La banda narco que reconvirtió el coqueto departamento de un exjuez federal de Córdoba, sin que este lo supiera, en un búnker para el almacenamiento y la venta de 15 kilos cocaína fue condenada con penas de hasta ocho años de prisión para los dos hermanos que lideraron el tráfico desde Salta.
El Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba capital impuso ocho años de prisión para los hermanos Roque Mauricio González y Miguel Ángel “Enano” González (coautores de organización de narcotráfico) y cinco años para los hermanos Juan Alberto “Roly” Ruiz Díaz y Fabio Miguel Ruiz Díaz (transporte y almacenamiento de drogas).
También fueron sentenciados Carlos Alberto “Charly” Herrera (cinco años como partícipe secundario de organización para el narcotráfico y el acopio de armas de fuego); Matías Leonardo Baldiviezo (cuatro años por transporte); el exgendarme José María “Bigote” Gaona (cuatro años por confabulación; unificada, por condena previa, en ocho años y medio), y María Luz del Huerto “Patrona” Arévalo Luna (tres años por confabulación).
Fueron absueltos Héctor Eduardo “Rulo” González (confabulación) y Héctor Daniel “Mono” López (organización para narcotráfico; sentenciado en otra causa por producción de drogas) por falta de pruebas, a pesar de la acusación del fiscal instructor y de juicio, Maximiliano Hairabedian.
El fallo fue dictado por los jueces Facundo Zapiola, Julián Falcucci y Carolina Prado.
Los jefes narcos y la estructura
La investigación federal nació en 2021 como un desglose de otra, en la que cayeron con 11 kilos de cocaína varios presuntos dealers de Salta, entre ellos, Pedro Porfidio Pérez. Sospechado como proveedor del narco Eugenio Andrés Cavas, Pérez habría sido también uno de los aprovisionadores del mecánico Roque González.
A través de las escuchas, los investigadores comandados por el fiscal Hairabedian y el Juzgado N° 1, a cargo por entonces del subrogante Alejandro Sánchez Freytes, descubrieron conversaciones entre diversos sospechosos que, posteriormente, adquirieron preponderancia en el andamiaje de la organización.
Uno a uno fueron identificados al igual que sus roles, movimientos y el tipo de lenguaje elusivo para referirse al estupefacientes: desde “lo verde”, “lo blanco”, “animales”, “el embrollo”, “los pasajeros” hasta “las cosas” y “la mitad del lavarropas”.
Incluso, llegaron a mencionar operatorias relacionadas con la “merca” o que algo estaba “tranquilo”, en alusión al papel de “punteros” de varios imputados en las maniobras de detección de controles policiales en rutas.
Los pesquisas debieron sortear algunas dificultades en la investigación debido a que los sospechosos cambiaban con frecuencia de números y los celulares, lo que los obligó a rastrear los nuevos abonados y los de sus familiares o parejas.
Los elementos probatorios fueron configurando la mecánica de la banda y su liderazgo en cabeza de los hermanos Roque y Miguel González (condenado por coima, en otro proceso). Roque mantenía fluidos contactos vinculados a la comercialización de drogas, entre ellos, con un hombre (no identificado).
En una de esas conversaciones, el “NN” le reclamó una supuesta “deuda” que el hermano de Roque, “Enano”, había contraído con aquel por 11 kilos de marihuana “podridos”.
Las sospechas de los pesquisas respecto al involucramiento de Roque en negocios de narcotráfico se confirmaron cuando el “NN” le consultó sobre algo de más peso económico: el “blanco” (cocaína). Esto confirmó que los hermanos se dedicaban al narcotráfico y no a otros delitos menores como planteó la defensa durante el juicio.
“Planificaron, coordinaron y organizaron el transporte, la distribución y la comercialización ilegal de estupefacientes. Es que, de las conversaciones telefónicas transcritas por personal de gendarmería, surge claramente que los nombrados se referían a drogas y que sus negocios no eran la comisión de delitos contra la propiedad o la compraventa de vehículos, como pretende hacer creer la defensa”, indicó el juez Zapiola, con las adhesiones de sus pares.
