Sin remordimiento, emociones ni empatía por los otros. Egocéntrico, manipulador, mentiroso, megalómano y con gran capacidad de disimular las culpas que ni siquiera siente. Todas estas características de un “psicópata” de manual se plasmaron este lunes en la sala de audiencias de la Cámara 8ª del Crimen de Córdoba, en coincidencia con lo que habían declarado peritajes psicológicos practicados en la década pasada al múltiple homicida Roberto José Carmona (62).
Preso desde hace más de 38 años, este lunes volvió a un tribunal para ser juzgado por el alevoso crimen del taxista Javier Rodrigo Bocalón el 13 de diciembre de 2022, tras escapar de los guardiacárceles que lo “cuidaban” mientras veían la semifinal del último Mundial, entre Argentina y Croacia.
La visita íntima a su mujer Ángela Elizabeth Etudiez en su casa de barrio Las Violetas, en Córdoba capital, había permitido la fuga que derivó en un raid delictivo que incluyó el crimen del taxista para robarle el auto.
Carmona se situó en la sala de audiencias dentro del cubículo blindado que le fabricaron especialmente debido a su peligrosidad extrema.
Cada vez que ha podido ha matado.
El juicio a Roberto José Carmona por el crimen del taxista Bocalón
No pocos recordaron la imagen de Hannibal Lecter en el filme El silencio de los inocentes.
Con manejo escénico singular y gesto hierático, el acusado permaneció impasible, mirando a los fotógrafos que lo “ametrallaban” del otro lado del vidrio, minutos antes de empezar el debate con jurados populares.
Con algunos kilos de más y el cabello más largo que nunca, desde que inició su récord delictivo con tres condenas por homicidio y dos prisiones perpetuas, Carmona adoptó un gesto “zen” mientras ingresaban los jueces y se retiraban las reporteros gráficos.
Existían dudas respecto del temperamento que asumiría cuando fuera interrogado, si optaba por la indiferencia –tal como lo hizo en juicios anteriores y durante la instrucción– o si se convertiría en un exhibicionista verbal.
Esta última opción eligió para lanzar un sinnúmero de frases poco afortunadas con relación a las víctimas y con desprecio a los acusadores que lo interrogaron con respeto.
Mientras aceptaba del presidente de la Cámara 8ª del Crimen, Marcelo Jaime, las preguntas de sus condiciones personales, equivocó su edad (dijo 63 años) y dijo que tomaba medicación para el insomnio.
Su desapego emocional y su soberbia le hicieron variar su actitud: primero pareció negarse a reconocer sus culpas, pero luego terminó con una virtual “confesión” del crimen de Bocalón: señaló que fue la víctima quien “eligió el auto y no su vida”.
Con frialdad y cinismo, el acusado tuvo un trato irrespetuoso con el fiscal de cámara, Hugo Almirón, y se permitió una velada amenaza al abogado Carlos Nayi, que había dicho que en su primer crimen en 1986 había violado reiteradamente a Gabriela Ceppi (16) antes de matarla.
Esos abusos sexuales no alcanzaron a probarse en el juicio de 1986 porque la medicina forense no pudo ser precisa ante el deterioro que tenía el cadáver cuando lo hallaron un mes después del crimen.
Por eso, Carmona dijo despectivamente al abogado: “Por personas como usted, yo tuve que matar a otras personas”. Lo señaló en referencia a los dos reclusos que asesinó en las penitenciarías de San Martín (Córdoba) y de Chaco. Acaso también lo haya hecho porque el taxista se negó a darle el auto.
Cuando el fiscal lo interrogó sobre sus datos personales y le preguntó si tenía hijos, Carmona respondió “uno”. Luego, tras decir que sólo lo había visto nacer, sin que le preguntaran definió de modo tajante: “Padre es el que lo cría”.
Siempre dentro del trámite inicial de contestar sus datos personales, algunos de los cuales eligió no decir, el acusado insistió en formular reclamos: que el tribunal le aclarara si su teléfono celular estaba secuestrado por la Justicia o si había sido robado por la Policía.
Después de responderle que formaba parte de la causa, Carmona insistió en algo similar: “Quiero saber si tienen secuestrada mi alianza de casamiento, cosa que intuyo que también la Policía me la robó en la Jefatura”.
Juicio a Carmona: inicio del debate
Minutos antes, al comenzar el juicio, el fiscal Almirón pidió que se agravara la acusación a Carmona. Solicitó que el homicidio criminis causae –el crimen cometido para asegurar otro delito– se ampliara también a uno cometido con alevosía –cuando se mata con indefensión y el asesino actúa sobre seguro–. El tribunal, integrado por Marcelo Jaime (presidente), Juan Manuel Ugarte y Eugenio Pérez Moreno, admitió ese cambio de acusación por unanimidad.
A su turno, el defensor oficial Aníbal Zapata pidió que se declarara la nulidad de toda la acusación porque durante la indagatoria de la instrucción no se le comunicaron los hechos que se le reprochaban y no se le preguntó si quería declarar o abstenerse de hacerlo.
El rechazo también fue unánime, aclarándose que ya se había hecho la petición en instancias anteriores y que estaba grabado cómo Carmona se levantó cuando estaban intimándolo.
