“Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”. Aquellos que intentan generar un impacto positivo a partir de su vestimenta formal suelen aumentar la confianza de los demás en un contexto determinado. Sin lugar a dudas, presentarse de traje, camisa y corbata en una concesionaria de autos disipa sospechas e incrementa la posibilidad de que cualquiera albergue alguna suspicacia sobre esta presencia.
Eso explicaría por qué, a lo largo de los años, el conocido estafador Alberto Humberto Capelli (45) logró sacar partido de la célebre máxima de Oscar Wilde –generar una “buena impresión”– para montar hábiles engaños, especialmente en los comercios dedicados a la venta de autos de lujo de la ciudad de Córdoba.
La utilización de la misma estrategia (presentarse de forma educada y socialmente aceptable) ha formado parte del mapa delictivo que diversos delincuentes que, sin acudir a la violencia y con “buenos modales”, han consumado en el país y en el mundo.
En definitiva, ¿quién pensaría lógicamente, en una “primera impresión”, que una pareja bien vestida terminaría el día robándose un auto de una concesionaria?
Ladrón de traje y corbata
De “médico” a “ingeniero” y de “ingeniero” a “empresario”, en la historia criminal de Córdoba, Capelli tiene reservado varios capítulos.
Siempre se investía de profesiones habitualmente relacionadas con “prestigio”. No escatimaba, inclusive, en disimular sus facciones con pelucas o bigotes. A veces era pelirrojo, otras canoso, rubio o de cabello (corto, largo, lacio o ensortijado) negro azabache. Para completar el disfraz, elegía anteojos, recetados o de sol.
El “hombre de las mil caras” cayó detenido hace un mes con su pareja, Claudia (40), durante un allanamiento en su casa de barrio Los Paraísos, en la zona norte de la Capital. Pero los investigadores de Sustracción de Automotores de la Policía comenzaron a seguir el modus operandi de Capelli y su novia a fines de febrero de este año.
De acuerdo con las cámaras de seguridad, el estafador se presentaba de traje y corbata, y solicitaba probar un vehículo. “Llegaban como interesados del auto, con llaves apócrifas. Entonces, él le decía al vendedor: ‘¿Lo puedo probar?’. El empleado le decía que sí. Se subía al auto estacionado en la vía pública, lo ponía en marcha. ‘Uy, qué lindo’”, comentó un avezado investigador.
“Cuando se bajaba, le cambiaba la llave, del mismo modelo, por la apócrifa. Obvio que él estudiaba cuando el vendedor apretaba el botón de cerrar (con la llave falsa), y él también apretaba el botón de cerrar (con la llave original). Esperaba unos 15 o 20 minutos hasta que se fuera el vendedor, y volvía y se lo llevaba”, agregó.
La maniobra, que se repitió en varias agencias, quedó filmada, lo que permitió conocer los detalles de los movimientos y la forma de operar con su novia, quien también arrastra diversas causas penales. En su casa localizaron cuatro autos de alta gama, uno de ellos en desarme, dos adulterados y otro bajo investigación. También hallaron autopartes y 220 llaves de diversas marcas.
En la causa que lleva adelante la Fiscalía del Distrito 3, Turno 7 aparecen como los únicos sospechosos. Los golpes (por valores millonarios) fueron consumados exclusivamente en concesionarias de la Córdoba capital.
De acuerdo con los datos que pudo confirmar La Voz, los autos sustraídos, desde Fiat Cronos, Audi y Mercedes-Benz hasta una Ford Raptor, llegan a una decena.
Pero no era la única modalidad que Capelli utilizaba “trajeado”. En una conocida concesionaria de la avenida Circunvalación, ingresó vestido como empresario.
“Pudo entrar al depósito donde se encontraban las llaves y se llevó tres o cuatro. Fue a la playa de estacionamiento, probó y se alcanzó a llevar dos vehículos, dos Fiat Cronos”, precisó el pesquisa. Un ladrón con “estilo”.
De mameluco, en una camioneta de $ 65 millones
Para no despertar suspicacias sobre una misma modalidad de hurto, empleaba diversas estrategias, todas igualmente efectivas. En la zona norte, logró hacerse pasar por un empleado vestido con un mameluco azul para mimetizarse con el resto de los operarios de la planta técnica.
“¿Qué hacía? Esperaba a las 7.50, cuando entraban todos los empleados, y entonces ingresaba con ellos. Pasó por el guardia y entró a la concesionaria, desapercibido. En un descuido, había una camioneta de alta gama valuada en $ 65 millones. Se subió, agarró un papel cualquiera, encaró a la guardia y le dijo: ‘Abrime, la tengo que llevar a hacer un service’. El guardia le abrió la barrera y chau, picó. Se la llevó”, indicó la fuente.
Los vehículos de los que se apoderaba habrían terminado invariablemente en el desarmadero que había montado en barrio Los Paraísos y en la casa paterna, en barrio La France, donde también descubrieron un “laboratorio” de desguace.
Secuestraron una gran cantidad de autopartes (de 12 autos de último modelo), motos, cubiertas, documentación apócrifa (formularios 08 y títulos), computadoras y mucho dinero en efectivo (en pesos).
Si bien parte de las piezas de 0 km sustraídas eran introducidas al mercado negro, Capelli también habría vendido los otros 0 km robados con documentación falsa. “Se rompen los vidrios y se le ponen otros –indicó un investigador–. Se le secuestraron (a Capelli) stickers apócrifos, de los que llevan los autos nuevos”, con los que buscaba darles un ropaje de legalidad a los rodados.
Sin embargo, los alcances delictivos no se agotaban en las concesionarias. Se valía de Marketplace, de Facebook, para “bucear” a los vendedores de autos nuevos (las potenciales víctimas) y recababa datos. Si el vendedor mencionaba que se lo mostraría en una cochera, Capelli estudiaba la zona. “Veía la forma de mandarse a la cochera, usar un inhibidor, llaves, ganzúa y robaba el auto”, agregó el informante.
Un prontuario muy variopinto
En 2007, el estafador ya registraba un dilatado prontuario criminal, con cinco condenas por delitos vinculados con autos, en su mayoría por encubrimiento. Incluso también habría utilizado a su hermano (ambos de notorio parecido físico), quien por ser un hombre que fue declarado judicialmente inimputable generó confusión y dificultades a los investigadores de entonces.
Una de las estafas más recordadas fue la que perpetró con su madre, Carmen de Capelli, en 2014. La mujer se hizo pasar por la vocal del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) María Marta Cáceres de Bollatti para engañar a una víctima con la falsa promesa de que liberaría a su hijo de la cárcel.
“La mujer se hizo pasar como la jueza Bolatti y dijo que podía acelerar cosas... Presentó documentos para dar credibilidad”, contó por entonces una fuente. La víctima efectuó el pago y hasta entregó un Renault Logan, pero el preso nunca obtuvo la libertad.
Fue allí que su madre decidió ir, por su cuenta, a ver a la “jueza Bolatti” a su propio despacho. Tanto la falsa jueza (Carmen de Capelli) y su hijo fueron detenidos.
En otro de los ardides, “el hombre de las mil caras” hasta se hacía pasar por médicos que supuestamente trabajaban en clínicas privadas, e incluso como funcionario influyente de la Legislatura.
