Hace tres años, el país se estremecía por un nuevo y brutal episodio de violencia urbana a la madrugada en la puerta de un boliche. Fue en Villa Gesell, en la costa atlántica.
Fernando Báez Sosa, un pibe bonaerense de 18 años, era rodeado en círculo por una patota y terminaba golpeado en el piso, indefenso. Recibió trompadas y patadas. Fuera de la ronda, sus amigos poco y nada pudieron hacer para defenderlo.
La emboscada y paliza ocurrió luego de un encontronazo sucedido momentos antes dentro de la disco y que mereció la intervención de varios de los patovicas.
Tres años después, el país vuelve a estremecerse y a seguir atentamente las vicisitudes del juicio oral por el asesinato de Fernando Báez Sosa.
Ocho jugadores de rugby, todos veinteañeros y amigos entre sí, son juzgados por el Tribunal Oral N° 1 de la ciudad de Dolores.
Si el juicio fuera en Córdoba, por la clase de delito juzgado, debería actuar un jurado popular.
Los ocho jóvenes, todos detenidos, responden por homicidio agravado por alevosía y por premeditación de dos o más personas.
La prensa, en general, los trata como “los rugbiers”. En el mundo del rugby, piden y reclaman que no haya un trato despectivo ni peyorativo.
Si llegan a ser condenados con esos cargos penales, les corresponde la única pena de la prisión perpetua: es decir, 35 años de cárcel.
Los padres de la víctima reclaman el máximo castigo.
El juicio arrancó en enero.
Durante estas audiencias, desfilaron testigos y se exhibieron distintas pruebas (fílmicas, fotográficas, de audio y hasta capturas de celulares) que complicaron a varios acusados.
Los imputados son Luciano Pertossi (21), Ciro Pertossi (22), Lucas Pertossi (23), Ayrton Viollaz (23), Máximo Thomsen (23), Enzo Comelli (22), Matías Benicelli (23) y Blas Cinalli (21). Otros dos fueron sobreseídos.
Durante el juicio, los imputados negaron la acusación y permanecieron en silencio, tras abstenerse a declarar ante el estrado.
Las cosas comenzaron a cambiar en las últimas semanas.
De a uno, los imputados comenzaron a declarar ante los jueces.
No fueron declaraciones abiertas. Nada de prestarse a responder preguntas de jueces o de la fiscalía.
Minar la acusación: la estrategia
Los imputados vienen declarando lo que el abogado (es el mismo para todos) les indica.
A tenor de lo que vienen diciendo, está claro que niegan la acusación tal como está, aceptan haber estado en el lugar y brindan su versión de lo sucedido. Una versión a cuentagotas.
Ya hablaron tres de los ocho.
“Quiero pedir disculpas porque jamás, jamás en la vida se me hubiese ocurrido tener intenciones de matar a alguien. Yo jamás en la vida tuve esa intención y quiero pedir disculpas”, llegó a declarar Máximo Thomsen, el principal acusado.
“Cuando me doy cuenta de que el chico está en el piso, me freno antes”, señaló Ciro Pertossi, por su parte, en la jornada del martes.
Su hermano Luciano Pertossi ya había declarado la semana pasada. “Yo no estaba ahí...”, dijo.
Hugo Tomei es el abogado que defiende a los ocho acusados.
El letrado no se cansa de decirles a los periodistas, a la salida de cada audiencia, que el juicio “es dinámico”.
“Es información y refutación, información y refutación, para que el tribunal pueda dictar la sentencia más justa posible”, sostuvo días atrás.
La presidenta del tribunal, María Claudia Castro, ya le rechazó al abogado defensor todas las presentaciones de nulidades efectuadas.
A la luz de lo que se viene viendo y escuchando en la sala en los últimos días, se vislumbra que la estrategia defensiva gira en torno a la posibilidad de hacer encuadrar el homicidio con una figura penal más leve.
En este punto, no se descarta que la defensa pueda llegar a pedir una condena por homicidio en riña o quizá un homicidio preterintencional, que tienen condenas mucho más leves.
El homicidio en riña prevé una pena de dos a seis años.
La fiscalía va por las perpetuas
El fiscal Juan Manuel Dávila, a cargo de la acusación contra los rugbiers, dijo este martes que los testimonios de los imputados “no afectan a lo que ya se ha probado en el debate”. El letrado viene insistiendo en que la prueba y los testimonios avalan la acusación inicial.
“Que (los imputados) no respondan preguntas quedará a la interpretación del tribunal. Son declaraciones o frases sueltas. Es una cuestión de la estrategia de la defensa”, sostuvo el fiscal, ante la rueda de periodistas, a la puerta de los Tribunales.
Dávila insiste en que mantendrá los lineamientos que presentó durante los alegatos de apertura.
“Se han probado los lineamientos que hicimos a lo largo del debate: el homicidio con los dos agravantes. Lo que pedimos al comienzo del juicio sigue en pie”, remarcó.
El juicio ingresa en su etapa definitiva y se vienen los alegatos en breve.
Por su parte, el mediático Fernando Burlando, quien representa a los padres de la víctima como parte querellante, ya adelantó en repetidas oportunidades que pedirá el máximo castigo de la ley para los acusados.
Desconsuelo
Graciela y Silvino, los padres de Fernando Báez Sosa, volvieron a expresar su desconsuelo.
“Quiero decirle al país que la única víctima se llama Fernando José Báez Sosa. Que decidió ir de viaje a pasar sus vacaciones y me lo devolvieron en un cajón bien cerrado. Le rompieron todos sus órganos de tanta patada que le dieron”, cerró la mujer.
