En el marco del juicio por el homicidio de Claudio Lorenzo Torres, el llamado “Zar de la droga” en Río Cuarto, autoridades de la Cámara Primera del Crimen, jurados populares, fiscal y defensores, inspeccionaron el lugar del hecho.
La escena del crimen de Torres es el frente de la casa ubicada en Laprida 1264, donde aún hay huellas de la balacera que presuntos sicarios propinaron a Torres.
Por el homicidio doblemente calificado, por encargo y por alevosía, están siendo juzgados en Cristian Ortiz, Mariano Rivarola, Jonathan Palacios, presuntos integrantes de la banda de Torres, y el rosarino Néstor Robles, supuestamente vinculado a la organización Los Monos.
Según la acusación, los móviles del crimen fueron “desavenencias en la compra y venta de estupefacientes (actividad a la que se dedicaban de conformidad a las probanzas de la causa federal)” y “la intención de ocupar posiciones de liderazgo en la organización criminal como también alguna ventaja económica”.
El 16 de enero del 2019 Torres llegó poco antes de las 21 a su casa en un Audi TT desde Buenos Aires junto a su socio (condenado por narcolavado) Gabriel Bossi.
Ni bien Torres se bajó del auto y llegó su hermanastro Gustavo Salinas a saludarlo, se produjeron al menos 15 disparos, calibre 9 mm y 11.25. Se presume que uno de los atacantes estaba en la placita del frente, oculto tras un camión estacionado y que el segundo, disparó desde una vereda vecina. Según la investigación, los tiradores huyeron hacia Laprida y Tomás Guido donde los esperaba un tercer sujeto, no identificado, a bordo de una camioneta Kangoo azul que luego fue encontrada, semi quemada, en ruta 8.
Torres sufrió seis heridas de arma de fuego: en el hemicuello derecho, en el pie derecho, en la mano izquierda, en el hombro derecho, en el muslo izquierdo y en el abdomen. Murió horas después en el hospital.
El “zar” tenía cuatro hijos de diferentes parejas. Los mayores denunciaron que ni bien trasladaron a Torres al hospital, de manera poco clara se vació la casa, desapareció todo lo que era de su padre.
A un año del crimen, mostraron a este diario la vivienda, de dos pisos, con una palmera enfrente, llamativa en medio de las sencillas construcciones de barrio Fénix. Entonces, la vivienda estaba como recién pintada, de gris, violeta y rojo; tenía gran cantidad de adornos, coquetas lámparas, habitaciones con vestidores en los que aún se veían las cajas de costosos perfumes y relojes, vacías.
Los hijos contaron que la casa era de su abuela y Torres la reformó completa, le colocó pisos de porcelanato, revestimientos de piedra, escaleras de mármol, una mesa de billar y hasta un jacuzzi en la terraza, con vista panorámica de la ciudad.
En la primera nota que concedieron a La Voz, los hijos mayores instaron a que la Justicia averigüe el trasfondo del crimen y lanzaron la hipótesis de una traición. Vecinos deslizaron que Torres pudo haber sido asesinado porque si lo detenía la Justicia Federal (que desde el 2014 investigaba a la banda de narcolavado), “si caía detenido iba a hablar y había gente que no tenía que caer ni ser nombrada”.
Al finalizar la inspección judicial habló con la prensa Pablo Demaría, abogado oficial del imputado Robledo. Explicó que la medida fue decidida al inicio de las audiencias de debate, para que el jurado pueda conocer detalles de donde sucedió el hecho, interpretar registros de videos, declaraciones de testigos, y sacar conclusiones sobre el crimen. El juicio continúa con más declaraciones de testigos, principalmente policías, este miércoles y jueves.