“Estoy buscando las 9 milímetros que me prometieron dos locos y ya las tengo encima, ¿sí? Me llegan a haber hecho una falsa denuncia, ya sabés lo que voy a hacer con esas dos 9 milímetros y dos cargadores. O sea, tengo en realidad, para que vos te des una idea, 60 balas”.
El mensaje de WhatsApp dirigido a su hermana menor fue emitido a última hora del 18 de junio de 2024, el mismo día que Sebastián Guillermo “Pucho” Roqué, estando en libertad, le envió cientos de comunicaciones a su ex JC.
Estaba furioso, según trascendió en el juicio que se está celebrando en la Cámara 9ª del Crimen de Córdoba, porque JC le había hecho una “falsa denuncia” por las molestias que él le habría ocasionado desde que había salido de la cárcel pocos días antes.
Su hermana le pedía que volviera a casa a pesar de que suponía, con llamativa certeza, que iban a allanarlos luego de la supuesta falsa denuncia. También trascendió en el juicio que alguien de una unidad judicial les habría avisado que la ex había hecho una presentación judicial.
Luego, Roqué fue imputado y más tarde detenido otra vez, con rumbo a la cárcel. Demoró en volver al presidio nada más que 13 días, luego de haber sido liberado tras cumplir más de siete años de prisión por condena a partir de la causa por violencia de género a JC, también madre de su hijo.
Tal como lo había hecho con los fiscales de las causas juzgadas, y sus empleados, “Pucho” volvió a molestar a quien lo estaba procesando por la nueva detención por cuatro amenazas, una coacción y lesiones (psíquicas) graves en perjuicio de su ex. En su despacho, la fiscal Andrea Martin Artesi recibió una amenaza (coactiva) de Roqué, lo mismo que la prosecretaria.
Eso le valió que otra fiscal le abriera un nuevo expediente, por coacción y más amenazas.
Juzgado desde esta semana por el juez Martín Bertone por estas dos causas, Roqué no ahorró “culpables” a la hora de adjudicar los porqués de sus males: una persecución judicial que involucra a gran cantidad de actores de la Justicia, su ex y hasta los que comunican lo que sucede en Tribunales.
Ella, en cambio, declaró como víctima de los casos ya juzgados y como querellante por los hechos juzgados y cometidos durante su fugaz liberación. Pero lo hizo relatando los pesares que son pesadilla desde aquel junio de 2022 y desde que conoció al acusado, hace unos 12 años.
La mujer reiteró que desde la cárcel -como lo hizo con una fiscal y una funcionaria judicial- Roqué se comunicó una innumerable cantidad de veces. Entre otros apremios sufridos, la mujer repitió varias veces que “Pucho” le dijo que “no tenía ningún problema en mandarla a matar” y que aunque estuviera preso “él tenía mucha gente que le debía favores” que podía asesinarla.
Tal vez la acusación de lesiones graves, por las secuelas psíquicas que sufre la mujer, tengan su correlato en los ataques de pánico y en el miedo que sufre y se visibiliza en una vida que ya no tiene nada de libertad: se mudó a la casa de su madre, su trabajo se vio afectado, no sale y si lo hace busca en qué auto pueden estar los “sicarios”. Su hijo –y el de Roqué–, en edad púber, también perdió su casa, su dormitorio, su mascota, sus amigos, la relación con su hermano, la práctica de fútbol en la escuelita de barrio y un sinnúmero de situaciones sociales e individuales que tiene que cumplir porque su mamá cree que debe extremar los cuidados.
Roqué durante años fue pesadilla para varias mujeres que lo denunciaban por acoso toda vez que querían terminar con la relación que estaban arrepentidas de haber iniciado. Esos primeros años, más de una larga década, obtenía “inmunidad” porque el “acosador serial” era declarado inimputable y no podía ser procesado. A lo sumo, era enviado a un centro neuropsiquiátrico pero conseguía escapar.
Gran seductor, de inteligencia inusual, consigue entablar buenas relaciones con guardiacárceles y ha obtenido algunos beneficios que le permiten manejarse con bastante libertad, pese a los barrotes que lo circundan. Si libre hostigaba a sus víctimas con llamados telefónicos –conforme se cronicó durante años en estas páginas– en el presidio también lo siguió haciendo. No es nuevo que los teléfonos siguen siendo una “comodidad” más en las cárceles de la provincia, pese a su prohibición.
Primero inimputable, después declarado imputable, luego procesado, juzgado y condenado dos veces a prisión, ahora está con prisión preventiva por los hechos de su breve liberación. A pesar de las medidas que se tomen en su contra, “Pucho” sigue encendido, aunque muchos quieran que se apague esa invencible forma de molestar.
Habrá que evaluar que sus molestias vienen subiendo de tono, sus amenazas ya no son ligeras y que su peligrosidad nunca debería ser subestimada. Además de teléfonos, parece también estar familiarizado con armas de fuego.
La pregunta no es si recibirá una nueva condena en Tribunales, sino qué tipo de medidas se tomarán para evitar que siga actuando “sin filtro”, con la soltura que tiene a pesar de su encierro. Aún se está a tiempo de prevenir consecuencias irremediables.
