La fría mañana del pasado 25 de julio, Córdoba se vio sacudida por una historia de espanto pocas veces vista: restos de una mujer asesinada eran hallados de casualidad, por un sereno, dentro de una bolsa de basura cerca del estadio Kempes de Córdoba. Días después, otro trabajador iba a encontrar más restos humanos en bolsas en la zona.
La Justicia comenzó a trabajar y, tras una pesquisa certera basada en filmaciones y en testimonios, logró dar con la casa donde la mujer había sido asesinada. En el patio de ese domicilio de barrio Chateau Carreras, se hallaron enterrados más restos.
Los dos hombres que allí vivían quedaron detenidos. Cuando uno fue subido al patrullero, el otro se quebró y les dijo a los policías: “Los dos le pegamos y la cortamos”.
A las horas, la Justicia pudo poner nombre a tanto horror: la víctima había sido Brenda Laiza Belén Torres, quien tenía 23 años. La chica atravesaba una grave vulnerabilidad. Además, llevaba un año desaparecida sin que nadie supiera nada sobre ella.

Cinco meses después, la causa tuvo un giro trascendental: el fiscal Horacio Vázquez envió a juicio a los dos acusados. Se trata de Gustavo Martín Lencina (alias “Carpi”), de 53 años, y de Christian Alexis Aranda, de 38.
Ambos responden por homicidio agravado por mediar violencia de género (femicidio). La pena en caso de condena es la prisión perpetua.
Lencina y Aranda, quienes se ganaban la vida como guardias de seguridad informales y eran conocidos como “tío y sobrino” aunque no son familiares, han negado los hechos y se abstuvieron de declarar.
Ambos mantienen un código de silencio que habrá que ver hasta cuándo se extiende.
La sospecha fiscal es que ambos conocieron a la mujer, quien prácticamente vivía en la calle, y le ofrecieron ir a su casa. En esas circunstancias, ocurrió el crimen.

En la fiscalía, tienen claro que se trató de un crimen: las heridas punzantes que presentaba la víctima (entre tres y seis puñaladas en el tórax) fueron realizadas cuando estaba con vida. Además, obran otras pruebas, como la sangre hallada en una habitación y un baño de la casa, marcas que son compatibles con una muerte violenta.
Además se halló una búsqueda en internet en el celular de Aranda, “Anatomía del cuerpo humano”.
Las claves de un caso atroz: Brenda Torres
Víctima vulnerable. Brenda Laiza Belén Torres era una víctima atravesada por múltiples vulnerabilidades. Alejada de su familia, la joven vivía en la calle y además había caído en una profunda adicción al “pipazo”.
El fiscal Vázquez entiende que Gustavo Lencina y Christian Aranda se aprovecharon tanto del contexto de “extrema vulnerabilidad” de Brenda como de su situación de calle y de su adicción a las drogas.
El funcionario entiende que los dos hombres actuaron en un “contexto de violencia de género basado probablemente en el trato sexual y en el consumo de estupefacientes”.

Asesinato dentro de cuatro paredes. La sospecha es que, entre el 20 y el 24 de julio, Brenda llegó a la casa donde residían los acusados, en calle Hornero 574, a metros de la Circunvalación y cerca del Tropezón, en la capital cordobesa.
La casa era de los padres de Lencina. Cuando estos murieron, este se quedó viviendo allí. El hombre le alquilaba una pieza a Aranda.
Según la pesquisa, en una pieza se produjo una discusión por motivos no claros.
El fiscal señaló que, “con intención homicida y obrando de consumo”, uno de los imputados golpeó a Brenda con el puño o con un objeto contundente.
“En ese contexto, ejerciendo todo su poder en relación con una víctima mujer a la que intimidaban y trataban con violencia, aprovechando su superioridad física y haciendo uso de esta, utilizando presumiblemente un elemento punzocortante –que no pudo ser identificado, probablemente un cuchillo con hoja de unos tres centímetros de ancho–, uno o ambos imputados le asestaron varias puñaladas”, puntualizó la fiscalía.

