Fueron jornadas intensas las que se sucedieron desde el viernes 19 de mayo último, cuando se conoció la primera presentación gremial contra el camarista federal Ignacio María Vélez Funes por supuestos actos de maltrato laboral y acoso sexual en perjuicio de empleados y empleadas judiciales.
Día a día, la intensidad de la presión fue en aumento. Ese mismo día, el anticipo de La Voz encontró su primer eco: una periodista de un diario nacional posteó esa nota en Facebook y la acompañó de su denuncia personal con el relato de un presunto abuso sexual (tocamiento) en el Colegio de Abogados en 1985.
Días después, al percibir que el Consejo de la Magistratura de la Nación había recibido denuncias que se recolectaron en el ámbito de la Justicia federal de Córdoba durante unos 10 meses, otros empleados y empleadas se atrevieron a exponer lo que aseguran les pasó, acaso corroborando lo que se venía afirmando desde hacía 20 años respecto del trato de Vélez Funes hacia sus dependientes.
Los casos siguieron aumentando y fueron sumándose hasta alcanzar un nuevo corpus de denuncias que se sumó al primero. En el Consejo de la Magistratura, se anunció que el expediente había pasado a la Comisión de Acusación y comenzaron los trámites para iniciar la investigación del magistrado.
A la par, empezaron a conocerse al menos dos casos de mujeres que, según dijeron, habían sufrido acoso sexual del camarista en su lugar de trabajo. De igual modo, había empleadas que lo denunciaban por maltrato laboral, en particular de género.
La presión seguía en aumento. En la segunda presentación, también se refirió un hecho de una mujer que dijo haber sufrido tocamiento del juez en el ámbito de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba.
El conjunto de voces que conformaron la denuncia tenían las mismas características en cuanto a relato y parecían tipificar indicios unívocos de un patrón de conducta que se repite en los relatos de las presuntas víctimas. Esas voces dicen que se trata de una persona que exige la reverencia o la venia al cruzarse con él, refieren el maltrato a dependientes y los llamados a despacho que se convirtieron en pesadillas para quien era convocado, fuera varón o mujer. También comenzaron a aparecer las denuncias de acoso o abuso sexual.
Pasaron dos semanas y el embate parece haberse tornado insostenible para el camarista. Mientras declaró a este diario en dos oportunidades que no iba a formular comentarios y la segunda vez dijo que su silencio no implicaba admitir las acusaciones del gremio, Vélez Funes tomó dos decisiones simultáneas: pidió licencia a la Cámara Federal y presentó su renuncia al cargo ante el Ministerio de Justicia de la Nación.
Durante los 20 años que se desempeña en el cargo, los comentarios han sido insistentes sobre su conducta de maltrato y desprecio con los empleados a cargo. En esta ocasión, se tornó insostenible una presentación que reunió “numerosas voces” ante un “tribunal superior”, remarcando “abusos” que involucran posibles “delitos de instancia privada” y acciones de “violencia de género”. Para los tiempos que corren, ese peso acusatorio puede tornarse abrumador.
