La cuarentena llevaba poco más de dos meses. La Policía venía intensificando los controles callejeros en los barrios para detener a todo aquel y aquella que no tuviera autorización para andar.
Para no tener problemas con la ley, ella se ocupó en conseguir el permiso para circular sin problemas por si alguna patrulla llegaba a controlarla.
Dos eran sus grandes preocupaciones.
Por un lado, seguir trabajando para llevar el dinero a casa y apuntalar la economía familiar, ya que su esposo no estaba teniendo suficiente trabajo como albañil.
La otra gran preocupación era que el auto que se habían comprado, había dejado de andar. No alcanzaba la plata para arreglarlo.
Fue por eso que Silvia Mayra Apaza había vuelto a utilizar el servicio de transporte urbano, que ya funcionaba a su vez a media máquina, precisamente por la pandemia.
Aquella mañana, la mujer partió más temprano desde su casa para tomar el colectivo que la trasladara hasta la clínica, donde trabajaba como empleada de limpieza.
Partió mientras estaba oscuro.
Llevaba una bolsa de nailon con una campera, un túper con comida y el permiso, precisamente, para circular.
Nunca llegaría a la parada de colectivo.
En plena calle oscura, fue abordada por dos motochoros. Todo indica que los delincuentes andaban al voleo, como se denomina a aquello de dar vueltas y vueltas hasta encontrar una víctima.
Una versión da cuenta de que habían visto pasar caminando a Silvia y pegaron la vuelta. Otra, en cambio, dicen que la encararon directamente. Uno iba armado.
El estruendo del balazo despertó al vecindario. Algunos vecinos relatarían que vieron escapar la moto a toda velocidad.
Cuando los primeros vecinos llegaron a auxiliar, Silvia ya estaba muerta. Recibió un balazo en la cabeza. Los ladrones le llevaron la bolsa.
Corría la madrugada del miércoles 10 de junio y Córdoba se paralizaba con otro drama por la inseguridad.
Silvia fue asesinada por motochoros en el marco de un asalto callejero en el cruce de las calles Curazao y Río Pinto, en el barrio Congreso, próximo a Villa El Libertador, franja sur de la ciudad de Córdoba.
La mujer tenía 31 años y era madre de dos criaturas, una nena de 3 años y un varón de 1.
A seis meses del asesinato, el caso permanece impune: no hay detenidos, no hay imputados. La causa sigue navegando en la nada.
De todos modos, fuentes policiales aseguran que en el caso “nunca se dejó de trabajar” y que se manejaron “buenas líneas investigativas”, pero a la luz de los resultados, la causa sigue estancada.
Hogar destrozado
"Les pido a los que están trabajando en esto que no bajen los brazos. Pido justicia. Tengo que hacer fuerzas para mantenerme de pie por mis hijos. Por ellos. Pero no dejo de pedir justicia y que atrapen a los verdaderos asesinos de mi mujer", supo decir a este diario Ricardo Calizaya, el viudo de Silvia, a La Voz.
“Quiero que den con el responsable que me dejó solo”, remarcó.
El hombre prefiere no hablar ahora. El dolor lo es todo.
En su momento, el brutal asesinato de esta joven madre jujeña se convirtió en una verdadera brasa judicial y policial en Córdoba.
A los pocos días del crimen, y en el marco de un estruendo mediático, la Policía detuvo a un sospechoso.
Esta persona llegó a quedar imputada por homicidio en ocasión de robo.
Para dar con él, los policías se habían valido del testimonio de un vecino de barrio Congreso que aseguraba haber escuchado una supuesta confesión del sospechoso.
Todo era falso.
Ante la falta de evidencia sustentable, el acusado quedó en libertad al cabo de unos días y fue sobreseído, por orden del fiscal Tomás Casas.
El vecino que lo había acusado, en tanto, fue imputado por falso testimonio.
Desde entonces, la causa navega en la nada misma.
Los pesquisas abocados a la causa señalan que, en todo estos meses, se analizaron filmaciones y se cotejaron testimonios, entre otras medidas investigativas, y que se llegaron a manejar los nombres de algunos sospechosos.
Sin embargo, el resultado está a la vista: a 6 meses, no se ha dado con los asesinos.
“Nadie quiere volver a repetir el blooper de aquella vez de haber apresado a un ‘perejil’. Las pruebas firmes no están todavía… Hay que seguir trabajando y, de hecho, se sigue trabajando”, comentó una alta fuente de la causa.
“Nadie se olvida de esa pobre mujer y de ese tremendo caso. Se está haciendo todo lo posible”, sostuvo otra fuente con acceso al expediente.
“Nunca le hicimos mal a nadie, a nadie, a nadie. Siempre trabajamos, siempre arrancábamos temprano y volvíamos temprano a casa. Nunca anduvimos en nada raro”, supo decir el viudo.
Silvia y Ricardo se conocieron hace 10 años.
Ella llegó a Córdoba procedente de Jujuy. Lo hizo para estar más cerca de sus padres.
Hace siete años que estaban casados. Tenían dos hijos en común. Ricardo Calizaya, a su vez, es padre de otro jovencito.
“Estoy destruido. Tengo tres hijos, uno de ellos bebé, y me levanto estos días y les sonrío, les hago mimos para que se rían y traten de estar bien. Los nenes me abrazan”, supo contar Ricardo, quien siempre dijo que temía por lo que sobrevendrá en el futuro con la ausencia de su esposa y compañera de vida.
Pasaron seis meses, el año se acaba, el caso sigue impune, y una familia espera respuestas que no llegan.
