El cruento episodio de barrio Observatorio –ciudad de Córdoba– la madrugada del domingo 4 de diciembre fue protagonizado por una agente de la Policía de la Provincia que había estado internada en el sanatorio Morra antes de ingresar a la repartición, en 2018. Antes de dispararse en la sien, Maira Tamara Barreto (32) baleó a sus dos hijos, matando al varón de 11 años y dejando gravemente herida a su nena de 6. Mientras la mujer policía sigue en estado crítico, con presunta muerte cerebral, la hija fue dada de alta durante la semana que pasó y ya se encuentra con su padre.
A partir de las primeras reconstrucciones que se realizan desde la investigación policial y judicial, más lo que agregó la pequeña sobreviviente, se infiere que aquella mañana la mujer se comunicó telefónicamente con su expareja, Horacio Pedro Herman (34), un guardia de seguridad del que estaba separada. Barreto estaba en pareja con otro hombre, que sería guardiacárcel.
La comunicación telefónica, según refiere Herman, giró en torno a la explicación que ella ofrecía para dar a entender que iba a “llevarse” a los chicos, pero con la muerte. “Yo prometí que iba a estar siempre con los chicos, así que me los llevo”, habrían sido las palabras que la mujer eligió para darle un informe de situación a su ex, padre de ambos niños.
Cuando el hombre reclamó precisiones, estando en las afueras de la ciudad, la comunicación se cortó. Al llamar nuevamente, le pidió: “Contame qué pasa o llamo a la Policía”, a lo que recibió como respuesta un “Cuando venga la Policía, ya va a ser tarde”.
De acuerdo a lo que la niña que sobrevivió relató luego a su papá tras ser dada de alta, su madre también tuvo una conversación telefónica con su actual pareja, que estaba trabajando. En ese diálogo le avisaba que “se llevaba los chicos” y le pedía disculpas. “Perdoname, yo me los llevo conmigo, porque yo les prometí que mamá iba a estar siempre con ellos; entonces, mamá se los lleva... perdoname”, habrían sido las palabras de la mujer al hablar con su actual pareja.
Mientras tanto, Herman ingresaba a la ciudad por la zona norte y esperaba que la Policía llegara al domicilio donde sus hijos estaban en peligro. Lo llamaron del 911 –según relató– y le preguntaron si él estaba adentro, porque nadie respondía. Trató de explicarles que él mismo había llamado y que estaba en viaje, pero pronto se dio cuenta de que ya era demasiado tarde.
En la casa de La Pampa 650, barrio Observatorio, los uniformados constataron el drama. Habrían mantenido un diálogo desde la vereda con la mujer, que no los dejó pasar. Una versión indica que se retiró al interior, y luego se escucharon tres disparos. Las rejas impedían a los policías ingresar.
Según lo que relató la niña sobreviviente, ella recibió el primer disparo, en el tórax (o en el abdomen, según otra versión) que la dejó malherida, pero consciente. La niña le contó a su papá que su hermano le dijo que no se preocupara porque él iba a cuidarla. Minutos más tarde escuchó otros dos disparos del arma reglamentaria que empuñaba su madre. Al niño le dispararon en la cabeza. Su madre se disparó en la sien.
Responsabilidades
El pequeño de 11 años falleció de inmediato, en la misma casa. La pequeña y su madre fueron trasladadas al Hospital de Urgencias, donde la niña salió de alta ocho días después. Su mamá, autora de los disparos, con un proyectil de 9 milímetros en el cráneo, tendría un cuadro neurológico irreversible. En el curso de la semana que pasó, fue trasladada al Hospital Ferreyra pero no habría posibilidad de revertir el cuadro clínico.
El padre de las criaturas se constituyó como querellante en la causa, con el patrocinio de Carlos Nayi. La investigación está radicada en la Fiscalía de Violencia Familiar y de Género, del 5° Turno, a cargo de María Celeste Orta Córdoba.
En esa oficina informaron el pasado martes a este diario respecto de algo que había sido puesto en discusión al conocerse el episodio policial. Mientras desde la Policía insistían que la mujer no tenía antecedentes psiquiátricos, desde la Fiscalía confirmaron lo que venían sosteniendo algunos familiares de la imputada por el homicidio del niño y la tentativa del homicidio de la niña: sí estuvo internada en el Sanatorio Morra, establecimiento privado situado en el noroeste de la ciudad de Córdoba.
La novedad que hasta ahora no ha trascendido confirma las peores presunciones del querellante Nayi, que venía preguntándose sobre las responsabilidades de la institución policial, en cuanto a la admisión de sus agentes, el monitoreo de su salud mental y el cuidado de entregar un arma de guerra.
Barreto había sido soldada voluntaria del Ejército Argentino, hasta que fue dada de baja. Durante ese período habría tenido su paso por la internación psiquiátrica, algo que después la Policía no habría tenido en cuenta.
De acuerdo a lo que sostienen desde la querella el “carácter” de la mujer policía “pasaba de 2 a 10 en cuestión de segundos” y solía tener episodios de desborde.
Herman se había separado de ella hacía unos años y tenían una buena relación, sin inconvenientes de cuota alimentaria ni con relación al régimen de visitas, que “era libre”.
Mientras la mujer se debate entre la vida y la muerte y difícilmente puedan adjudicársele sanciones penales, Nayi sostiene que procura establecer las responsabilidades institucionales por “culpa in eligendo o culpa in vigilando” (elección y vigilancia) por parte de los encargados de reclutar a los uniformados y de quienes hacen un seguimiento en su salud mental.
El objetivo de la querella –según sostiene Nayi– es llegar a desentrañar detrás de esta efectivo si existían indicios o no de afecciones psiquiátricas, con el fin de establecer todas las responsabilidades.
Las palabras del abogado querellante fueron pronunciadas horas antes de que La Voz recibiera la confirmación de que Barreto sí estuvo internada en el Morra.
