio y otros 11 de encubrimiento y de otros delitos– son los que siguen y seguirán en la mira. Se entiende: no es que vaya a juzgarse a más personas, sí que pueden surgir otras que queden comprometidas.
Las dos últimas semanas se ha escuchado el testimonio de dos altos jefes policiales: una, la actual máxima autoridad, la comisaria general Liliana Zárate Belletti; el otro, el comisario mayor retirado Gonzalo Cumplido, quien fue el vocero “designado” para ponerle la cara al asesinato de Blas a manos de uniformados.
Quiérase o no, hay que decir que el juicio oscila entre dos tendencias: “buscar más” o “quedarse en los 13″. Y en eso pareciera que entre las partes se inscribieran unos y otros, incluso con fisuras internas. Oportunidades de que surgieran elementos probatorios –pruebas o indicios– para buscar más responsables ha habido de sobra, aunque parece que no se estarían aprovechando. Convendría preguntarse cuánto y quiénes son los que tratan de comprometer a los testigos a la hora de buscar más responsables.
“Para arriba” de los 13 acusados, en el juicio ya han sido “mencionados” exmiembros de la cúpula policial anterior –Gustavo Vélez, Pablo Arregues, Gustavo Piva y Rubén Turri–, además de Cumplido y de la actual jefa, y del Ministerio de Seguridad (el exministro Alfonso Mosquera y el exsecretario Lucas Mezzano).
La comisaria general Zárate Belletti soltó lastre al reconocer “vergüenza” por lo que hicieron miembros de su tropa y luego al admitir que hubo “violencia institucional”. Pero después pareció distraída en algo tan elemental como conocer qué es un “saro” (delincuente) o un “tango” (arma trucha). Tras varias horas de testimonio, no fueron los acusadores quienes le preguntaron a la jefa si había ordenado un procedimiento para determinar si los patrulleros de toda la Policía llevaban armas truchas. También desde el tribunal surgió preguntarle por qué permitió que el presunto homicida Javier Alarcón siguiera en funciones y con un arma en la calle si había reprobado con un 3 el examen de tiro para el ascenso.
Con el tema de los uniformados que “rodearon” el auto donde agonizaba Blas sin hacer nada para salvarlo, también el tribunal técnico se interesó por preguntar por qué no le dieron auxilio. El vocal Mario Centeno insistió en qué haría si se tratara de un hijo suyo. La respuesta fue la “correcta”: lo hubiera llevado al Urgencias.
Un celular y otras pruebas
Con relación a Cumplido, ya se dijo en estas páginas que cuando Soledad y Blas Fernando Correas (papá de la víctima) quisieron preguntar por los de altas esferas, fueron interrumpidos por acusadores.
Un reconocido penalista que no participa de este debate comentó, como “viejo lobo” de estas lides, lo que vio por televisión: “Por sus declaraciones, hay una marcada contradicción entre lo que dijo (el querellante Alejandro) Pérez Moreno y la madre de Blas Correas (Soledad Laciar). Él en todo momento quiso desmerecer lo que dijo (el testigo) diciendo que no tuvo ninguna trascendencia para la causa y lo dijo con fastidio, (mientras que) la madre de la víctima lo destacó y ratificó que las manifestaciones de Cumplido fueron las mismas que le hizo en su domicilio”.
En la sala de prensa se asistió con sorpresa a lo que se escuchaba en el recinto principal, cuando Pérez Moreno interrogó al testigo y quiso minimizar la acusación contra Mosquera. Con la agudeza que viene mostrando, el excomisario le dijo al abogado que él “era amigo de Mosquera” y que el hijo del exministro había trabajado en su estudio jurídico. El querellante desmintió la amistad, pero el testigo insistió: “Él (Mosquera) me dijo que era amigo suyo y me habló muy bien de usted”. A esa altura, cuando Cumplido quiso decirle que él también tenía un buen concepto suyo, Pérez Moreno le respondió que él no compartía ese concepto.
También resultó llamativo lo que reveló un abogado que interrogó a Cumplido cuando este se refirió al Tribunal de Conducta Policial. Como parte de la pregunta, el letrado le aclaró –no sin sorpresa– que él había integrado ese tribunal que analiza el desempeño de los uniformados. El abogado es Julio Herrera Martínez y se sienta del lado de los querellantes.
El testigo Cumplido, cada vez que mencionaba sus diálogos con Mosquera, esgrimía como estandarte su celular y lo ofrecía para probar sus dichos. Ese día, nadie pidió que le secuestraran el teléfono. Al día siguiente, alguien reclamó para que se hiciera una nueva convocatoria de Cumplido y para que dejara su teléfono.
El viernes se confirmó que, “un día” (para evitar a la prensa) de la semana entrante, el excomisario irá a la cámara y aportará “voluntariamente” su celular para que peritos forenses extraigan sólo el contenido que interesa, particularmente los diálogos con Mosquera. También llevará los documentos que le pidieron el jueves.
Cuando vuelva a declarar, Cumplido deberá explicar alguna inconsistencia respecto de si sabía o no sabía que el arma secuestrada era plantada. Hasta ahora, nadie preguntó demasiado si él lo sabía ni tampoco si lo conocían sus superiores en la cadena de mando.
Desmentida
El testigo fue muy agudo con la jefa de Policía, con Mosquera y con el fiscal instructor, José Mana, a quienes acusó de integrar el complot político-policial-judicial en su contra.
El fiscal se comunicó con La Voz y lo desmintió categóricamente. Negó una reunión con el gobernador y aseguró que jamás llamó a quien hoy lo denuncia. Además, dijo que nunca utiliza expresiones como “qué huevazos que tenés”, como relató el excomisario que habría pronunciado el fiscal durante una supuesta conversación telefónica.
Quienes conocen a Mana, hombre de excesiva pulcritud, no imaginan que pueda pronunciar semejante frase.
Bostezos entre los legos
Ya es un hecho que el juicio no termina a mediados de noviembre, como se programó. La extensión en el interrogatorio a algunos testigos, a veces a razón de uno por audiencia, hace que la previsión inicial se extienda más allá de lo imaginable.
Un acusador público, el fiscal Marcelo Hidalgo, acapara la mayoría del tiempo con los testigos, abunda en detalles innecesarios y en no pocas oportunidades han debido recordarle que insiste en la misma pregunta tres o cuatro veces.
Los interrogatorios a veces levantan “mucha polvareda”, pero el dato concreto terminan preguntándolo los miembros del tribunal técnico de la Cámara 8ª del Crimen, presidida por Marcelo Jaime e integrada por Juan Manuel Ugarte y por Mario Centeno (este, convocado desde la Cámara 10ª).
Con interrogatorios de cuatro, cinco, seis y hasta siete horas por un testigo, se advierte en el jurado popular algo que no suele ser recomendable para la acusación: que los jurados populares se cansen o comiencen a aburrirse. Al final de cuentas, lo simple y lo concreto es lo mejor para los legos.
Esta y muchas otras cuestiones que vienen sucediéndose en estas primeras 17 audiencias impiden que las bondades del proceso oral contribuyan a descubrir una verdad distinta a la que escribió el instructor José Mana, con la imputación de estos 13 acusados.