Puñaladas mortales. La víctima sufrió entre tres y seis puñaladas en el tórax. Los puntazos fueron en corazón y en pulmón derecho. Se sospecha que así murió.
Una vez cometido el crimen, “los imputados Lencina y Aranda, con intención de deshacerse del cadáver, desmembraron el cuerpo separándolo en diversas secciones para facilitar su ocultamiento”, dijo el fiscal.
En ese plan, enterraron parte del cuerpo en la misma casa. Otras partes fueron metidas en bolsas y abandonadas en la calle. Parte del cuerpo de Brenda no se encontró nunca.
Filmaciones clave y trabajo de campo. Un profundo y minucioso análisis de cámaras de seguridad permitió descubrir el espanto.
Mientras la sociedad no salía del horror tras los hallazgos de restos humanos en bolsas, los peritos se pusieron a buscar filmaciones.
Lograron descubrir que uno de los abandonos de bolsas había sido hecho por un hombre que andaba en una moto azul y blanca de baja cilindrada y con casco blanco.
Bastó un profuso trabajo de búsqueda y análisis de filmaciones policiales y de comercios para identificar al robusto sospechoso y donde vivía: calle Hornero al 574. Todo indica que era Lencina.
Cuerpo enterrado y confesión. Con orden judicial, los policías allanaron. El día que se concretó el operativo, estaban Lencina y su compañero de casa, Christian Aranda. Según la causa, luego de que Lencina fue subido a un patrullero, Aranda se quebró. El hombre les dijo a los policías que Brenda “sabía ir a la casa a consumir con ellos”, para luego largarse a llorar y decir: “Los dos le pegamos y la cortamos”.
Si bien es cierto que esa “confesión” no fue realizada ante la presencia del fiscal ni del defensor, el TSJ ya ha planteado en fallos que esas afirmaciones tienen, en algunos casos, valor probatorio.
Los perros se encargarían de marcar un lugar en el patio. Los bomberos tuvieron que excavar al lado de un naranjo. A 40 centímetros, dejaron de cavar.

Búsqueda por internet. A los acusados se les achaca el crimen por estos indicios: más allá de tener parte del cuerpo enterrado, uno de ellos fue visto en una moto arrojando una bolsa y en la casa se hallaron restos de sangre en una pieza y en el baño.
En el celular de Aranda, se hallaron dos búsquedas. Una de ellas, “Anatomía del cuerpo humano”. La otra búsqueda (“constante”) tiene que ver con pornografía: antes y después del crimen.
Además, rastreos en Google Maps de direcciones: las mismas donde se hallaron los restos.
Ambos acusados son solteros y no tienen hijos. Lencina, el mayor, solía vivir en esa casa con su hermana. Pero la mujer se fue del hogar, harta de su adicción al alcohol. El padre de ambos era militar. De Lencina, varios vecinos han dicho que era una “persona violenta” y que solían verlo andar en moto con Brenda en la parte de atrás.
Encuentros sexuales y violencias. En el celular de Aranda, se han hallado numerosos diálogos con mujeres por servicios sexuales pactados para él y para Lencina (agendado como “el Tío Caravanero”). En la fiscalía, entienden que ambos “se aprovechaban” de mujeres vulnerables para “satisfacer apetitos sexuales”.
Personalidad violenta hacia mujeres. “Los rasgos de personalidad violenta hacia las mujeres como una constante en el historial de vida de los coimputados, y no como un hecho puntual y aislado, se pueden inferir, además, de los datos de la encuesta vecinal que aportan que Lencina era conocido en el barrio por ser violento hacia una expareja suya, a quien agredió incluso en la vía pública; del relevamiento de sus teléfonos, que evidencia una conducta de acoso hacia mujeres vulnerables para solicitar trato sexual, y del propio Aranda, quien reveló una relación de índole agresiva con una expareja (le quemó el certificado analítico de la secundaria)“, se lee en la resolución del fiscal Vázquez.




















