Luego de las trágicas explosiones en la Fábrica Militar de Río Tercero, una zona quedó precintada y abandonada desde 1995. El “dato” que dos sospechosos tenían era que los cables subterráneos enterrados en el sector no tenían tensión, lo que se transformó en un tentador plan de robo y posterior venta ilegal del cobre.
Pero todo fue descubierto por tres elementos clave: una información “interna”, una tía “delatora” y el ADN en la escena del hecho.
Antes de la feria, la fiscal federal de Villa María, María Marta Schianni, elevó a juicio a Ángel Alejandro Torres (41), Ángel Yair Quintela (22) y Pablo Nahuel Alfonso (23).
El hecho sucedió la tarde del 1° de julio de 2021. Alrededor de las 17.45, el albañil Quintela, Alfonso y otro hombre, de forma flagrante, fueron sorprendidos cuando intentaban apoderarse de cables subterráneos de la Fábrica Militar.
En momentos en que cavaban una zanja en la línea del conducto de cable eléctrico en el expolígono del predio, fueron advertidos por efectivos de la Policía de Córdoba, que de inmediato les dieron la voz de alto.
Alfonso y el tercero no identificado lograron escapar, pero Quintela fue detenido en el predio abandonado. ¿Quién proporcionó los datos específicos para consumar la maniobra? ¿Cómo sabían cuál era el lugar físico por el que pasaba el tendido sin tensión? ¿En qué horarios no había control de seguridad?
El “dato” interno y el ADN
Con conocimiento de los movimientos internos de la empresa, Torres habría sido el “informante” desleal, ya que como operario sabía con precisión cierta información sensible. Torres es el padrastro de Quintela, con quien compartía la misma casa.
Curiosamente, la vivienda está situada en calle José Ingenieros 1346, frente al predio. La zona donde se localizó la excavación está abandonada desde 1995, cuando se produjeron las explosiones, y forma parte de un predio aún mayor, de 336 hectáreas.
Sin control de seguridad permanente, la zona abandonada se transformó en un lugar ideal para dar el golpe. “Sólo puede ingresar allí personal autorizado por el director de la Fábrica, personal policial en sus rondas de vigilancia y personal de explosivos de las fuerzas federales”, declaró el policía que detuvo a Quintela.
“Sólo puede conocer el recorrido de ese cable personal permanente de la fábrica con conocimiento en electricidad. Además, ese cable pertenece a uno de los únicos tendidos que no tiene corriente en ese sector, es decir, está desactivado desde la subestación. Por ello, doy por sentado que los delincuentes sabían lo que estaban cortando”, agregó.
El jefe del departamento de Seguridad de la Fábrica confirmó que “donde sucedió la excavación era una zona liberada. Alguien les tuvo que haber dicho que los cables esos no tenían tensión. Además, sabían que a las 15 se retiraba personal de la planta mecánica que está en cercanías del lugar, lo cual influye mucho para poder hacer una tarea ilícita en ese sector, porque tenés personal militar que suele hacer recorridos y otro personal que hace el mantenimiento general del predio, como cortar el césped, etcétera”, amplió.
Cuando intentó huir, Quintela dejó sus pertenencias en el lugar. Llamativamente, habría ido a robar el cable con sus tarjetas bancarias, dinero y hasta su DNI encima. La Policía, por su parte, no le dio tiempo para descartar los elementos del delito: tres palas de punta, un pico y unos guantes.
Tras la fuga de Alfonso, el área Genética Forense de la Policía Científica de Córdoba realizó un perfil genético y confirmó que el material presente en los guantes era compatible con el ADN del segundo sospechoso. Así fue que Alfonso quedó implicado en el caso.
El tercero, presente al momento del robo, nunca pudo ser identificado, ya que logró escabullirse entre los altos pastizales.
La tía “delatora”
En el caso de Torres, los investigadores lo fueron cercando a partir del comentario de la tía de Quintela, quien habría “hablado de más”.
La mujer, de profesión peluquera, le dijo al pasar a su albañil que la familia de Quintela estaba asustada por lo que estaba pasando con su sobrino (el imputado), pero que estaban comercializando cobre a muy buen precio, a razón de $ 30 mil semanales. Y que un tal “Ángel” le habría dado el “dato” del recorrido del cable a su sobrino. “Ángel” no habría sido otro que Torres, quien, como se dijo, era el padrastro de Quintela.
Con el cúmulo probatorio, la fiscal envió a juicio a los tres sospechosos por el presunto intento de robo en despoblado y en banda: Quintela y Alfonso, como coautores, y Torres como cómplice primario. “La evidencia indica que los coimputados planificaron el robo de cables en la Fábrica”, sostuvo Schianni.
“Para lograr su cometido, Torres aportó a sus consortes de causa la información necesaria para la extracción, en virtud de la cual, el 1° de julio de 2021 antes del anochecer, con las herramientas necesarias (tres palas de punta y un pico) se dirigieron al predio de la Fábrica, más precisamente en un radio donde no transita gente y ejercieron violencia con actos de excavación de tierra para extraer un cable de cobre”, indicó.
La instructora, por otro lado, desestimó la denuncia de la Fábrica (querellante en la causa) por el robo de cables ocurrido dos meses antes del que se analiza en este expediente, en el sector de los vagones. No pudo identificarse a los responsables.