“La casa de este tipo es como la de ese asesino, el de la película El silencio de los inocentes. El tipo que coleccionaba mariposas y cosía vestidos y tenía una mujer dentro de un pozo… Bueno, este tipo no cosía y no tenía mariposas y no tenía a nadie cautivo, pero ese departamento era un espanto. Es algo completamente tenebroso...”.
Las palabras son de un miembro del equipo de investigadores que intenta develar la última historia de horror registrada en Córdoba: el caso de la docente Anahí Bulnes, 36 años, madre de tres chicas, y quien se encuentra desaparecida desde el 5 de diciembre pasado.
Para esos investigadores, Anahí fue asesinada. Sin embargo, su cuerpo no aparece. La búsqueda se potencia.
La mujer, sospechan, habría tenido un final cruento, atroz, espantoso, en un departamento de un hombre con quien ella se relacionó.
No eran novios, no eran amigos. Era una relación y punto.
La sospecha es que ese hombre le habría dado muerte a la mujer e hizo desaparecer el cuerpo.
¿Cómo? No se sabe.
Hay suposiciones y una es peor que la otra. ¿Por qué creen que ella habría sido asesinada en ese departamento? Una cámara de seguridad los vio entrando juntos aquel lunes 5 de diciembre.
A ella no se la vio salir más. A él sí.
Él se llama Santiago Campos Matos, tiene 37 y es cocinero.
Aprendió el arte de la cocina y el uso de los cuchillos por su padre, que era carnicero en Traslasierra.
Lo detuvieron el lunes a la noche en su departamento del primer piso de un edificio ubicado en avenida Olmos y bulevar Guzmán, en pleno Centro de la ciudad de Córdoba.
Campos Matos está preso, por ahora, por homicidio, por orden de la fiscal Eugenia Pérez Moreno.
La funcionaria y el cuerpo de investigadores que dirige creen que el cuerpo de Anahí fue sacado del departamento y desaparecido. ¿Cómo? Hay toda clase de sospechas. Algunas, inenarrables.
Hubo rastreos en la Costanera, en los viejos molinos cerca de la terminal de ómnibus, en adyacencias del Hospital de Urgencias. Se inspeccionaron pozos y otros sitios.
El departamento era un espanto y esconde, según los ojos de los pesquisas, una historia escalofriante.
Rastros de sangre se hallaron esparcidos en distintos puntos de ese, si es que puede llamarse, hogar.
Además de sangre, se hallaron un cuchillo, una amoladora, una sierra.
Todo se encontraba entre libros de canibalismo y de tratamiento de cuerpos, animales embalsamados y objetos humanos dentro de una mesa de luz en la pieza.
También había ropa de mujer.
Todo fue secuestrado y enviado a los gabinetes forenses. Mientras tanto, peritos de la Policía Judicial entraron a ese departamento y trabajaron horas en busca de rastros y pruebas.
“Creíamos haberlo visto todo en la casa de barrio Autódromo”, comentó un buscador de huellas y rastros de Policía Judicial.
Se refería al caso de las hermanas asesinadas y cuyos cuerpos fueron hallados dentro de un profundo pozo en octubre pasado.
Conocedor de cámaras
Hasta que desapareció, Anahi vivía en barrio Altos Sur de San Vicente.
En la madrugada del 5 de diciembre salió de su casa. No se llevó el celular. No regresó más.
Luego de que su familia denunciara su desaparición y comenzara a golpear puertas, mientras organizaciones feministas comenzaban a hacer ruido en las redes y las calles, la fiscalía se puso a trabajar a fondo.
En el marco de la pesquisa, los policías comenzaron a indagar en aquellas personas que habían tenido contacto casual con Anahí.
Entre esas personas aparecía Santiago Campos Matos (37), el chef.
Al indagar sobre él, se comenzó a rastrear donde vivía, qué hacía y se comenzaron a analizar filmaciones y grabaciones de cámaras.
Hubo un dato llamativo.
Para la fecha de la desaparición de Anahí, el cocinero comenzó a faltar al trabajo. Faltó cinco días. Brindó dos historias inverosímiles.
Al profundizar el análisis de grabaciones de cámaras, los pesquisas dieron con registros fílmicos en los que se lo ve controlando o contando cámaras cerca de su casa.
En una filmación se lo ve tapándose el rostro con una gorra.
Pero el dato central lo dio otra filmación: una que lo capta entrando a su edificio junto con una mujer idéntica a Anahí Bulnes. Con ese último dato, la fiscal ordenó allanar.
Un folleto y lesiones en las manos
Cuentan que Campos Matos no se sorprendió cuando los policías llegaron. Tampoco se desesperó.
En sus brazos, un efectivo creyó verle heridas defensivas de mujer.
Eso tendrá que determinar el médico forense que lo revisó.
Lo que a nadie le pasó por alto en ese departamento fueron las manchas de sangre en el piso y en una pared, entre otros sitios.
Había rastros en una silla, como si alguien hubiera estado sentado y otra persona atacó de atrás y de pie.
También había manchas de arrastres y rastros en una cama.
El punto central es que no se la ve a Anahí salir viva. Y al sujeto no se lo ve salir con algún objeto donde escondiera algo. Nada de nada.
Hay un dato que llamó la atención. De su departamento, se puede saltar a una terraza de otro inmueble.
Allí, no apunta ninguna cámara.
Hay otro dato y es un folleto con el rostro de la mismísima Anahí.
Es uno de los volantes repartidos en las marchas en reclamo de justicia. El papel estaba doblado en varias partes y metido dentro de una mochila del cocinero.
“Eso me lo pusieron ustedes. Ustedes me quieren cargar la desaparecida que andan buscando”, dicen que le dijo a los policías.
Ninguno de los policías le había dicho el motivo del allanamiento.
