Salir de la pobreza, en algunos casos, o encontrar un presente económico más auspicioso, en otros. La necesidad económica habría funcionado como elemento esencial de captación de una presunta red de trata laboral en Córdoba.
El fiscal federal N° 3, Maximiliano Hairabedian, investiga si un hombre de ciudadanía venezolana y dos mujeres captaron a casi 30 personas para explotarlas laboralmente, bajo el engaño de un trabajo rentable, para que en último término también estafaran virtualmente a terceros. Los allanamientos, ordenados por el juez de feria, Alejandro Sánchez Freytes, se realizaron el miércoles en tres departamentos ubicados en barrio Cofico.
Cuál habría sido el “anzuelo”
De acuerdo a los datos que pudo conocer La Voz, debido al secreto de sumario que impera en el expediente, el hombre y las dos mujeres habrían liderado o coordinado la captación de una serie de jóvenes, todos desocupados, bajo un ardid que funcionaba como “anzuelo”: la obtención de dinero.
La promesa de un empleo, en el marco de una severa crisis económica con alta inflación en la Argentina y depreciación de la moneda, actuó como un disparador tentador para las víctimas, mayoritariamente oriundas de diversas zonas del país.
¨Para llamar la atención, dicha estructura criminal exponían en redes sociales fotografías de sus líderes en la capital cordobesa, ostentando ropas de marca, vehículos de alta gama y joyas¨, indicó la Policía Federal.
La banda proponía a los jóvenes generar ingresos mediante el uso de redes sociales, a través de una “empresa” que, según decían, estaba asociada a importantes plataformas digitales internacionales. Así, seducidos por el ofrecimiento de llegar a Córdoba para formar parte de esa “empresa”, las víctimas debían abonar, al parecer, unos 150 o 200 dólares bajo la excusa de cursar una capacitación a través de redes sociales.
Una vez que ingresaban a la presunta red de trata, como víctimas, habrían tenido como objetivo materializar lo mismo por lo cual habían caído como presas: ofrecer esas ”suscripciones” a terceros. De esta manera, cada víctima buscaba sumar a otra y así alimentar la “rueda”, con la “esperanza” de poder engañar a los “nuevos” para intentar recuperar el dinero “invertido” inicialmente.
Las jornadas “laborales” eran extensas, con el uso de teléfonos celulares. La promesa del “sueldo” dependía de la cantidad de “suscriptores” (víctimas) que captaran en la “pesca”, con una lógica simple: a más “suscriptores”, más “ingresos”.
Los efectivos de la Federal observaron que los jóvenes portaban una suerte de “speech” o discurso armado escrito sobre lo que debían decir a los potenciales damnificados.
Los investigadores pudieron determinar que la organización tenía acceso a cuentas en bancos de Colombia y Perú. La mayoría de los pagos de “suscripciones”, que era celebrado en redes sociales, se materializaba a través de criptomonedas para evitar que fueran rastreados.
Casi 30 hacinados
El juez ordenó allanar tres departamentos ubicados en calle Bedoya, en Cofico, tras la denuncia de una joven -de mayor instrucción- que advirtió perspicazmente que se trataba de una estafa con ribetes de trata laboral.
Al llegar, los efectivos encontraron a 27 jóvenes, entre ellos, una adolescente de 17 años del norte del país, apiñados en condiciones inhumanas. Las víctimas, de entre 24 y 25 años, eran de Santiago del Estero, Misiones, Buenos Aires, Catamarca, Salta, Córdoba, Chaco y de Venezuela, Uruguay, Brasil y Ecuador, de bajos recursos e instrucción limitada. Habrían estado obligados a llamar “Líder” al venezolano.
No se pudo determinar aún, por lo incipiente de la investigación, qué tiempo llevaban en esas condiciones porque el edificio está prácticamente desocupado (destinado principalmente para alquiler), lo que habría operado como un impedimento casual para su precoz descubrimiento.
Cada departamento tenía solo un dormitorio y era ocupado por unas 12 personas (en dos de ellos, y una menor cantidad en el tercero). Debían dormir en colchones improvisados en el piso, en precarias condiciones y limitados por el reducido espacio en proporción a la cantidad que eran. “El olor que había ahí era impresionante”, comentó una fuente.
Solo contaban con dos baños a disposición, lejos de sus zonas de origen y con el dinero “invertido” ya no en la órbita de su fuero. “El que más plata tenía, tenía 500 pesos”, agregó la fuente.
La captación que habrían ejercido los presuntos líderes de la red habría sido tal que tenían prohibido salir de los departamentos. Sin embargo, dentro de los 27, 26 expresaron a la Subsecretaría de Trata de Personas de Córdoba -que los entrevistó durante 12 horas- que habrían estado apiñados con el resto por su propia voluntad. Solo uno optó por irse con los funcionarios antitrata.
No está del todo claro aún si fueron sometidos a algún tipo de amenaza o amedrentamiento para mantenerse en esa condición, si una eventual presión psicológica logró anular sus capacidades intelectuales –con un discurso de adoctrinamiento- para lograr evadirse o si realmente soportaban la situación por insospechadas convicciones personales. No obstante, los indicios parecen condensarse en la segunda opción (discurso de adoctrinamiento).
Los tres detenidos -las dos mujeres vivían con los jóvenes, presumiblemente con un fin de contralor- fueron imputados por trata de personas agravada por explotación laboral. El hombre no residía con ellos, sino en un hotel. Curiosamente, no fue apresado allí, sino en Cofico, cuando se acercó al anoticiarse de los allanamientos y quedó detenido.
Se secuestraron 42 teléfonos celulares, 44 cuadernos con anotaciones de comprobantes de depósitos y transferencias en el exterior y tres notebooks.
