Hace 5.600 días se vivía una de las semanas de mayor voltaje político en la causa por el asesinato de Nora Dalmasso de Macarrón (51).
Ya, a dos días del hallazgo del cadáver, el vocero del viudo, Daniel Lacase, comentó que el por entonces gobernador José Manuel de la Sota lo había llamado “conmovido” para prometerle que se investigaría “hasta las últimas consecuencias”.
“Si es necesario, haré que intervengan la Side, el FBI, lo que haga falta...”, contó que le dijo el gobernador.
Lacase es un conocido abogado laboralista que, entre otros cargos, fue segundo de Julio César Araoz, en la Secretaría de Lucha Contra el Narcotráfico, durante la presidencia de Carlos Menem.
A fines de noviembre de 2006, por los rumores que lo sindicaban como amante de la víctima, Rafael Magnasco renunció como colaborador del secretario de Seguridad de la Provincia, Alberto Bertea.
Se ofreció a hacerse un ADN y lo convirtieron en el primer imputado de la causa.
“Fui el primer perejil, una cortina de humo, me usaron para desviar la investigación”, declaró Magnasco, tras dar testimonio en el juicio al viudo Macarrón, hoy único imputado como instigador del crimen.
Un repaso de las crónicas de entonces permite recordar que, el jueves 7 de diciembre de 2006, el Ceprocor habría terminado los primeros estudios de las muestras del cadáver.
Pero la difusión se demoró hasta el lunes.
Los resultados eran desalentadores: no había espermatozoides.
Y justo ese fin de semana, De la Sota recibió en Río Cuarto al por entonces presidente Néstor Kirchner.
Entones, el caso ya tenía dos fiscales: Javier Di Santo y Fernando Moine.
Luego se les sumó Marcelo Hidalgo y un equipo de investigadores (liderado por Rafael Sosa) que apuntó contra el pintor Gastón Zárate.
Con el tiempo se supo que Lacase ofreció pagarles el hotel a esos policías.
La causa por admisión de dádivas fue archivada por quien es ahora fiscal de Cámara del juicio a Macarrón: Julio Rivero.
Con condimentos de poder, morbo, sexo y dinero, el homicidio de Dalmasso era un culebrón nacional.
En medio de esa vorágine, un periodista sorprendió al jefe de los fiscales, Gustavo Vidal Lascano, al ministro de Seguridad, Sergio Busso y a su secretario, Bertea, almorzando en un hotel cordobés.
Bertea debió dimitir de inmediato. Mario Negri, presidente de la UCR y Luis Juez, intendente capitalino, salieron a pedir las otras dos renuncias. Finalmente, los funcionarios cayeron tras el “perejilazo”, la manifestación popular por la liberación del pintor.
Armado, premeditado y organizado
Esta cuarta semana del juicio a Macarrón, comenzaron a desfilar por tribunales, los protagonistas de estos hechos y sus allegados.
Rafael Magnasco, Alberto Bertea y su amigo y ex colaborador, Nicolás Curchod, denunciaron que “todo estuvo organizado de punta a punta” para perjudicarlos.
“Me tiraron a una muerta (…). Lo hicieron para inculparme a mí y tapar al verdadero homicida. (…). A 15 años vista… esto fue armado, premeditado, organizado”, declaró Rafael Magnasco.
“¿Por quién?, le preguntó el fiscal Rivero: “Para mí, por Lacase y Marcelo Macarrón”, respondió.
Curchod, quien al igual que Luis Pizarro (el fiscal que elevó la causa a juicio) fue colaborador de Bertea en el Tribunal de Conducta Policial (antes del crimen), opinó que se apuntó a Magnasco “por venganza”.
“Política y judicialmente nos liquidaron”, dijo y contó que actualmente es ayudante fiscal y no pudo ascender más en la Justicia.
En una declaración de más de dos horas, explicó cómo Bertea llegó a la función pública, de la mano del ex legislador y actual ministro de Seguridad, Alfonso Mosquera.
Sostuvo que Mosquera se habría “ofendido” con Bertea porque este “había usado contactos para llegar a ser secretario”.
Curchod también precisó que la disputa entre Bertea y Lacase tendría su origen en el paso de ambos por el Frigorífico del Sur.
Según él, Bertea detectó un faltante de cien mil dólares en la gestión de su antecesor.
El amigo de Magnasco calificó a Lacase como “un tipo jodido, con peso político, contactos”.
Igual que Bertea, consideró que cuando Lacase pedía investigar “el asado de Banda Norte”, en el que ellos participaron, intentaba “desviar la investigación”.
A pedido del fiscal, acotó que, por temor a que endilgaran el crimen, Magnasco, cuando iba a cortarse el pelo, juntaba los cabellos para que no los usaran como prueba en su contra.
Defensa y ataque
A todo esto, Macarrón pidió la palabra al inicio de la undécima audiencia.
Dijo que se sintió impotente cuando declararon, el martes, Justo Magnasco y su ex esposa, Marita Garro, “por las mentiras que dijeron”.
Aseguró que él no acusó a Rafael Magnasco, y que Garro, “es una total mentirosa”, que no es verdad que viera a Lacase haciendo un asado en su quincho, porque la mujer no fue a su domicilio tras el crimen, y en su casa los asados los hace él.
La defensa logró que Curchod declarara que Macarrón nunca participó en política.
En tanto, a su paso por Tribunales, el exsecretario de Seguridad dijo a la prensa que, a su juicio, Macarrón “algún grado de responsabilidad tiene en el crimen”.
Sobre su disputa con Lacase, disparó: “No es rivalidad son cuestiones propias de alguna psicopatía de algunos miembros del peronismo”. Hoy declara como testigo.
