Las deliberadas distracciones, confusiones o apuros en perjuicio de las víctimas pueden ser determinantes en las estafas. E instigar a que el damnificado de una operación comercial postergue la contabilidad de miles de dólares entregados por el victimario bajo cierto pretexto puede ser suficiente para coaccionar y consumar la defraudación.
En un juicio abreviado, el Tribunal Oral Federal N° 2 de Córdoba –a cargo de Carolina Prado– condenó a Walter Hugo Aguilera (53) a tres años de prisión (de ejecución condicional) por expendio de moneda extranjera apócrifa, estafa, falsificación de documentos públicos y estelionato, como se conoce al fraude o engaño que se comete en un contrato. Deberá abonar $ 2 millones, en total, a dos damnificados.
Dólares truchos
Aguilar quedó bajo sospecha cuando un hombre se presentó en el Departamento de Delitos Económicos de la Policía de Córdoba y denunció haber sido estafado. Contó que en enero de 2014 publicó un aviso clasificado para vender su Peugeot 207 y que, al día siguiente, recibió una llamada de un hombre, “Hugo”, quien le preguntó si aceptaba dólares como forma de pago.
Le respondió que sí, a la cotización del día. Se encontraron en un bar ubicado en avenida Patria y Libertad, en barrio General Paz de la capital provincial. “Hugo” concurrió con su supuesto mecánico para revisar que el auto estuviera en condiciones, o quizá para simular que la operación contaba con la seriedad correspondiente para este tipo de transacciones.
La víctima recibió U$S 6.500 por el pago total del rodado y “Hugo” le solicitó que llenara el contrato de compraventa consignando los datos de su esposa. Para eso, le exhibió el boleto de compraventa de una Hilux para que copiara los datos personales insertos allí (le dijo que se trataba de una operación anterior, por la cual había obtenido los dólares que le había entregado por el 207).
Sacó los billetes del bolsillo, con la faja del “Banco HSBC”, para simular que eran genuinos y aumentar así la confianza de la víctima. Cuando el damnificado quiso contarlos, “Hugo” rápidamente le aseguró que eran “buenos” y que, si quería controlarlos, lo hiciera fuera del bar, con alguien de confianza, ya que habían sido controlados por el contador de su hermano.
El hombre se sintió coaccionado y aceptó que “Hugo” firmara el boleto. Se retiró con los dólares y con una copia del boleto de compraventa y “Hugo” se llevó el auto. Al llegar a su casa, la víctima se puso a corroborar la autenticidad de los billetes con un lápiz detector. Allí advirtió que eran todos falsos y que había sido estafado.
La línea de un muerto y el tatuaje “delator”
A partir de la denuncia, los investigadores federales analizaron la titularidad de la línea telefónica de “Hugo”. Descubrieron que su titular estaba muerto, a pesar de que “Hugo” la utilizaba. Incluso, el estafador había mantenido comunicaciones con sus padres y con su novia, lo que permitió recabar más datos sobre su entorno. El peritaje arrojó que efectivamente había usado la línea para comunicarse con el dueño del 207.
Al cerrar la compra del rodado, “Hugo” utilizó su número real de DNI, que quedó plasmado en el boleto. Pero el elemento determinante que lo expuso fue cuando el damnificado lo identificó en la rueda de reconocimiento por un detalle en particular. “Es el N° 4″, indicó a los efectivos.
En la minuciosa descripción que aportó la víctima, había mencionado un tatuaje que “Hugo” (Aguilera) llevaba en uno de los antebrazos.
Pero la mecánica estafatoria de Aguilera no se detuvo. El 19 de julio de 2017, falsificó el triplicado de un formulario 02 (bloquea o congela la situación jurídica del vehículo por 15 días hábiles) correspondiente a la seccional N° 1 de la Propiedad Automotor de San Fernando del Valle de Catamarca.
Utilizó el sello y una firma de la supuesta encargada de la seccional y entró el 02 a la compradora de un Ford Focus para que lo presentara en el Registro de la Propiedad Automotor de Santa Rosa de Río Primero.
La maniobra fue advertida por la interventora del registro de Río Primero, adonde ingresó el pedido de transferencia. La compradora descubrió que sobre el auto pesaba una prenda vigente, pese a que Aguilera le había dado el triplicado del 02 sin ninguna constancia de esa inhibición.
El Registro de Catamarca confirmó que nunca habían emitido el 02, por lo que la mujer cayó en la cuenta de que había sido engañada. Indicó que, cuando Aguilera le vendió el vehículo, en la localidad de Monte Cristo, le aclaró que él no era el titular, sino otro hombre.
Describió físicamente a Aguilera como “petiso, morocho y gordito”. Cuando le mostraron una foto, confirmó que era la misma persona que le había vendido el Focus.
Juicio abreviado y condena
En el marco del juicio abreviado acordado con el fiscal General Carlos Gonella, Aguilera admitió los hechos y su participación delictiva en ellos. El instructor solicitó tres años de prisión condicional y el pago de $ 2 millones por repartir en partes iguales entre las víctimas.
La jueza Prado consideró que el imputado actuó de forma “engañosa” al entregar los U$S 6.500 falsos al vendedor del 207 para hacerlo incurrir en un error. “Aguilera conocía que los billetes entregados eran apócrifos y que, a través de esta acción engañosa, conseguiría obtener a cambio el vehículo”, indicó.
Sobre el otro hecho, la magistrada sostuvo que la adquirente del Focus “no pudo siquiera dudar de la veracidad de que estaba comprando un bien libre de todo gravamen, ya que, a través de la falsificación del formulario triplicado 02, Aguilera propició que cayera en ese error y adquiriera el auto”.
El estafador recibió tres años de prisión condicional y deberá abonarles a las víctimas.
