¿Pesa lo mismo la droga en una balanza de joyero que en una de pastelería? Aunque la primera es más precisa y la segunda soporta más, ambas son útiles para medir peso, incluso si se trata de cocaína o marihuana. Pero lo que suma más “peso” aún, al menos en la balanza de la Justicia, es si además de pesarlas, algunos se autoincriminan filmándose mientras lo hacen.
La extrema torpeza, la impunidad implacable o la excesiva confianza o, acaso todo eso, llevaron a la cárcel al narco Miguel Rafael “Beco” Díaz por haber liderado una banda familiar dedicada al narcotráfico en complicidad con su novia Yohana Samanta Olguín, la exhibicionista “pesadora” de la droga.
En un reciente fallo, el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba capital, integrado por Julián Falcucci, Carolina Prado y Facundo Zapiola, condenó a ocho años de prisión a Díaz como jefe de asociación ilícita y organización para el tráfico de estupefacientes.
En un escalón inferior, Olguín recibió cinco años, como integrante de la banda, almacenamiento y tenencia para la venta; Deolinda del Valle Tía” Vélez y Luis Martín Miranda, cuatro años (por asociación ilícita y facilitación de lugar para el almacenamiento); Gustavo “Colo” Alanís, tres años y medio (asociación ilícita y tenencia simple); Emmanuel Maximiliano “Toto” Páez y Mayco Alexis Navarro, tres años (asociación ilícita).
Las penas estuvieron casi en consonancia con lo solicitado por el fiscal instructor de la causa y también de juicio, Maximiliano Hairabedian.
La banda familiar de “Beco” Díaz
Una denuncia anónima sobre una presunta entrega de drogas en Córdoba capital puso en alerta a los efectivos de la Policía Federal y se convirtió en el disparador de la investigación.
Bajo las órdenes del fiscal Hairabedian y el Juzgado Federal N° 1 del distrito Capital, los investigadores advirtieron que un tal “Miguel”, alias “Beco” y otro sospechoso se aprestaban en 2023 a traficar drogas desde el norte del país hacia Córdoba.
Las intervenciones telefónicas fueron clave para armar el rompecabezas de los movimientos de la banda y sus partícipes. En uno de los mensajes recibidos por “Beco”, se mencionó una transacción sobre “panes”, lo que en la jerga se traduce como paquetes con drogas.
Pero el narco continuó hablando y los pesquisas no tardaron en ubicar una pieza más en el tablero: “Yohana”. Su novia no sólo tenía incidencia directa en la negociación del precio de la droga con proveedores sino que intervenía además en las tratativas para el abastecimiento. Incluso, era quien llevaba la “caja” de la recaudación.
Los guardadores
Como en toda cadena de tráfico, a la “bajada” de la droga le sigue su almacenamiento ilegal. Las escuchas revelaron que quienes guardaban las sustancias y las ganancias de las ventas en su casa en barrio San Roque, en el oeste de Córdoba capital, eran “Tía” Vélez y su novio, Miranda.
Sin lugar para la discreción, ambos hablaban abiertamente sobre “merca”, “un millón”, “150 dólares por kilo” y una inminente “bajada” de “faso” de Tucumán de aparentemente “entre 500 y 1.000 kilos” que “Beco” iba a “distribuir” con su ayuda.
Al allanar a los guardadores, los efectivos no les secuestraron esa enorme cantidad pero sí 9,6 kilos de cocaína distribuida en nueve “panes” propiedad del narco y su novia. También hallaron casi 3,1 millones de pesos, 3.300 dólares y tres balanzas.
Una vez llegada a Córdoba, Navarro realizaba el retiro y entrega de los estupefacientes y de la recaudación, mientras que los demás integrantes de la banda (Páez y Alanís) encabezaban otras maniobras vinculadas al tráfico.
Las ventas o transacciones se realizaban en dólares mayormente, lo que quedó evidenciado no sólo por la “verborragia” de los guardadores de la droga sino por cómo el jefe narco daba instrucciones a otro subordinado, “Colo” Alanís (avezado delincuente doblemente condenado por amenazas, lesiones y privación ilegítima de la libertad) sobre el manejo de billetes verdes.
Videos y audios
Los constantes diálogos narco de “Beco” terminaron por colocarlo en la cima del manejo de los hilos y lo llevaron a la ruina. Cuando los investigadores abrieron su celular y el de su pareja, encontraron una gran cantidad de elementos incriminatorios.
En la “carpeta audio”, los peritos hallaron 13.687 elementos: en 100 de ellos hablaban de dinero, dólares y las operatorias de narcotráfico.
Pero quizás lo más gráfico o grosero haya sido lo detectado en la carpeta “video”: entre las 425 grabaciones sobresalió una en la que un hombre fraccionaba con un cuchillo un “ladrillo” de cocaína con la imagen de un delfín, típico sello narco. Con desparpajo, el sospechoso manipulaba la droga mostrando su textura en una balanza.
A pesar de la versión exculpatoria de Olguín en el juicio, los jueces resaltaron el rol de la mujer en la banda (su pareja intentó desligarla, al igual que a su hijastro) y hasta su participación directa filmándose cuando manipulaba droga.
Las imágenes la mostraron cuando pesaba droga en cantidades considerables en dos balanzas: una de tipo joyero (de precisión) y otra tipo pastelera, para comprobar que el peso coincidía. “Es imposible que la balanza este mal… porque ¿cuánto pesa ahí?”, se la escuchó decir. “80. Y pongo la otra: ¿cuánto pesa ahí? 80”.
Además de la cocaína y marihuana registraba en video y fotos, también el exhibicionismo llevó a los imputados a contar las millonarias ganancias en pesos y dólares frente a cámara. “Las pruebas del caso demostraron certeramente que Díaz dirigía un grupo conformado básicamente por familiares que se habían reunido voluntariamente para concretar acciones ilícitas relacionadas con el tráfico de estupefacientes”, subrayó el juez Falcucci en el voto principal, al condenarlo.
“Era quien diagramaba las acciones de narcotráfico y fiscalizaba sus resultados, planificaba el suministro de la sustancia ilícita, brindaba las directivas de su acopio y resguardo de la sustancia ilícita que era destinada a la distribución y venta, y determinaba su precio”, agregó.
Con excepción de Olguín y Navarro, el resto reconoció haber integrado la banda.
