Osvaldo Romero, un jubilado de 71 años, fue imputado recientemente por homicidio calificado por el vínculo, tras ser señalado como el principal sospechoso de haber asesinado de un escopetazo a su hijo, Gabriel Romero (41), con quien acababa de discutir.
Fue el primer crimen de 2025 en Córdoba en un hecho de violencia familiar que estremece.
El crimen ocurrió en el domicilio donde convivían el acusado, su esposa y la víctima en la calle Lagunilla al 4900 en barrio Villa Adela, zona sudoeste de la ciudad de Córdoba.
Alrededor de las 12.20 de aquel miércoles, el ahora imputado mandó a su hijo a comprar pan para el almuerzo, pero el hombre se negó, según testigos.
Las discusiones entre ambos, según entienden los investigadores, eran moneda corriente.
Romero padre ingresó a su dormitorio y de allí volvió con una carabina calibre 22, según consta en la causa.
Sin mediar mayores palabras, el hombre le dio un disparo certero en la frente a su descendiente, quien se desplomó de inmediato, pero conservó signos vitales.
Momentos después arribaron al hogar la Policía y una ambulancia del servicio 107, cuyo equipo médico prestó los primeros auxilios y logró transportar a la víctima aún con vida hasta el Hospital de Urgencias.
De todos modos, y pese al esfuerzo del cuerpo de profesionales, el hombre finalmente murió dos días después. El reloj marcaba las 13 del viernes 3.
En el informe médico se consignó “muerte por traumatismo de cráneo encefálico”, según informaron fuentes con acceso a la causa.
Las actuaciones quedaron en manos del fiscal de feria del fuero de Violencia Familiar, Pablo Cuenca Tagle, quien se ocupó de ordenar las primeras medidas investigativas, a pesar de que no será él quien defina la suerte final del acusado.
Esta tarea quedará a cargo de la fiscalía de Violencia Familiar de Tercer Turno, cuando acabe la feria.
Peritaje psiquiátrico
Fuentes con acceso a la investigación detallaron que Cuenca Tagle –quien prefirió no aportar detalles sobre los hechos– solicitó una serie de medidas clave como: las filmaciones de las cámaras de videovigilancia próximas a la vivienda, las declaraciones de los testigos y un peritaje psiquiátrico multidisciplinario.
El resultado de esta última prueba, dijeron los pesquisas, complica más al presunto asesino, ya que se determinó que al momento del hecho no tenía ningún trastorno psicológico y comprendió plenamente la criminalidad de sus actos.
De esta manera se determinó que fue consciente de todo lo que hizo: es imputable ante la ley.
Con los primeros indicios convertidos en casi certezas, el fiscal de feria dictaminó la imputación y envió al acusado al complejo carcelario Nº 1 “Reverendo Francisco Luchesse”, conocido popularmente como la Cárcel de Bouwer.
Pedido de prisión domiciliaria
A través de su defensor (un asesor letrado), el acusado solicitó el beneficio de la prisión domiciliaria.
Fuentes allegadas al fiscal descartaron que esta resolución pudiera definirse en los próximos días. Será tarea de la nueva fiscalía, una vez que la feria haya concluido.
En las próximas horas, el acusado será indagado por Cuenca Tagle. Todo indica que el imputado podría negar los hechos fijados en su contra y abstenerse a declarar.
Por la edad que tienen, en Tribunales se especula que podría quedar en libertad en los próximos meses, aunque todo está sujeto a la resolución de la fiscalía donde quede finalmente radicada la causa.
Historia familiar y violencias
Mientras tanto, al despacho del fiscal comenzó a llegar una considerable lista de presuntos hechos violentos que habrían sido protagonizados por Romero padre.
Según trascendió, mientras agonizaba, hasta la propia víctima habría relatado los enfrentamientos cotidianos que mantenía con su padre.
Además, habría señalado que el jubilado también habría ejercido violencia de género en la vivienda.
La fiscalía trabaja por estas horas en la recolección de testimonios de allegados y conocidos de la familia, para verificar estas acusaciones.
Los pesquisas creen firmemente que la discusión sobre quién compraba el pan aquella mañana de Año Nuevo sólo fue una muestra más de una seguidilla de discrepancias subidas de tono entre el hombre y su padre en esas cuatro paredes.
Esquizofrenia
A esto se le suma que la víctima tenía un diagnóstico de esquizofrenia, lo que le impedía –según entienden las fuentes del caso– vivir de manera autónoma o alejado del seno familiar paterno.
Aparentemente, la víctima pasaba una gran parte del día en su domicilio sin practicar otras tareas que le permitieran alejarse de ese entorno violento.
Los principales conflictos, según dijeron los investigadores, se centraron en aspectos de la convivencia, en los que unos daban órdenes y otros no querían acatarlas.
Por el momento, no se han identificado acciones agresivas de parte de la víctima hacia su padre, aunque los pesquisas no descartan que durante algún brote, propio de la condición que padecía la víctima, se pudiera haber producido algún acto de violencia.
Las reiteradas discusiones, que se habrían registrado en tonos de “alaridos y gritos”, habrían ido esmerilando la relación familiar que unía a los tres integrantes de este núcleo, y no tan solo a padre e hijo.
En ese entorno, se cree, habría crecido un sentimiento de ira por parte de Romero padre y que habría detonado cuando fue a buscar el arma.
En la fiscalía de Violencia Familiar advierten que este tipo de hechos se incrementaron en Córdoba durante las primeras horas de enero.
Reconocen que en los ocho días desde que comenzó el año se han ejecutado más de 50 órdenes de prisión por esta misma causa.