Al solicitarle su DNI, la pasajera del colectivo instantáneamente se inclinó aún más para buscar una bolsa en el asiento. El movimiento despertó en el cabo de Gendarmería una certera sospecha de que se trataba de un caso de narcotráfico. La duda terminó por disiparse cuando a la mujer le secuestraron los 15 kilos de cocaína que llevaba camuflados.
El lenguaje corporal muchas veces revela mucho más que el verbal y puede delatar engaños o mentiras. Esto ha sido ampliamente analizado por tres exagentes de la CIA en el libro Descubre la mentira. En el caso de la salteña Marlene Jimena Cortez (48), le valió su quinta condena por causas de drogas, la primera en Córdoba.
El ademán delator
La mañana del 22 de noviembre pasado, los efectivos frenaron el interno 1006 de la empresa de transporte interurbano Fono Bus en el kilómetro 758 de la ruta nacional 9, a la altura de la localidad de Sinsacate, en el norte de Córdoba. El ómnibus cubría el trayecto entre Salta y esta provincia.
Durante el control a cada pasajero, el cabo le solicitó a Cortez su DNI. En ese momento vio que se agachaba aún más en el asiento para intentar agarrar una bolsa con un contenido sospechoso.
Cuando le ordenaron al chofer que siguiera hasta el punto de control con escáner de Gendarmería, la mujer se mostró un poco nerviosa y empezó a agredir verbalmente al cabo. Este es otro indicativo usual (como se explica en el libro antes mencionado) que los expertos detectan en quienes habitualmente buscan encubrir una mentira: el ataque al interrogador.
Los rayos X develaron lo que los efectivos a esa altura ya tenían claro: que la pasajera llevaba droga. Detectaron 15 paquetes rectangulares en los bolsos.
La perra antinarcóticos Ofelia adoptó la característica postura ante la presencia de estupefacientes al pasar por las pertenencias de Cortez: sentarse junto a los bultos (marcaje pasivo o perro echado).
Por orden judicial, analizaron al azar el cargamento y escogieron el “ladrillo” N° 15. Comprobaron que se trataba de cocaína con una pureza de entre 69% y 93%. Diez de los “panes” estaban en una mochila, otros dos en un bolso y los tres restantes en la bolsa ecológica que terminó por delatarla. Todos estaban envueltos con film plástico transparente y llevaban estampado un dibujo de un delfín de color celeste.
Los meses previos (de abril a noviembre de 2022), Cortez había trabajado como personal de casa de familia y vendedora de sándwiches en San Salvador de Jujuy.
Del análisis de los archivos de audio de su celular, los investigadores comprobaron que no sólo había cumplido el rol del tráfico de cocaína sino que, incluso, había mantenido conversaciones con potenciales compradores.
Una “vieja” traficante
No era la primera vez que trasladaba droga de un punto a otro. En 2009, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Resistencia (Chaco) la había condenado a cuatro años y medio por el mismo delito (transporte de estupefacientes).
Dos años más tarde, en 2011, le unificaron la pena en una única de cinco años por la condena de 2009 y una nueva dictada por el Tribunal Oral Federal de Salta, también por transporte.
En Salta, también la habían condenado a un año y seis meses por tenencia de estupefacientes; y en 2019, el Tribunal Oral Federal de Jujuy le aplicó cuatro años por tráfico.
En el juicio abreviado en Córdoba, acordado entre el fiscal general ante el Tribunal Oral Federal N° 1 (TOF), Maximiliano Hairabedian, y la defensa, Cortez prestó su conformidad a la acusación y la calificación legal.
“Cortez cometió la acción. Puedo afirmar que ella sabía que en su equipaje trasladaba –de manera distribuida– 15 paquetes que contenían cocaína, envuelta y compactada en formato de ‘ladrillos’. Este elemento se deriva del nerviosismo con el que reaccionó al control casual y de rutina que ejerció el personal de Gendarmería que se hallaba apostado en ruta nacional 9 y de la verificación posterior que se obtuvo con los datos extraídos del peritaje telefónico practicado”, indicó la jueza Carolina Prado.
En sala unipersonal, la magistrada la condenó a cinco años y tres meses de cárcel. Por las condenas anteriores, el número final fue de seis años.
