Poco más de dos meses. Eso se llevaba de cuarentena estricta en las calles. Fue entonces cuando la ciudad de Córdoba se sacudió por el dolor absoluto, por la bronca que carcome, por esa conmoción que paraliza.
Cuando le faltaban apenas un par de días para cumplir 15 años, la adolescente fue asesinada a traición de un balazo en la cabeza por unos motochoros. Fue en este orden: primero la mataron, luego le robaron el celular, finalmente escaparon.
Se llamaba Loriana Ailín Tissera. Era la segunda de cuatro hermanos. Amaba el hockey. La lloran sus amigas, la lloran sus amigos, la lloran sus hermanos, la lloran sus padres.
La familia se destruyó. Jamás volvieron a ser los mismos en ese hogar. El reclamo de justicia crece cada día.
El brutal asesinato callejero ocurrió hace un año en Villa Azalais, una barriada de clase media en la franja norte de la ciudad de Córdoba. El barrio no olvida a “Lori” y pide castigo. En su momento, decenas de vecinas y de vecinos, enfrentándose a las restricciones por la cuarentena, salieron a las calles y marcharon por justicia.
“Ellos, por lo menos, están vivos. Estarán encerrados en la cárcel, pero están vivos. Y esos padres y madres tienen a sus hijos presos, pero con vida. Pueden ir a verlos a prisión. Nosotros tenemos a nuestra hija muerta”, dice Vanesa. Su hilo de voz se quiebra al fin. “Nosotros tenemos que ir a verla al cementerio”, completa su esposo, Cristian.
Vanesa y Cristian son los padres de Loriana. Hace un año que el tiempo se paralizó para ellos y para sus otros tres hijos. “Teníamos una familia. Nos la destruyeron. Nadie entiende eso”, sostiene esa mamá.
Hay una suerte de alivio para los padres. Y es que hay tres acusados, entre ellos los principales sospechosos. Están presos, imputados y esperan juicio. Las audiencias se iban a hacer en la Cámara 8ª del Crimen pero, por la pandemia, no hay fecha concreta todavía.
Los dos principales acusados son vecinos de la misma zona. Se trata de Alan Osvaldo Abregú Valverde (24) y de Diego Andrés Silva (25). Están acusados por homicidio criminis causae. Esto significa que habrían matado a Loriana para ocultar el asalto y buscar impunidad. Si son condenados por el jurado popular, les toca perpetua.
Matar y luego robar
Ese lunes 25 de mayo de 2020, Loriana y su hermanito menor salieron a la vereda. Faltaba poco para almorzar. La adolescente manoteó su celular y no se despegó de él.
Fue entonces que pasó la moto. Iban dos.
El que manejaba llevaba casco. El que iba atrás miró hacia los hermanos. Siguieron de largo pero, cuando llegaron a la esquina, pegaron la vuelta.
Cuando el niño vio que la moto frenó y que uno se bajaba, revólver en mano, comenzó a correr por la vereda. Loriana, desesperada, intentó refugiarse en la casa. No llegó a atravesar la puerta.
El disparo cortó la quietud del feriado. Cuando cayó al suelo, ya estaba muerta. El balazo le dio en la nuca. Fue a quemarropa.
El motochoro se acercó, se agachó, robó el celular y corrió hacia la calle, donde esperaba su cómplice.
A sus 10 años, el hermanito de Loriana no olvida la secuencia ni el verlos escapar.
El teléfono de la joven sería revendido luego a unos 400 pesos en el mercado negro.
El 25 de mayo último fue una daga para los Tissera.
“Fue un día tremendo. Para peor, fue un día calcado, ese sol, ese cielo, ese silencio en las calles… Fue tremendo. Todos los días son tremendos, pero este feriado fue un rememorar todo”, dice la madre de Loriana. “Fue remover todo, fue rememorar todo”, agrega Cristian, el papá.
Las familias de los acusados regresaron a vivir a la zona hace poco tiempo.
Los Tissera evitan pasar frente a sus domicilios. “Quizá para ellos esté bien, o sea natural, el robar, el matar, el andar en esa… Nosotros trabajamos. Siempre hicimos eso. Evitamos cruzarnos. No queremos problemas”, dicen a coro los padres de Loriana.
El propio vecindario colaboró con la Policía para que los acusados cayeran a las pocas horas. Un prolijo trabajo policial, con rastreo de celulares y comunicaciones incluido, fue clave.
En una de las escuchas telefónicas se oye cómo la hermana de uno de los sospechosos le aconseja qué hacer en el baño para sacarse el olor a pólvora de las manos.
Además de Abregú y de Silva (el primero habría sido quien gatilló el revólver), hay un tercer acusado: Kevin Rubén Márquez (23) responde por presunto encubrimiento agravado. Lo acusan de haber vendido el celular de Loriana a 400 pesos.
“Reclamaremos el máximo castigo para todos. Es demencial lo que hicieron. Fue algo criminal, despiadado, alevoso”, resalta el abogado Carlos Nayi, quien representa a la familia de la adolescente.
Los padres de Loriana esperan que la Justicia les dé algo de alivio.
“Que los jueces tengan en cuenta que esos tipos le quitaron la vida a una nena… Sólo les pedimos que tengan en cuenta el dolor que nos quedó y lo destruidos que quedamos. Que tomen en cuenta eso, antes de darles la condena que se merecen”, concluye Vanesa.
