Clow se frenó en la butaca 37. Con la inequívoca sensación de que no era otra cosa que droga, los gendarmes le solicitaron al pasajero que descendiera. El olfato infalible de la perra antinarcóticos confirmó que Lucas Hernán Argañaraz llevaba cinco kilos de cocaína en su mochila roja.
En un juicio abreviado, el sospechoso, un sanjuanino de 29 años, fue condenado por el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba, a cargo de Carolina Prado, a cuatro años y medio de prisión por transporte de estupefacientes, y siembra y cultivo de plantas para producir estupefacientes.
El olfato de Clow
En el marco del operativo de prevención “Operación Kerosene” en la ruta nacional 158, a la altura de la localidad de Las Higueras, la tarde del 20 de mayo de 2023 los gendarmes de Holmberg controlaron el interno 58063 de Flecha Bus, que cubría el trayecto Formosa-Mendoza.
Cuando recorrieron el colectivo para realizar el control físico y de documentación de los pasajeros, Clow se detuvo en la butaca 37. Reaccionó ante la presunta presencia de estupefacientes en la mochila roja de Argañaraz.
Lo hicieron descender y frente al bolso el can volvió a reaccionar de la misma forma. Los efectivos encontraron cinco “panes” con cocaína por un total de aproximadamente cinco kilos de casi 90% de pureza (valuada en unos U$S 50 mil, a razón de U$S 10 mil por kilo). El sospechoso viajaba desde Santa Fe capital hasta Villa Mercedes (San Luis).
Por orden del juez federal de Río Cuarto, Carlos Ochoa, allanaron del departamento de Argañaraz en San Luis. Encontraron una balanza de precisión, “flores de marihuana”, 33 plantines de cannabis sativa. En su iPhone detectaron imágenes de cantidades significativas de cannabis fraccionadas en bolsas y también plantas de gran tamaño.
Las fotos dieron cuenta del volumen y las características de conservación de la sustancia vegetal, por lo que los investigadores dedujeron que el hombre se habría dedicado a la venta. Igual de inconfundibles fueron las conversaciones que hallaron entre sus chats.
“Lo que tenía lo he ido vendiendo y así hemos tenido para comer y hemos comprado un par de cosas. Lo que me está quedando son los cogollos más chiquitos, y los tengo para fumar. Por ahí vendo un poco nada más. Te puedo mandar un poco para que fumes, pero no para que hagas plata. Después te mando fotos de cómo voy llevando la próxima cosecha. Así que la próxima vez no voy a ir con unos chicos a San Juan; voy a ir con una carretillada”, indicó.
En otros pasajes habló de la “sustancia” y de tratos comerciales: “Te transfiero la plata. Ahí vemos cómo hacemos. Necesito activar ya, porque ya me armé tipo indoor”. Para disipar dudas, ni Argañaraz ni su pareja están registrados en el registro nacional de personas autorizadas al cultivo controlado con fines medicinales o terapéuticos (Reprocann) como pacientes autorizados.
El fiscal general Maximiliano Hairabedian y la defensa pública, a cargo de Rodrigo Altamira, acordaron la realización de un juicio abreviado. El imputado admitió los hechos, y la jueza Prado lo condenó a cuatro años y medio de cárcel.
“Rengo” y “Mecha”, condenados por drogas
Por su parte, el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba condenó a un grupo de personas por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización y distribución al menudeo en Río Cuarto.
En un juicio abreviado, acordado por el fiscal Hairabedian y las defensas de los seis imputados, la jueza Prado condenó a Flavio Ariel “Rengo” Santini (tres años), Arnaldo Onel “Mecha” Domenech (tres años), Kevin Yonathan Argüello (tres años), Maximiliano Agustín Agüero (tres años), Tamara Candela Alanis (tres años; condicional) y Verónica Isabel Arias (un año; condicional).
La causa comenzó en 2019, cuando un hombre drogadicto denunció en el Juzgado Federal de Río Cuarto que “Rengo” Santini era su proveedor de drogas. Indicó que Santini vendía “alita de mosca” (cocaína de alta pureza destinada a sectores de alto poder adquisitivo) y marihuana en su casa.
Los investigadores corroboraron que, además, el denunciado trabajaba en una rotisería. Y confirmaron que a su casa llegaban diversas personas que, tras breves instantes, se retiraban, lo que en la práctica se conoce como venta de drogas en “quioscos” o “pasamanos”. También “Rengo” hacía “delivery” de estupefacientes.
Los pesquisas sospecharon que Santini trabajaba con Domenech, quien se dedicaba a hacer un “pasamanos” de sustancias.
Luego determinaron que otro implicado en la causa, Agüero –que se encontraba detenido en la cárcel local– recibía drogas de su novia Alanis, ya que se las arrojaba desde la calle al interior del presidio.
Entre los nexos se estableció que Argüello, primo de la novia de Domenech, no era ajeno al negocio ilícito; por el contrario, estaba inmerso en él porque explotaba otro “quiosco” en su propia casa. La sexta implicada en la causa, Arias, ostentaba otro “quiosco”.
Los acusados admitieron su participación en los delitos en el acuerdo con el fiscal y fueron condenados por la jueza Prado.