Los investigadores detectaron que otro de los contactos de Roque, “Charly” Herrera, un changarín devenido en cómplice de los González, había transportado droga de Córdoba a Río Cuarto y a Mendoza (con “Rulo” González, primo de los hermanos, y supuesto “puntero”).
En uno de los viajes, de 2021, Roque ofició de “puntero” en un Audi A1, y Herrera, de transportista de la carga. Pero el auto de “Charly” tuvo un desperfecto y Roque llamó a su hermano para cubrir el costo del remolque.
Los traslados de “Charly” se volvieron frecuentes desde La Calera (donde vivía “Enano” González), al igual que los viajes sospechosos de los González y otros dos hombres al norte del país.
En uno de ellos, realizados a Salta o a Jujuy, Roque habría cometido varias “mejicaneadas” (robos entre traficantes) y cerrado negocios con la salteña “Patrona” Arévalo Luna, novia del exgendarme “Bigote” Gaona, condenado en Salta por otra causa narco.
De hecho, Arévalo Luna había viajado sola varias veces a Córdoba para pactar con Roque la comercialización de droga en la Capital y el interior provincial. Así que tanto ella como Gaona eran proveedores, junto con Porfidio Pérez, de los González.
Una vez que la droga llegaba desde Salta a Córdoba, los hermanos solían guardarla en algún sitio temporal para luego trasladarla a la casa de “Enano” en La Calera.
A fin de vigilar los movimientos y las entradas y salidas de la vivienda, la Fuerza Policial Antinarcotráfico instaló una cámara de vigilancia cercana. Así fue que, pocos días antes del hallazgo de la cocaína en el departamento del exjuez federal de San Francisco, Mario Garzón (sin que este lo supiera), en Cardinales Nuevo Suquía, los Ruiz Díaz fueron captados ingresando a la casa de “Enano”.
El tráfico de los 15 kilos de cocaína a Córdoba
Bajo las órdenes impartidas por los hermanos González, el operativo de traslado de los 15 kilos de cocaína desde Salta a Córdoba fue coordinado por los Ruiz Díaz y ejecutado por el chofer Baldiviezo en su Volkswagen Amarok V6.
Al llegar a inmediaciones de Cardinales, Baldiviezo descendió con dos cajas y los introdujo en la Amarok de los Ruiz Díaz, quienes ingresaron al subsuelo. La secuencia de los movimientos quedó registrada por las cámaras del ascensor, que los captó portando las cajas con cocaína hasta el departamento.
Para evitar cualquier sospecha, los Ruiz Díaz hicieron creer al exjuez Garzón que eran “visitadores médicos” para alquilarle temporalmente el departamento y transformarlo en un búnker narco. El exmagistrado declaró en la causa y fue rápidamente descartado como sospechoso.
Tras el secuestro de los 15 kilos de cocaína, el fiscal Hairabedian profundizó la pesquisa y allanó la casa de “Charly” Herrera, donde hallaron un arsenal ilegal: un arma larga con la numeración limada, una mira telescópica, un silenciador y un cargador calibre 10/22.
También localizaron un arma calibre 9x19, con un cargador vacío; un cargador 22 con 16 municiones; dos cargadores 22 (uno con ocho municiones); 36 municiones calibre 45; 20 cartuchos calibre 380 punta negra; dos cargadores nueve milímetros vacíos, y tres vainas servidas 22.
En un bolso también tenía un arma calibre 357 Magnum; cuatro municiones del mismo calibre, una Beretta calibre 40 y tres municiones; una Glock 40 y seis municiones en el cargador, una Bersa Thunder, con mira láser; un cargador con 10 municiones; 90 municiones calibre 40, y un cargador 9 mm.
Además, tenía un receptor de frecuencias, tres teléfonos celulares y un handy. Sugestivamente, hallaron un chaleco antibalas de la Policía de Córdoba, una campera y un pantalón de la División de Motocicletas, de la misma fuerza.
Finalmente, los jueces absolvieron a “Mono” López (otro primo de los hermanos González) y “Rulo” González por falta de pruebas suficientes para condenarlos.