Respuestas despiadadas
Luego de las condiciones personales, fue el turno para que el presidente del tribunal –siempre en tono de máximo respeto– le preguntara si iba a declarar sobre el hecho, tras relatárselo por completo en sus tres actos: crimen de Bocalón, robo de un auto con amenazas y lesiones, y lesiones a dos mujeres a las que quiso robarles otro vehículo.
Carmona se abstuvo en ese trámite, pero cuando lo interrogaron si respondería preguntas, contestó: “Que pregunten; siempre que sean reales...”.
Entonces, Almirón –también con respeto– pidió que le informara si había intentado fugarse de la Penitenciaría N° 2 de Chaco, días antes de su última visita a Córdoba para ver a su esposa Ángela Etudiez.
El acusado reconoció que lo había intentado. “He estado a punto (de escapar), pero me fallaron los cálculos”.
El fiscal le pidió a Carmona que explicara cómo se trasladó desde el CPC Villa El Libertador (donde chocó el Gol que sustrajo a una pareja) hasta la clínica Vélez Sársfield, lugar donde hirió a dos mujeres para robarles su vehículo. Primero, se negó a responder y Almirón le indicó que “había un buen trecho” entre esos dos lugares. Pero el acusado salió del paso, con soberbia: “Soy un buen corredor”.
Lo más doloroso para los familiares y allegados a la víctima fue cuando respondió lo que había sucedido dentro del taxi. El fiscal le preguntó si reconocía el crimen de Bocalón. La respuesta dejó un silencio sepulcral: “Retumba en mi cabeza ‘no me mates, no me quites la herramienta de trabajo’; él (Bocalón) eligió el auto a la vida... Yo era un depredador”.
En otro tramo, Carmona dijo que había traicionado a su mujer escapándose. Etudiez está acusada junto con los seis guardiacárceles chaqueños de haberle facilitado la fuga de su casa durante el partido de la selección.
El reo relató que ella ignoraba sus intenciones de evadirse, pero aclaró que él le había anticipado a Etudiez que el sistema carcelario era vulnerable y que podía escapar cuando quisiera. Según contó, ella se quejó: “¿Quiere decir que no me amás, que no vamos a hacer nuestros proyectos?”. Como si reflexionara para sí, el múltiple asesino soltó una frase: “Pudo más mi ego que el amor”.
El otro juicio
Tal vez no sea por amor, pero está claro que, ante todo, quiere proteger a la mujer que debe afrontar el juicio que se hará a quienes habrían facilitado la evasión.
Etudiez y los seis guardiacárceles chaqueños serán juzgados muy probablemente en el segundo semestre de este año, como lo anticipó antes de entrar a la audiencia el abogado Nayi. Este querellante, que representa a Raúl Antonio Bocalón (padre de la víctima) y a Melisa Altamirano (la mujer a la que Carmona le robó el Gol), reclamó que se determinara la responsabilidad del Estado en los permisos otorgados a Carmona que se conceden de manera “robótica”, sin considerar la peligrosidad del interno.
En el juicio que le espera a Etudiez, ella está imputada de evasión dolosa, con intención de que su esposo escape, mientras que los seis penitenciarios están acusados de evasión culposa, de puro descuidados por mirar el partido y olvidarse de su deber.
Acaso también para influir en el juicio que se viene, Carmona no dejó de poner su granito de arena para aliviar a su mujer y echar culpas sobre uno de los guardiacárceles que lo trasladaron. Dijo que Juan José Penayo le vendió el cuchillo con el que mató por $ 15 mil porque tenía una hija enferma.
Ese y otros cuchillos viajaron desde Chaco camuflados dentro de un televisor que quedó en la combi penitenciaria cuando llegaron a Bouwer para que pasara la noche. Al menos así lo indicó el acusado.
Lo que sigue
Frente a tantas agresiones y demostraciones de soberbia que terminaron en una virtual confesión, con las grabaciones de video y otras pruebas contundentes gestionadas por el fiscal instructor Horacio Vázquez, ambos acusadores –oficial y privado– prácticamente se han allanado a ventilar la prueba.
Para el miércoles próximo, en la segunda audiencia, Almirón y Nayi pidieron que sólo brindara testimonio el comisionado policial que investigó buena parte de la fuga, Marcos Emanuel Moreno.
Entre la primera audiencia en la que se pidió la incorporación de los testimonios de los querellantes y de buena parte de la prueba, y la próxima en que se haría lo mismo con otros testigos, se ha acortado significativamente el trámite de un juicio casi “obvio” sobre su resultado y su única pena posible: la prisión perpetua.
El presidente del tribunal anticipó lo que queda de programa de este juicio “corto”, con una tercera audiencia de alegatos para el viernes, tal vez con la deliberación del jurado popular y el veredicto.
Mientras tanto, queda pendiente si Carmona continuará con lo que anticipó que iba a declarar “más adelante”. Acaso se dé otra oportunidad de montar otra escena con auditorio asegurado: los asistentes al juicio y el gran público de los medios. Un lujo que no todos los presos pueden darse.
