“Sole, estoy bien, a la noche hablamos”.
Esa fue la última llamada que recibió Soledad González de parte de su expareja y padre de su hija, César Darío Moreno, el hombre de 50 años que había viajado el 14 de septiembre desde Villa María a Córdoba Capital en compañía de un amigo y murió en la cárcel de Bouwer cuatro días después.
Por esta muerte, el fiscal José Alberto Mana imputó como presuntos autores del delito de “tortura seguida de muerte” a nueve miembros del Servicio Penitenciario de Córdoba (SPC): un direcor, siete guardias, una médica psiquiátrica y otro psiquiatra. Todos están detenidos, salvo uno de los guardias que continúa sin entregarse.
Cuando la mujer escuchó aquellas palabras cortantes en la llamada telefónica, no se dio cuenta de que su expareja estaba atravesando lo que ella misma definió luego como un brote psicótico. Tampoco creyó que durante ese episodio iba a ser detenido por la Policía de Córdoba, para luego ser enviado a la cárcel donde finalmente murió.
Luego de hacer la llamada, Moreno había entrado a una conocida panadería y heladería de la calle San Lorenzo al 70, en el barrio de Nueva Córdoba, zona céntrica de la ciudad. Versiones disímiles hablan de que ese jueves hubo gritos, forcejeos, o que no quiso respetar la fila. El parte policial asegura que agredió a tres empleados y que dañó una balanza digital.
Los trabajadores de ese local comercial –según confirmó el fiscal que atendió el caso durante las primeras horas, Rubén Caro– fueron quienes hicieron la denuncia. La fuerza detuvo a Moreno alrededor de las 14. Fue trasladado a la Unidad de Contenidos y Aprehendidos (UCA), imputado por los delitos de lesiones leves reiteradas, daño y lesiones leves calificadas.
Pero luego de permanecer encerrado en la UCA durante dos días, el aprehendido fue trasladado a la cárcel Reverendo Francisco Luchesse, más conocida como cárcel de Bouwer, el 16 de septiembre. Se trata de un penal de máxima seguridad.
Moreno no tenía antecedentes penales. Sí tenía, como lo indicó un informe solicitado por Caro al que pudo tener acceso este medio, antecedentes psiquiátricos.
El documento que obra en la causa, emitido por un profesional de la Unidad de Crisis del Centro Psico Asistencial de la Provincia, dice que el día 16 de septiembre se llevó a cabo una valoración interdisciplinaria de Moreno. Durante ese control, él mismo adujo tener antecedentes con un diagnóstico de trastorno bipolar durante 16 años. Y también señaló que durante 10 años realizó tratamiento por esta condición. Finalmente advirtió que la atención psiquiátrica se encontraba discontinuada y que sólo se encontraba atendido por un psicólogo.
El CPA lo define en su valoración como un “paciente tranquilo, colaborador y orientado globalmente”, establece que “no reviste criterio de internación” en la institución. También sugiere un tratamiento ambulatorio de su “cuadro psicopático”.
El informe es enviado por mail: en ese momento no había disponible papel de fax como hubiera requerido su envío, según lo establecido por protocolo.
En otras palabras, lo que la evaluación concluye es que el detenido no reunía condiciones críticas –como podría ser un cuadro psicótico al que se refirieron los familiares para describir lo que le había pasado días antes en la panadería– para quedar internado.
Con este dictamen, el fiscal que estuvo a cargo en esa etapa de la instrucción ordenó que el hombre permanezca aprehendido y decidió su traslado a Bouwer.
“Va a Bouwer por las sugerencias recibidas de medicina forense, ya que en la cárcel hay infraestructura y médicos para la atención de un paciente. En la UCA hay un consultorio muy pequeño y no cuentan con las herramientas para la atención”, justificó el fiscal al ser consultado por este medio.
Antecedentes y lazos familiares
En la fiscalía de Caro saben que se avecina un tiempo de muchas explicaciones. Habrá que justificar por qué, y bajo qué protocolos, se tomó la decisión del encierro en una cárcel de máxima seguridad de un hombre que había tenido una pelea en la vía pública, pero que no tenía antecedentes penales.
La primera pregunta a la que se deberá responder es qué pasó con las indicaciones de la evaluación psiquiátrica, que indicaban el tratamiento ambulatorio en caso de que la situación judicial lo permitiese.
Lo cierto es que desde la fiscalía aseguran que por esas horas no contaban con las planillas prontuariales. “Demoran hasta dos días en llegar, cuando se apura su trámite”, se explicó.
“No sabíamos si Moreno tenía antecedentes. Tampoco sabíamos si tenía, o no, familiares. No contábamos con información precisa sobre su domicilio. Y finalmente no había certezas sobre si se trataba realmente de un paciente psiquiátrico”, se excusaron desde la fiscalía.
Lo llamativo es que la pareja actual de la víctima (de quien se reserva su identidad) interpuso en la ciudad de Villa María un pedido de paradero ante la ausencia de su novio.
Este pedido de paradero apareció en las oficinas del fiscal recién cuando llegó la planilla prontuarial, según dijo el propio Caro. Pero ya era muy tarde: le habían informado que el hombre había muerto.
La muerte de Moreno
Tras la supuesta pelea en la panadería y la llamada de Moreno a su expareja, durante la cual le dijo que estaba bien y que a la noche le iba a llamar, el hombre ingresó a la UCA. Luego fue trasladado a Bouwer y terminó atado a una cama de sujeción. Pero en el medio hay aspectos que todavía restan por ser confirmados.
Un informe que provino del centro de aprehendidos durante las primeras horas de detención habla de un altercado. Según el expediente que tiene en sus manos el fiscal Caro, cuando a Moreno se le elaboró el acta de aprehensión y se le dio la lapicera para que firme, el hombre le clavó la lapicera en la boca al guardia que lo estaba atendiendo.
Por los pasillos de Tribunales se escucha que “la presencia de Moreno ‘quemaba’ en la UCA” y que de continuar allí podría haber sido lastimado. Las mismas voces plantean que con ese antecedente llegó a Bouwer, donde hubo guardias que “tomaron venganza” por la agresión con la lapicera.
Para la fiscalía de Mana, al entrar al penal de máxima seguridad, sin antecedentes penales y con un cuadro psiquiátrico desatendido, Moreno fue golpeado gravemente por al menos seis guardiacárceles antes de ser enviado a la celda de castigo.
La familia niega cualquier posibilidad de que el hombre se haya “puesto violento”. “Estuve casada con él durante 14 años y nunca fue agresivo”, comentó su exmujer, quien se encuentra devastada. Sus amigos opinaron en la misma frecuencia.
